28 de marzo de 2024

¡Es la economía, estúpido!

25 de mayo de 2022
Por Carlos Arbeláez López
Por Carlos Arbeláez López
25 de mayo de 2022

La economía, estúpido! fue una frase que popularizó el estratega de campaña de Bill Clinton contra George Bush, durante las elecciones de 1992 para llegar a la presidencia de los Estados Unidos. La expresión, que se convirtió, posteriormente, en eslogan no oficial de campaña, era un claro mensaje del candidato demócrata para destacar la importancia de los asuntos económicos en el futuro y bienestar de la familia norteamericana.

En Colombia, por primera vez en muchos años, temas como la tributación, inflación, desempleo y pensiones son los protagonistas del debate. La falta de un modelo integral de desarrollo, orientado hacia el mercado internacional, ha sido, en gran parte, la causa de nuestro deterioro actual.

La pobreza, la desigualdad, la economía informal, la delincuencia común y el narcotráfico, han sido consecuencias de las fallas estructurales de nuestro modelo de desarrollo que, ante la ausencia de una planificación productiva de largo plazo, se han logrado sortear a través de herramientas monetarias; el desajuste y desequilibrio de los grandes agregados como el déficit fiscal, la deuda pública y la tasa de cambio, han requerido de instrumentos de política macroeconómica que han sido insuficientes para realizar los ajustes necesarios.

En la década de los años 60, adoptamos el modelo arancelario y proteccionista de la CEPAL, que prohibía la importación de productos fabricados en el país para fortalecer la industria nacional. La producción de bienes de consumo orientada a la demanda local, y la excesiva protección de la industria durante décadas, no estuvo acompañada de un proceso de reconversión industrial; algunos hechos internos como la violencia bipartidista, el gobierno de Rojas Pinilla y el Frente Nacional (con presencia de golpes militares, dictaduras y guerrillas) nos impidieron participar de manera adecuada en el escenario internacional.

Las reformas agrarias a tierras improductivas, que desviaron el objetivo de tecnificar la explotación del campo, condenaron a Colombia a permanecer como proveedor de materias primas, productos mineros y bienes primarios. Nos quedamos en una economía rural exportadora de café, petróleo y banano.

La estructura colonial y los bajos presupuestos para la inversión productiva, han impedido que nuestro sistema genere empleos y calidad de vida. De allí la importancia de que el próximo presidente de los colombianos establezca una hoja de ruta nacional, con proyección a 30 años, que incluya metas de mediano y largo plazo basadas en una estrategia agroindustrial.

Es necesario orientar la política económica a la planificación del desarrollo de nuevas tecnologías, y la consolidación de estructuras productivas en sectores con posibilidad de exportar.