29 de marzo de 2024

La voz de la esperanza

5 de junio de 2022
Por Alberto Zuluaga Trujillo
Por Alberto Zuluaga Trujillo
5 de junio de 2022

Se respira un aire de tranquilidad como nunca antes en Colombia. De la crispación y el pesimismo, pasamos por obra y gracia de Rodolfo Hernández, a un apaciguamiento de los espíritus que los colombianos todos, en su inmensa mayoría, no sentíamos hace muchas décadas. Prueba irrefutable de ello, fue el bajonazo observado al otro día de las votaciones, registrado en uno de los más sensibles sensores de bienestar social, sino el más, como lo es el dólar. Esta sensible moneda, capta al instante el estado de ánimo de los seres sobre la tierra, disparándose en momentos de temor o pánico o, por el contrario, regularizando su cotización sin fluctuaciones bruscas, como síntoma inequívoco de confianza y tranquilidad. Y eso pasó justamente con el paso a segunda vuelta de la elección presidencial del Ingeniero Rodolfo Hernández, quien de ser apenas conocido en su tierra natal Piedecuesta, y ser alcalde de Bucaramanga, saltó con el carácter frentero, propio de los santandereanos, a enfrentar al candidato del Foro de Sao Paulo, el izquierdista exguerrillero del M-19, Gustavo Petro, cuya sombra nefasta se agigantaba amenazante sobre la geografía maltrecha de una Colombia envilecida, por el desempeño corrupto de una clase política dedicada al pillaje y a su propio bienestar, en detrimento vergonzoso del pueblo trabajador colombiano. En la tarde de ese 29 de mayo, cuando el sol perdía intensidad en sus rayos de luz, una radiante esperanza comenzó a alumbrar el cielo patrio a medida que las hondas hertzianas de la radio y la televisión nos anunciaban el crecimiento electoral del santandereano, presagiando sin duda alguna su victoria en la segunda vuelta presidencial, quitándonos de encima la posibilidad segura de perder nuestra democracia que, como espada de Damocles, pendía  sobre nosotros como pende sobre la totalidad de América Latina. Si bien, el presagio de la victoria es ya un hecho de atenernos a las encuestas realizadas después de las votaciones, lo cierto es que no debemos ensillar antes de traer las bestias. Por motivo alguno podemos dormirnos en los laureles, antes, por el contrario, comprometidos estamos con nuestras familias y el país en defender la democracia y la libertad. Con entusiasmo y  alegría desbordas, haremos votar hasta las piedras, para que no quede la más leve duda del estruendoso triunfo que aplastará por siempre, las aspiraciones de quien hizo parte del horripilante crimen, no pagado, de la incineración de las conciencias jurídicas del país en el holocausto del Palacio de Justicia y, quien, además, con la complicidad de las paredes mudas, recibe en su residencia las bolsas repletas del dinero escamoteado al trabajo honrado, dinero sucio del que siempre se ha servido. El espejo del vecino país hermano, multiplicado en cada semáforo de nuestras ciudades, en dónde padres con sus pequeños hijos mendigan su manutención, debiera servirnos para convencer a uno de tantos abstencionistas que aun persisten en su inexplicable indiferencia, como si nada tuvieran que ver con lo que finalmente pudiera pasarles. Como un solo hombre, para no utilizar el odioso lenguaje incluyente, el país entero debe levantarse, sacudirse y pellizcarse para votar, no solo por la defensa de la democracia, sino por la tranquilidad que representa y significa un hombre de la provincia santandereana que, pese a su edad avanzada, se la está jugando por la salud de la República. Es el mañana nuestro, de los hijos y de los nietos. ¡Salud Colombia!

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