29 de marzo de 2024

La nostalgia de la modernidad que no fue

15 de enero de 2022
Por Eduardo López Villegas
Por Eduardo López Villegas
15 de enero de 2022

En español se acuñó el término médico nostalgia, para significar el dolor por el deseo de regresar a casa, la tristeza por la dicha pasada; la literatura alemana introdujo la palabra sehnsucht para designar el dolor por el deseo de gozar de un apetecible futuro. Faltan palabras para la añoranza por un pasado que no se vivió, o por el que se  creyó vivir en la modernidad. Así, quien ha transitado por las vías y veredas para conocer este fastuoso país, pueda expresar el contraste de emociones que le significa los anuncios de modernidad vial, con las penosas experiencias padecidas de recorrer vías de un país, del que nos hicieron creer que la naturaleza lo tenía condenado al atraso vial.

Dentro de los balances de final de año se han difundido el de las realizaciones de obras de infraestructura de carreteras, agrupadas, presumiendo seriedad científica, en generaciones 4G y 5G, y a partir de 1994, de cuando se acudió a la figura de las concesiones.

La 4G (2013) , con 29 proyectos aspira construir o mantener más de ocho mil kilómetros de carretera, (son 19.000, las primarias nacionales), iniciativa que apenas ahora de manera reciente, en el 2020,  comienza a dar sus frutos.

Para la persona vehículo-andante que emprende su viaje desde el  eje cafetero, los anuncios y las realidades de vías nuevas, le acentúa la nostalgia por un pasado que creyó vivir con la ilusión de futuridad. Las Autopistas del Café, que conecta a las tres capitales del Eje Cafetero y al Norte del Valle, es un sonoro nombre para una  obra que ya, vista  a distancia, es bastante modesta, pues lejos está de los estándares mínimos de una vía moderna: desplazamientos fluidos y experiencia amable de manejo, libre de tensiones. Con dobles calzadas para descender de Manizales y  circular por el Quindío, pero un tramo central,  entre Chinchiná y Santa Rosas, justo entre dos peajes, costosos, muy cerca uno del otro,  la marcha obligada es  al ritmo de una renqueante tracto- mula,  que solo se sobrepasa  a riesgo de una colisión, o de un comparendo – la policía está siempre solícita en concederlos. El acceso a las Autopistas, para los que vienen del Magdalena, es una variante, -vía concebida para esquivar las ciudades-, la llamada Panamericana, que se empezó a construir hace cincuenta años, aún sin terminar, y cuando la entreguen, aún con doble calzada, ya será obsoleta, congestionada. La de Pereira, la Romelia – El Pollo, es una angosta calle trazada por inestables laderas. Son travesías agotadoras, por vías a las que se les atravesó la ciudad, con sus bodegas, hornos crematorios, moteles, viviendas.

El Eje Cafetero tuvo el privilegio – caro que le ha resultado – de ser beneficiado en la Primera Generación de vías.  Las autoridades del transporte dicen que, poco a poco,  han aprendido a contratar, y que la razón de las diferencias entre una y otra generación son los modelos de contratación, cada vez mejorados;  los  iniciales, entonces, chapuceros, ambiguos en la distribución de riesgos, -por torpeza o malicia-, de deficientes estudios socio-económicos, o de evaluaciones financieras, sin acompasar tiempos de adquisición de predios con la ejecución de obras. De hecho, la concesión de Autopistas del Café tuvo tal confusión  de cuentas, que algunas arrojaban el dato de que ésta  ya debía revertir al Estado pues ya se había pagado (2018) -la avalaba Vargas Lleras, conocedor del tema-, que quedaba un excedente, el que los Gobernadores de ese entonces se distribuyeron, y lo hicieron en vano, pues las cuentas no fueron respaldadas por el Tribunal de Arbitramento que resolvió el diferendo, a favor de la concesión, dándole un poco más de años de vida.

En las rutas de la Segunda y Tercera  Generación el Eje Cafetero fue cuasi -blanqueado (unos pocos kilómetros de Pereira a la Victoria)-, y en los de Cuarta Generación, con el de Pacífico Tres, recibió una bendición. Los habitantes de los valles del Río Risaralda y el del Cauca en el 41, estaban separados por una estribación de la cordillera occidental, que los ponía en la lejanía, a más de una hora. Hoy la distancia  se recorre en veinte minutos por gracia  del Túnel de la Tesalia. Viterbo queda a las puertas de Manizales, tan accesible como lo ha sido Pereira. Pasar sus tres kilómetros y medio,  para quienes lo moderno les llega con un siglo de retraso, es una experiencia como de tele-transportación, es  vivir en el futuro deseado.

En la cola de las 4G está la Iniciativa Privada Cambao – Manizales, corredor alterno al de Letras,  que promete el acortamiento en una hora, es un sehnsucht. Ha debido sortear dificultades para la consecución de licencias ambientales por cruzar cerca al Parque de los Nevados, pero ya tiene aseguradas fuentes de financiación.

En los Proyectos de la Segunda Generación estaba incluido el tramo Tobia Grande – Puerto Salgar. Aquí la nostalgia es por lo que pudo haber sido y no fue, y parece que tampoco podrá ser. Sería el acceso principal y expedito de Bogotá a la Ruta del Sol, en lugar del penoso tránsito  obligado por un estrecho pavimento que de Villeta asciende cansadamente al Alto del Trigo, y pesadamente se desliza a Guaduas. Al parecer veinte años no han sido suficientes para redimir el pecado de codicia de Comsa, -con la inocente o deliberada complicidad de las autoridades-,  empresarios españoles que venía a hacer dinero aprovechando de la extendida costumbre nacional de contratar a sabiendas de que el negocio era otro, y más rentable: incumplir el contrato y pleitear.

El Eje Cafetero agraciado con el paso natural más accesible entre los Valles del Magdalena y el Cauca, es el  beneficiado franco con el Túnel de la Línea, al que, si nombre le buscamos,  sería el Túnel El  Siglo, con el que se haría justicia a quienes en más de cien años batallaron con ideas,  proyectos, realizaciones y pleitos para sacarlo adelante.