28 de marzo de 2024

Gustavo Álvarez Gardeazábal: “La libertad de escogencia es el don más preciado para un lector”

20 de julio de 2022
20 de julio de 2022

Por Melissa Tovar Guerrero / Fotos archivo particular www.revistamomentos.co

–Maestro, en 2021 se cumplieron 50 años de una de sus obras más emblemáticas, Cóndores no entierran todos los días. Publicó una edición especial de este libro que es esencial en la literatura latinoamericana, ¿cómo fue la experiencia de volver a editar esta novela vital de su carrera literaria?

–Cóndores se ha venido reeditando año tras año desde hace más de medio siglo. Algunas las he revisado, otras apenas las he autorizado y una gran cantidad de ellas han sido honrosamente pirateadas. La edición conmemorativa la hice de mi propio bolsillo por un desafortunado impasse con el director editorial de la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín, que son los propietarios de los derechos por donación vía escritura pública que les hice. Quería celebrar estos 50 años porque estaba convencido, y ahora sí que lo estoy más, que Cóndores es un patrimonio de los colombianos y que –si por capricho de un funcionario menor de esa Universidad no se aceptaba esa verdad de puño– yo lo iba a demostrar haciendo esa lujosisima edición. Me sobraba razón, el entusiasmo nacional por la novela ha crecido enormemente y todos se honraron por haberla podido leer alguna vez en la vida, y mucho más por celebrar su cincuentenario. Me siento muy satisfecho.

–Es uno de los autores colombianos más traducidos y sus obras están en decenas de países, ¿cuáles son sus consideraciones del contexto literario nacional actual?

–La literatura colombiana se ha sabido acomodar en el panorama internacional desde los tiempos en que se publicó María y llegó a su culmen con Cien años de soledad. Detrás, hemos venido humildemente otros escritores que nos han abierto campo, nos han traducido a varios idiomas y seguramente que nos han leído. Yo doy fe de ello porque todavía recibo cartas de lectores chinos y alemanes que han estado leyendo El bazar de los idiotas y El divino.

–Como profesor universitario ha tenido un éxito extraordinario, ¿qué particularidades de su metodología de enseñanza destaca para que fuese habitual que llenara auditorios para cada una de sus clases?

–Tal vez me volvieron mito como profesor porque no dictaba las clases en las aulas sino en los grandes auditorios y a ellas acudían alumnos de la Universidad del Valle –de distintas disciplinas– que iban por placer, no por estar matriculados en esos cursos. Quizás explicaba muy bien todo lo que leía o incitaba a leer y, como además a los alumnos matriculados no los calificaba con notas, sino que dejaba que ellos mismos valoraran su evaluación, más creció la leyenda.

–Desde su juventud, sus textos –de ficción y no ficción– se han caracterizado por la riqueza del lenguaje y por emplear las palabras como instrumentos que propongan el análisis y lleven al lector a la reflexión. ¿Qué recomendaciones le daría a su público para que formen criterios propios que no estén sesgados por las tendencias de las redes sociales y los gobiernos de turno?

–En la estrechez de una pantallita del celular o los marcos estrictos de los 240 caracteres de un Twitter no se puede garantizar el futuro de la literatura. Mucho menos dar pautas para orientar el pensamiento. Hoy día hago un pódcast que no sobrepasa los 4 minutos y resumo en los 240 caracteres del Twitter la idea central que desarrollo en los 1.200 que mi crónica diaria gasta. Empero he sido tan vertical en mis apreciaciones que quienes me analizan se convencen de que son fruto de la objetividad con la que trato los temas. Por eso, tal vez la única recomendación que daría a mis lectores con relación a la formación de sus criterios es que lean de una y otra parte, versiones y visiones opuestas para que conserven la libertad de escogencia, el don más preciado que debe tener un lector.

–Ha sido un observador riguroso y agudo de las realidades sociales de Colombia, ¿cómo ve el panorama político del país en vísperas de la posesión de Gustavo Petro?

–El país, como casi siempre lo ha repetido en la historia, se acomodará a las nuevas realidades. Pero así Petro lo quiera y hasta lo imponga, el verdadero cambio que requiere Colombia está en librar una batalla feroz, cultural y legal, contra la corrupción. Mientras en el país se tolere el bandidaje desde los hogares y no se estructure la honradez como norma de actuación, de nada servirá Petro ni otro más radical. La sociedad entera está hoy manejada por bandas de todo tipo que ordeñan el presupuesto construido con nuestros impuestos o levantan barricadas para extorsionar con coimas y amenazas una firma, un permiso o una laxitud.

–Como periodista con décadas de trayectoria, ha estado en distintos formatos de prensa, su voz y sus argumentos han sido un faro para varias generaciones, ¿cómo interpreta las transformaciones de los medios de comunicación y las formas en las que se están consumiendo los contenidos de información?

–Esto ha cambiado tanto que escribiéndole las respuestas pienso que estoy haciéndolo como un dinosaurio para un público de mamuts. Todo lo que hicimos en comunicarnos, ahora es diferente. Entregamos la libertad por la seguridad. La anarquía irresponsable del internet ha servido para que las mentiras se confundan con las verdades, la explotación con la satisfacción y nadie finalmente termine creyendo en nadie.

–También ha sido un referente en los métodos de protesta como ciudadano, en estos tiempos en los que las manifestaciones han ido tomándose las calles en diferentes países y por extensiones de tiempo considerables, ¿cuáles son sus reflexiones acerca de estos formatos de lo que algunos identifican como ‘desobediencia civil’?

–En mi juventud no vacilé en amarrarme de un centenario samán para que no lo tumbaran los constructores de la Terminal de Transporte de Tuluá. Ya ella, después de 50 años, dejó de prestar servicio y la van a derruir. El samán sigue allí, impertérrito. Pero mientras no exista quién convoque y quién despierte credibilidad queda muy difícil encontrar que la desobediencia civil produzca efectos reales.

–¿En qué proyectos está concentrado ahora?

–Estoy redactando el discurso con el cual recibiré mi tercer Honoris Causa, el que me otorga la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla en Ciencias Sociales y Humanas. Seguiré tecleando mi crónica diaria para que la lean y la oigan los que quieran entrar a las redes y sin más patrocinio que mi propio bolsillo. Y tengo en reposo, esperando que las cosas cambien, una novela que no creo que sea el momento de publicarla todavía: El papagayo tocaba violín.