29 de marzo de 2024

Colirio centrista

3 de julio de 2022
Por Augusto León Restrepo
Por Augusto León Restrepo
3 de julio de 2022
A lo que vinimos. Esa es la consigna que traen los políticos colombianos, ante la nueva realidad que es la elección de Gustavo Petro como presidente de la república. Cómo lo vamos a dejar solo, falto de nuestras luces, porque que tal que cumpla a pie juntillas su programa de gobierno, enmarcado, así lo entendimos, dentro del castro chavismo, de los postulados del socialismo del siglo XXI. El sentimiento patriótico que nos ha embargado desde 1810, aflora con más fuerza, cuando nos han llamado a participar de un pacto histórico, de un acuerdo sobre lo fundamental, de una invitación obstinada a vivir sabroso, más de lo que hemos vivido y se extienden los brazos para cobijarnos en la Colombia humana y en el amor fraterno, cristiano e incluyente, con la paz integral por delante, que es lo que siempre nos hemos soñado.
Vamos a por Gustavo Petro. Y Gustavo Petro y sus generosos y conciliadores tenientes y estrategas, felices de la pelota, alegres y ufanos, porque quienes hasta el 18 de junio no los bajaban de guerrilleros bolcheviques y contumaces incendiarios, reclutadores de manzanillos y de sagaces políticos derrotados,  arrepentidos neoliberales confesos y practicantes, hoy acuden, cuáles más rápidos y entregados, a tratar de sentarse en los puestos más cercanos al príncipe, en el banquete que se avecina, no sea que si llegan atrasados no les toquen sino las migajas del ágape clientelista y burocrático. Abajo las ideologías y los principios! ¡Vivan los cambios y el pragmatismo! Para eso estamos. ¡Primero la patria! La patria, por encima de los partidos…! ¡Dios y Patria! ¡Ajúa!.
Desde luego, y por sabido, no debiera escribirlo. Yo, que vengo del partido conservador, al que muchas veces he representado en cargos administrativos, en candidaturas, en el congreso, de lo que vivo en agradecimiento continuo, pero que a fe que no lo he hecho quedar mal, y del que no me han expulsado, que yo sepa, como columnista he asumido posiciones de centro. Nunca de derecha. Lo socialcristiano, la modernización de sus planteamientos, la construcción sobre lo construido y la conservación de lo que ha sido experimentado como civilizador; el progresismo, -que es como una especie de mamertismo conservador, si es que me quieren descalificar, lo acepto- lo he asimilado y preconizado. Soy progre. He sido defensor a ultranza de los procesos de paz, del de Betancur y Barco, de Andrés Pastrana y Víctor G, de Uribe con los paras, de Santos con las Farc, del fallido de Duque con el Eln.
Voté el SI en el plebiscito por la paz y lo volvería a hacer en el mismo sentido. La paz y la vida como valores sagrados, son lo primero. La libertad. Después, la inclusión, los derechos de las minorías.  Y criterios así, que me haría interminable, si los desmenuzara. ! ¡Ah…! Y la democracia, y el capitalismo, pero no el neoliberalismo; la estética en la política, contra la chabacanería; y el entendimiento petrista entre todos los colombianos, pero sin tanta patria ni sin tanto amor, sustantivos que se han convertido en palabras huecas por su uso y abuso y porque se han cometido muchas ignominias en su nombre.
Esta aclaración la quería poner en el tapete hace tiempo. Pero ahora me afloró por el empalague con tantas acrobacias, tantos acomodamientos, tantos saltos mortales de los saltimbanquis del circo político. Sí. Hay que desactivar los ánimos hirsutos y apagar los incendios electorales, que tantos estragos produjeron en el entramado familiar y amistoso. Pero sin que lleguemos al amorcillamiento, o sea, al entontamiento y al contagio universal de la ceguera, como en la desoladora novela de Saramago. Nos va a tocar a los centristas, abrirle los ojos a los ensimismados, a los que no quieren ver, a los deslumbrados y encandilados. Así sea, que quien produzca el encandilamiento, pareciera que haya girado haciael centro. Hay que inventarse el colirio contra la petrolatría.
Post scriptum: mis respetos por quienes han salido a criticar con voracidad e insania, el informe de la comisión de la verdad. ¡Que lectores tan veloces! Más de quinientas páginas en unas 48 horas. Apuesto a que ni siquiera han leído el texto del Acuerdo de La Habana… Se los recomiendo.