28 de marzo de 2024

La silla Rr

Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
4 de mayo de 2022
Por Óscar Domínguez
Por Óscar Domínguez
Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
4 de mayo de 2022

Apreciado Juan Gossaín, salud.

 Hay jolgorio en San Bernardo del Viento, tu terruño, desde que se supo que ocuparás la silla Rr como vaca sagrada del idioma. O mejor, como uno de los inmortales de la Real Academia Colombiana de la Lengua.

Ya habías ingresado a ella en dueto con Daniel Samper Pizano como miembro correspondiente. Asistí a ese acto en condición de pato.

No encuentro en el Diccionario la voz pato en la acepción de intruso, con cara de yo no fui, que entra a un acto por la puerta de atrás. Ojalá ese palmípedo voquible llegue al DLE con el significado colombianísimo que sugiero.

La noche que ustedes se tomaron por asalto los salones de la Academia con desparpajo caribe-cachaco, los rostros de mármol que los presiden desde su silla  LE (La eternidad), recibieron tremenda serenata a vallenato “ventiao”.

Cachaco tampoco aparece en el DRAE con el despectivo significado que ustedes los caribes nos “afrijolan” a los del interior. Aporto un borrador de la acepción: Cachaco es cualquier sujeto que primero conoce el mar en fotos, en postales, o por referencias.  Para tí, ”el mar es la mejor idea que ha tenido Dios”. A mí el mar me ha parecido siempre un prosaico aguacero acostado. (Al verbo “afrijolar” te tocará definirlo. No me alcanzó el tiempo).

Pero me demoro en llegar al meollo de esas líneas: Permíteme felicitarte por llenar copiosamente la silla vacía, la Rr, una letra que más parece una insólita selfi de minúscula con mayúscula.

Es de las letras que menos me llaman la atención. Tiene más sexapil la sota de bastos. Ninguna palabra empieza por Rr. Esa consonante no ha hecho un carajo por la posteridad…

No es por minimizar tu logro, pero yo también tuve silla, o mejor, banca. Me refiero a la banca de la iglesia de Santa Bárbara, Antioquia, que tenía en el espinazo los apellidos de mis abuelos paternos: Domínguez Calle. Ellos la mandaron a hacer, como otros principales de la parroquia. Cuando llegábamos en patota a misa de cinco de la mañana dominical o a la de gallo, el 24 de diciembre, los parroquianos que estaban allí debían tocar la retirada, camándula en mano. En esta encarnación me tocará contentarme con esa silla pueblerina..

 Pero con erres o sin erres, te leo desde que escribías para El Espectador desde San Bernardo de Viento unas crónicas que provocaban sacar pareja. Con razón te ficharon los Cano para su nómina.

Quieran los dioses de la luenga lengua que tus colegas académicos puedan deliberar a cero metros sobre el nivel del charco de Cartagena porque la altura sabanera donde conociste el hielo bogotano te puede provocar un patatús.

Para este pecho, saber que una persona que también lee el Diccionario de corrido, como si fuera una novela porno, es noticia a ocho columnas de las viejas. Es como si el dueño de la silla Rr fuera yo. Perdón por la igualada, pero “hay días en que somos…”.