28 de marzo de 2024

Fico presidente

25 de marzo de 2022
Por Jorge Enrique Pava Quiceno
Por Jorge Enrique Pava Quiceno
25 de marzo de 2022

Con el pasar de los días se van decantando las preferencias electorales de los colombianos y va quedando en evidencia que el país, a pesar de la polarización, tiene voluntad para luchar por la democracia y el sostenimiento de la institucionalidad. La virulencia de esas bodegas que acompañan con fruición la campaña del terrorismo y el Foro de Sao Paulo, está logrando el efecto contrario: el rechazo de más y más ciudadanos que, por el hecho de pensar diferente, o de aspirar a que el país permanezca bajo un régimen donde se respeten las libertades, la economía y las leyes, somos víctimas a diario de amenazas, insultos, ataques despiadados y atentados contra nuestros derechos constitucionales.

Porque una Colombia donde pensar diferente a la izquierda arribista que se quiere tomar el poder utilizando totas las formas de lucha (incluido el fraude electoral), significa correr el riesgo de morir acribillado por quienes reclaman tolerancia y respeto por sus manifestaciones y protestas, es una Colombia que definitivamente hay que replantear. Y hay que replantearla, no para instaurar un régimen copiado de Cuba y Venezuela (sobradamente fracasados), sino para reforzar nuestros derechos y exigirle al Gobierno Nacional que cumpla el mandato de preservar la vida, honra y bienes de los colombianos. Hay que replantear y erradicar la debilidad del Estado, del Gobierno y de las instituciones que, se supone, tienen que velar por la defensa de nuestros derechos; hay que entregarle el poder a quien esté dispuesto a actuar dentro de la legalidad y a sacar a las calles a la fuerza pública para controlar los desmanes de aquellos criminales que, aupados por terroristas disfrazados de demócratas, solo saben destruir, vandalizar y atentar contra la integridad económica y personal de los ciudadanos de bien.

Colombia reclama a gritos un gobierno prudente pero enérgico; conciliador pero respetuoso de nuestros derechos; amigable pero fuerte; paciente pero estricto; receptivo pero no sumiso; y, sobre todo, dispuesto a pacificarnos sin claudicar los principios que son la columna vertebral de nuestro aparato jurídico e institucional. Un gobierno descomplicado, cercano al pueblo y defensor de sus derechos. Un gobierno alejado de la soberbia, el resentimiento y la lucha de clases que solo genera odios, resquemores y violencia.

¿Podría Colombia caer en las garras del terrorismo, la desinstitucionalización, el narcotráfico, la delincuencia organizada, la Primera línea vandálica y la abolición del orden constitucional? ¡Sí! Y eso es lo que debemos evitar. Ese es, precisamente, el riesgo que hoy corremos ante las amenazas constantes de Gustavo Petro y sus grupos perversos que han manifestado de todas las formas posibles que no aceptarán una derrota en las urnas. Una derrota que cada vez está más cerca ante la cobardía del candidato para responder por sus desafueros, y preferir escudarse en las redes sociales donde tiene un ejército de bodegueros dispuestos a atacar como hienas a quienes nos atrevemos a enfrentarlo. Un ejército que utiliza armas innobles y que orienta al otro ejército que, en las calles, atenta contra escuelas, colegios, iglesias, bancos, supermercados, entidades privadas y todo lo que se atraviese en su camino, generando violencia, pobreza, desolación y muerte.

Y el país lo sabe. Los colombianos, callados ante las amenazas de los desadaptados que utilizan el terror para intimidar y silenciar, están llenando las calles de un murmullo que se volverá ensordecedor en las urnas; un murmullo que se transmite de uno en uno y que se traduce en la necesidad de votar masivamente por quien hoy aparece como alternativa verdadera y como talanquera a los desafueros de Gustavo Petro y sus aliados. Un murmullo que se tornará en el gran grito de rebelión contra la incoherencia, la violencia, la desvergüenza y las costumbres delincuenciales de un hombre cuyo prontuario es verdaderamente extenso, y su presente no es en nada diferente de su pasado. Ese murmullo es el gran grito de libertad llamado ¡Fico presidente!

Tenemos que aumentar ese grito e instar a nuestros allegados, familiares y amigos, a que nos volvamos multiplicadores de la necesidad de derrotar en las urnas la iniquidad, el vandalismo, el terrorismo y la delincuencia encarnada en los violentos que hoy se pavonean haciendo alarde de su impunidad.

 

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