28 de marzo de 2024

Más allá de precios elevados y escasez

1 de abril de 2022
Por Óscar Gutiérrez
Por Óscar Gutiérrez
1 de abril de 2022

Varios aspectos de la grave situación de hambre y miseria que hoy se vive son derivados de la crisis económica nacional que empezó a finales de 2019, de los efectos de la pandemia del covid-19 y del pésimo manejo que le dio el gobierno de Duque y, de la reciente guerra entre Rusia y Ucrania. Todos están relacionados directamente con el abastecimiento de alimentos y agro-insumos generado en todos los productos importados por el alza en los fletes marítimos y en el arrendamiento de los contenedores.

De esto se ha hablado y escrito -de manera reiterativa- en diversos círculos de productores agropecuarios e industriales y entre la opinión pública para explicar las alzas en los alimentos y en las materias primas agrícolas usadas para la producción de miles de bienes industriales indispensables para la sociedad.

Sin embargo, un aspecto de la situación que estamos viviendo -que ha sido poco explicado y difundido entre los colombianos- es la importación de miles de productos agroalimentarios, así como de buena parte de la dieta básica y de los agroquímicos. Aunque, pudiéndolos producir, no los producimos por la implementación de la política de apertura económica perpetrada desde 1990, durante el gobierno de César Gaviria, para acoger las recomendaciones de los organismos financieros internacionales -Banco Mundial B.M y Fondo Monetario Internacional F.M.I.- encargados de aplicar, en todas las naciones que gravitan en su órbita de influencia, el Consenso de Washington.

La aplicación de dicho consenso se da al mismo tiempo que se eliminan, progresivamente, las políticas acordadas en 1960 en la Conferencia Interamericana de Punta del Este, Uruguay, y que fueron ejecutadas desde la Comisión Económica para la América Latina, CEPAL. Las políticas Cepalinas se resumen en permitir, a partir de la sustitución de importaciones, la generación de empleo y de algún desarrollo agropecuario e industrial, así este fuera sobre la base del crédito de la banca internacional, principalmente norteamericana.

A la sombra de esa política aparece el sector empresarial en el agro del país y también los primeros desarrollos en la producción de insumos agrícolas. La historia esta ilustrada en la creación de varias empresas ligadas a producir agroquímicos, fungicidas y demás insumos agropecuarios.

Entre las empresas a destacar, creadas y aupadas por la sustitución de importaciones, podemos señalar a Abonos Colombianos S.A. que se creó en 1960 y comenzó a producir en 1963 abonos complejos y urea.

Fertilizantes Colombianos, Ferticol, que “nació en 1966 como un proyecto piloto de Ecopetrol con el propósito de solucionar una de las más agudas necesidades del país: la de obtener abonos químicos localmente que no solo permitiera el ahorro de divisas, sino que representara, por su calidad y precio razonable, un apoyo decisivo al incremento de la producción agrícola colombiana” *

Monómeros Colombo-Venezolanos fundada en 1967 con participación, inicialmente, de tres empresas: el Instituto de Fomento Industrial (IFI) de Colombia, la Empresa Colombiana de Petróleos, ECOPETROL y el Instituto Venezolano de Petroquímica, IVP, hoy Pequiven. Su objetivo era producir “fertilizantes, fosfatos para alimentos balanceados para ganado, caprolactama materia prima para la fabricación de nylon y otros productos industriales” **

De las tres empresas, dos tenían participación pública y una era privada. De las públicas queda Monómeros, pero sin participación colombiana. Ferticol se acabó; la dejaron morir el gobierno nacional y el departamental de Santander. Y, la privada, ya no es Abocol, empresa nacional en su origen, sino que es Yara, empresa multinacional noruega. Así mismo, ya no tienen como aspecto principal reemplazar la producción extranjera por nacional, sino que, en porcentajes muy elevados, importan los componentes básicos tanto de Ucrania como de Rusia y de otros países también.

Según información del diario La República del 24 de febrero de 2022, “Las importaciones de fertilizantes del país concentradas en urea, fosfato diamónico (DAP), fosfato monoamónico (MAP) y cloruro de potasio (KCL) provienen principalmente de Rusia y Ucrania, por lo que según datos oficiales 42% del fertilizante principal (Urea) que se consume en el agro colombiano proviene de los dos países en guerra. Del 75% de las importaciones de fertilizantes que hace Colombia, 29% de Urea proviene de Rusia, 20% de Venezuela, 14% de Trinidad y Tobago y 13% de Ucrania”

No se puede negar que se produce aún en Colombia parte de algunos fertilizantes que utilizamos, pero la gran mayoría de estos se elaboran, se mezclan, con materias básicas importadas. En esas condiciones la dependencia del país es casi que total. Y los costos de producción de los agricultores, por lo tanto, están sometidos al precio del dólar, al costo de los fletes marítimos, al arrendamiento de contenedores, a los precios de la energía y a las decisiones que tomen quienes producen los fertilizantes y además buena parte de los alimentos: Estados Unidos, China, Rusia, Ucrania e India. También juegan en el mercado mundial, dependiendo del producto, Trinidad y Tobago, Marruecos, Brasil, Argentina, Canadá y otros de menor importancia.

Por eso, frente a la crisis que estamos atravesando, el país debe abandonar la política de someter el abastecimiento de alimentos y fertilizantes a la producción extranjera y propugnar por una política pública que nos permita garantizar a los productores agropecuarios nacionales las condiciones necesarias para que sean ellos quienes nos alimenten y sean industriales nacionales quienes produzcan en Colombia los abonos y fertilizantes que nos permitan ser autosuficientes e incluso exportar. Para alcanzar ese objetivo se requiere renegociar los TLC. Eso nos daría la garantía de disponer de nuestro mercado interno y poder producir alimentos suficientes y con precios asequibles. Eso es ir más allá; es disponernos a empuñar la bandera del progreso nacional y no someternos a precios elevados y escasez de alimentos y materias primas agrícolas.