Ideología política
El sistema político ejerce una influencia real en el comportamiento de la gente, esto es fácil entenderlo ahora que se está decidiendo quien será el próximo mandatario del país. Tanto individual como colectivamente la forma como participamos en las campañas electorales y las actitudes que tenemos ante la contienda por la presidencia, son claros ejemplos de cómo las elecciones tienen un peso importante en nuestras vidas. Desde allí, la psicología ha realizado algunas investigaciones tendientes a relacionar la dimensión política con los rasgos de personalidad.
Antes que nada, se debe entender la ideología como un patrón dinámico de ideas que no son preestablecidas ni permanentes, todo lo contrario, son ideas que mutan en perspectiva de los criterios morales y de las formas en que percibimos cómo se debe vivir. Por lo tanto, es entendible que muchos docentes de instituciones públicas opten por reconocerse desde las propuestas de un candidato específico, y que empresarios con capital se sientan más seguros con otra de las propuestas.
La ideología política es entonces la proyección de cómo creemos que debe ser el país, y para el caso concreto, en Colombia la polarización hace adivinar que los ciudadanos nos estamos decantando por la fuerza de los grupos sobre el individuo, por eso nos reconocemos como gente de derechas o de izquierdas dispuestos muchas veces a militar hasta el exceso por prevalecer en las urnas, mediante múltiples estrategias de persuasión que llevan incluso al desacierto o el maltrato. De fondo está aquí la disputa histórica entre el capital y el socialismo, donde la individualidad se pierde para concebirnos al amparo de la identidad de grupo.
Lo que la psicología social nos dice es que, ante un eventual tipo de gobierno, los ciudadanos tienden a incorporar las normas de ese gobierno; si estas fueran de apertura al diálogo, respeto y participación, los votantes durante el tiempo de la administración tenderían a adoptar aquellas actitudes. El problema recae en las veces en que el gobierno se instala con propaganda nociva, irrespeto o engaño; las sensaciones para lo que sería el comportamiento de la sociedad en tal caso no podrían ser las mejores teniendo en cuenta los valores que regirían.
Mientras algunos de los ciudadanos tienen afinidad ideológica con el bienestar individual que se traduce en su preocupación por la equidad y la justicia; otro tanto, son intencionadamente conservadores que ponen en primer lugar el bien común como lo podría ser la seguridad y la institucionalidad. En parte esta es una explicación a los fuertes debates sobre eutanasia, aborto y salud pública en este país. Si bien estas diferencias son claras en el papel, no lo son tanto en la interacción social por cuanto los lenguajes tienden a confundirse, por ejemplo: las personas pertenecientes al progresismo de forma muy similar a los pertenecientes a los partidos políticos tradicionales podrían coincidir en el discurso de la justicia social o de la conservación ambientalista.
Curiosamente algunos estudios muestran que las personas felices votan menos por candidatos populistas, y, por el contrario, que son los ciudadanos con actitudes pesimistas los que tienden a adherirse a ese tipo de campañas y sostienen candidatos autoritarios que de algún modo se resisten a la globalización.
El error podría estar en condenar a alguien por su ideología, porque nuestra personalidad en si misma nos acerca o aleja de ciertos lideres; si yo fuera extrovertido pensaría en causas que me beneficien, y si fuera introvertido mostraría una tendencia de responsabilidad hacia el grupo, desde luego, siempre que las características del contexto permitan que ese conjunto de rasgos opere en beneficio de las comunidades locales y sus sociedades.
Psicólogo. Magister en Educación