Muchos sustos y varias sorpresas
Esta contienda electoral transcurrió en un ambiente de tensión y polarización con muchos sobresaltos. Habrá segunda vuelta: Gustavo Petro 8.522.339 (40,34%); Rodolfo Hernández 5.951.600 (28,16%); Federico Gutiérrez 5.052.498 (23,90%), Sergio Fajardo 887.908 (4,20%). Millones de colombianos votaron por el cambio pero otros tantos millones sienten temor ante la propuesta de transformación liderada por un representante de la izquierda como Gustavo Petro, a quien los empresarios y la élite lo ven con ojos de miedo y dudan de su capacidad de gestión. Las últimas encuestas mostraban que habría segunda vuelta y que Petro y Francia pasarían con facilidad; se pronosticaba empate técnico entre Fico y Rodolfo Hernández, y el desplome de Sergio Fajardo.
Ahora veamos un contexto para analizar estas elecciones. Según la Misión de Observación Electoral (MOE) estas son las elecciones más violentas de los últimos 10 años. Sin embargo el escenario nos permite recordar la aguda lucha social y política que vivía el país cuando se inició el año 1970 debido a la contienda electoral para suceder a Carlos Lleras. La maquinaria liberal-conservadora, a nombre del Frente Nacional, había señalado como candidato a Misael Pastrana Borrero; su triunfo estaba asegurado porque era el representante del Gobierno. Pero aparecieron otros aspirantes para aguar la fiesta: Gustavo Rojas Pinilla por la ANAPO; Belisario Betancur por una coalición de liberales y conservadores disidentes y Evaristo Sourdis por algunos sectores del conservatismo.
Pero la ANAPO hizo una muy buena campaña política, sus dirigentes lograron despertar el fervor, el entusiasmo, la pasión y el frenesí entre los sectores populares de aldeas, pueblos y ciudades; los pequeños campesinos, jornaleros y estudiantes, agitaron las consignas del movimiento anapista. La campaña política estaba parcializada, no solo el presidente participaba abiertamente empujando a su candidato, sino que los principales medios de comunicación le apostaron al aspirante del Gobierno. El 19 de abril, día de las elecciones, se veía llegar el triunfo de Rojas Pinilla; en horas de la tarde, cuando empezaron los escrutinios, Rojas ganaba por más de cien mil votos y el pánico se apoderó de los dirigentes del Frente Nacional. El ministro de Gobierno, Carlos Augusto Noriega, ordenó que se suspendiera la transmisión de datos por radio. En ese momento de la censura el pueblo entendió que estaba en curso una conspiración; los colombianos se acostaron pensando que había ganado Rojas y se despertaron con la victoria de Misael Pastrana. Afortunadamente la difícil situación se superó sin “golpe de Estado”.
La actual situación política
Esta crisis se inició el 7 de agosto de 2018 durante la posesión presidencial, cuando el senador Ernesto Macías se robó el protagonismo, sacó el espejo retrovisor y leyó un memorial de agravios sobre el gobierno de Santos y contra el proceso de paz. Quedaba claro que la nueva administración estaba en manos del Centro Democrático y que el jefe supremo era el expresidente Uribe. A los pocos días fueron apareciendo los tremendos problemas: las movilizaciones estudiantiles desde el mes de octubre, la creación del ambiente de guerra contra Venezuela, la reanimación del paramilitarismo, el asesinato de líderes sociales, la minga indígena y los ataques al proceso de paz y a la JEP.
El impacto social de la pandemia afectó el ingreso familiar, aumentó el desempleo y la calidad de vida de los colombianos. Millones cayeron, de nuevo, en la pobreza; la miseria era patética cuando miles de personas agitaban el trapo rojo, desde sus ventanas, para mostrar que el hambre había llegado a sus casas.
En medio de la crisis una serie de hechos desafortunados acrecentaron el malestar: aumentaron los asesinatos de líderes sociales; solo en el departamento del Cauca cada tres días era asesinado algún defensor de los derechos humanos, en 10 semanas hubo 20 masacres, donde cayeron 86 jóvenes, pero el alto gobierno les cambió el nombre por “homicidios colectivos”.
En este ambiente las miradas se dirigen al presidente Duque, se le acusaba de ignorar los mayores problemas del país, que no estaba preparado para asumir el momento histórico de la negociación de la paz, de haber permitido el resurgimiento de grupos armados, el asesinato de cientos de líderes sociales y el crecimiento de la corrupción. Además la política exterior había sido un desastre. Al final de su mandato el mayor problema del presidente es su desprestigio que alcanzó el 72%.
En este año el expresidente Uribe cuenta con su mayor desplome gracias al desgaste del Gobierno, y al descrédito de las consignas que fueron caballitos de batalla como la seguridad democrática, las FARC y el castrochavismo. Lo perjudicó tener a su partido en el Ejecutivo y controlar el Congreso, esto deterioró su imagen que solo cuenta con una favorabilidad de 19%; por esta razón el expresidente ha mantenido un bajo perfil en la presente campaña política.
Frente a la fatigante polarización política que sufre la nación se pensaba que candidatos moderados podrían calar en la opinión pública, como consecuencia se formó la coalición Centro Esperanza, con figuras de centro y centroizquierda, pero rápidamente llegaron las contradicciones entre ellos lo que precipitó la salida de Ingrid Betancourt. Algunos de sus candidatos se dedicaron a criticar y atacar a Gustavo Petro y se olvidaron de sus propios programas; otros fueron demasiado tibios y temerosos y no se atrevieron a presentar propuestas para un país en crisis.
Gustavo Petro les tomó ventaja a los demás candidatos porque viene en campaña política desde el 2018 cuando obtuvo 8.034.189 votos (41,81%). Esas elecciones demostraron que medio país no quería más guerra, pero a la otra mitad la asustaba el coco del castrochavismo; triunfó Iván Duque porque se hizo presente el discurso del miedo. Hoy tenemos otro país. El pueblo está hastiado de la clase política y por eso quiere el cambio. Estas elecciones marcan el fin de una forma de gobierno, de una manera de ejercer el poder, de un estilo y de un movimiento político que viene manejando el país desde hace 20 años; estos dirigentes no cambian el discurso, aunque el país sí cambió. En esta coyuntura el Pacto Histórico se presenta como la fuerza política alternativa capaz de asumir los nuevos retos. Gustavo Petro plantea modernizar la economía, democratizar la política y superar las desigualdades.
Ha sido una campaña difícil, muy violenta y agresiva en las calles, pero especialmente en las redes sociales que se han venido convirtiendo en el principal escenario del debate político. Pero el proceso fue interesante por los tres bloques que se conformaron: uno de derecha, otro de centro, el tercero de izquierda y el movimiento independiente. El fenómeno político se llama Rodolfo Hernández y el gran perdedor Federico Gutiérrez; de este modo se castiga el mal gobierno.