Las cosas en su lugar…
Leo con deleite y atención, siempre que se me presenta la oportunidad, los artículos, llenos de sapiencia y doctrina, del doctor Jesús Vallejo Mejía; varias veces me he referido a ellos en mis comentarios. Acabo de leer hoy el que tituló “la traición de los clérigos”, haciendo referencia a una obra de hace casi un siglo, que así se llamaba. Y siento gran pesar y una honda preocupación por los alcances que algunos están dando a una entrevista del santo Padre con un personaje de Colombia, el señor Gustavo Petro, y por el desconcierto que orientadores de opinión de tanto peso como el Doctor Vallejo puedan causar en muchos colombianos. Es la razón para este comentario respetuoso.
Hay unos hechos; éstos, algunos de ellos. El Papa Francisco recibió en audiencia privada a Gustavo Petro; audiencia de la que no hubo registro fotográfico o de cualquier otra índole; audiencia cuyos trámites, es de suponerse, se hicieron por el conducto regular; de cuyo contenido lo único que sabemos es lo que el mismo señor Petro ha dicho; y él, en su pérfida malicia, sabe llevar el agua a su molino… Por más que ahora, en trance de candidatura, trate de posar de creyente y respetuoso de la Iglesia católica, sabemos que Petro es un ateo, un enemigo inocultable de la doctrina social de la Iglesia y de su moral, un supérstite del más rancio comunismo materialista, un idiota útil de las fuerzas oscuras que pretenden hacer de América Latina un subcontinente subyugado al socialismo internacional; es alguien con un pasado criminal que ninguna amnistía puede borrar, y que nunca ha renegado de su pertenencia a una agrupación –los terroristas del M 19 – que cometió crímenes nefandos y siempre impunes.
Y hay más hechos. Con una desfachatez y una improbidad que rayan con el delito, los seguidores abyectos del señor Petro tomaron una fotografía del presidente ruso Vladimir Putin con el Papa Francisco, la adulteraron, y la publicaron como registro fotográfico de la visita de Petro al Pontífice. ¡Ruindad, malicia y perversidad iguales, imposible! Algo más, tómese como un principio moral o como un hecho: por un personaje así, por un candidato con esas características, ningún católico, en conciencia, puede votar. Sería pecado hacerlo.
Éstos y otros son, repito, hechos inocultables. Que entristecen, que por momentos desconciertan, para cuya interpretación se requieren mucho discernimiento y prudencia.
Con mi profunda, indeclinable y filial adhesión de mente y voluntad al Santo Padre, yo me atrevería a pensar: mejor hubiese sido que la malhadada audiencia no se hubiera dado. Pero, – y aquí me dirijo muy respetuosamente al doctor Vallejo Mejía -, afirmar que: “Es una manifestación nítida de hacia dónde se inclinan las preferencias de la jerarquía eclesiástica en lo que toca con las elecciones venideras” y que constituye un “gesto de apoyo tácito del Papa a las aspiraciones políticas de Gustavo Petro”, es atribuirle a ese hecho lamentable un alcance y una intencionalidad que no le caben. Y escribir que si la audiencia nefasta se tramitó, como debió ser, a través de la Nunciatura Apostólica, “al Nuncio se lo debe declarar persona no grata en nuestro país”, eso ya, francamente, es un exabrupto.
No, respetado doctor Vallejo; nuestros Pastores, y quienes somos sus colaboradores, no hemos abandonado, no, ni pensamos hacerlo, la doctrina de nuestra amada Iglesia; seguimos amándola y sirviéndole. El santo Padre Francisco sigue siendo para nosotros el Padre y Pastor universal, aquel a quien el Señor ha puesto para regir la grey y que lo hace con la asistencia del Espíritu Santo, en un mundo convulsionado y hundido en el más terrible desconcierto ideológico y moral; sus enseñanzas y sus gestos (que también son en alguna forma magisterio), sabemos que son susceptibles de interpretaciones abusivas e incluso de tergiversaciones maliciosas. Cierto, puede haber algún miembro de la jerarquía de la Iglesia que se aparte, ¡ay dolor!, de la ortodoxia; en el mundo y en Colombia. Pero pongamos las cosas en su lugar. No caigamos en un análisis ingenuo que nos lleve a ver en el santo Padre la más mínima intención de torcer el rumbo de nuestra patria; ni le endilguemos a “la jerarquía eclesiástica”, como usted dice, intenciones torcidas. Puede que en el cálculo malicioso y en el ánimo protervo de Petro haya estado desde el principio el propósito de utilizar políticamente su visita a la Santa Sede; nada de raro tiene esto en él. Pero en nuestro amado Pontífice no tenemos por qué sospechar la intención que su artículo señala. Siga, doctor Vallejo, siendo ese católico ferviente y auténtico que ha sido; siga abrevándose, como hasta hoy, en las fuentes de la doctrina inmarcesible del Evangelio; siga ayudándonos, desde su cátedra de pensador ilustrado y escritor jocundo, a quienes gustamos de recibir sus enseñanzas. Y siga -¡sigamos!- haciendo lo que cada uno de nosotros puede hacer, con nuestra reflexión, nuestro trabajo y nuestra oración, para salvar a la patria amada del horrible peligro y la tragedia inconmensurable que significaría el triunfo de Gustavo Petro, o de otros candidatos ateos y materialistas, en las ya próximas elecciones. Confiemos en que el Dios de Colombia y su Madre inmaculada nos protegerán de esos leviatanes monstruosos. Y recemos, él nos lo pide, por nuestro santo Padre, el Papa.
Ibagué, febrero 8 de 2022