La plaga que nos azota
Al siglo V antes de nuestra era se lo suele llamar “el siglo de Pericles”, pero bien podríamos llamarlo el siglo de la primera pandemia ampliamente documentada: la “plaga de Atenas” no fue la primera infección que traspasó fronteras, pues habrían ocurrido otras, pero de estas no quedaron crónicas detalladas que hayan sobrevivido hasta nuestro tiempo. La plaga de Atenas empezó a hacer estragos entre los griegos cuando combatían versus las ligas encabezados por Atenas.
Uno de los pensadores más notables del siglo XX fue Wilhelm Reich, por su talento tan original para diagnosticar las enfermedades del hombre moderno. Causa mucha lástima la tragedia de su vida que hizo de él un paciente más de las pestes que presumía de médico.
Es evidente que la emancipación de las élites en nuestra sociedad es la peor de las epidemias. No obstante, es necesario discernir ante la macabra propuesta de destrucción que tienen algunas colectividades de tipo político para un país que siempre ha estado en crisis y no en un progreso sostenido.
La plaga, como enfermedad, es la apología de la destrucción de masas, en términos tanto del ejecutivo como del legislativo. Bien lo dijo Aristóteles: “el hombre es un animal político”, que no ha tenido piedad, primero con el planeta y, segundo, que ha tomado la peor decisión de destruir lo que alguna vez construyó.
Mas peligroso que la gripe es la infección de algunos que inoculan demagógicamente a sus inocentes partidarios. Claro está que muchos de estos partidarios no son tan inocentes, sino que están ellos mismos corrompidos, económica o, en el peor de los casos, mentalmente: aplauden lo que hacen sus supuestos líderes.
Me voy con una cita de Miguel de Unamuno: “arrasaron, pero no convencieron”. La diatriba de grandes líderes políticos en Colombia es tener a su discípulo el populismo sentado a sus pies, acompañando su pretensión de mesías. Por eso mismo, la plaga es el hombre que puede más que la cura.
Para más información América Latina sobresale estadísticamente en dos categorías: criminalidad y desigualdad. Es una potencia en democracias deformadas. Lo más inverosímil es que desde Estados Unidos han respaldado un conservatismo en nuestra Colombia, cuya “demencia senil” es abrumadora en todos los frentes del país.
Realmente, la beligerancia o al menos la existencia de un conflicto armado y de un establecimiento reaccionario evidencia que hay pestes no aptas para la sociedad. Ellas la liquidan y a la vez fragmentan a Colombia.
Ya he mencionado reiteradamente los problemas que aquejan a nuestro país. Insisto en que la epidemia es superior a la cura, porque no hay instinto para ser mejores, sino cada vez peores. Eso podemos llamarlo “escolios”, como muy bien lo decía al gran intelectual, filósofo y reaccionario Nicolás Gómez Dávila, para referirse a temas como teología, sociología, filosofía y literatura para hablar sobre las vicisitudes del pais.
Miguel Ángel Hoyos Z.