28 de marzo de 2024

Gracias y desgracias de la grabadora

Autodidacta. Periodista de largo aliento formado en la universidad de la vida. Destacado en cadenas radiales, diarios nacionales y co-fundador de medios como Colprensa y el diario digital Eje 21. Formador de buenos reporteros en Manizales, Bogotá y Medellín.
30 de octubre de 2021
Por Orlando Cadavid Correa
Por Orlando Cadavid Correa
Autodidacta. Periodista de largo aliento formado en la universidad de la vida. Destacado en cadenas radiales, diarios nacionales y co-fundador de medios como Colprensa y el diario digital Eje 21. Formador de buenos reporteros en Manizales, Bogotá y Medellín.
30 de octubre de 2021

Los inventores de la grabadora jamás imaginaron que su creación ocuparía en el futuro un espacio tan importante en la historia de la humanidad, que se convertiría en un instrumento no sólo útil, esencial y práctico, sino también temido, peligroso y diabólico.

Así como sirvió para perpetuar las voces de verdaderas leyendas de la canción como Enrico Caruso y Carlos Gardel, también arruinó las carreras públicas de Richard Nixon y Ernesto Samper, dos políticos con las agallas bien grandes y una insaciable sed de poder.

El mágico recurso de la grabadora, concebido por Thomas Edison en 1877, acrecentó el prestigio y la fortuna del napolitano y el francés, porque sus discos se vendían en todo el mundo como pan fresco, y con el paso del tiempo serviría de instrumento para arrojar de la Casa Blanca al mañoso presidente gringo por el monumental escándalo del Watergate, y ensombrecer el bochornoso cuatrienio del presidente colombiano por la narcofinanciación de su campaña y el proceso 8.000. Si Edison no hubiese creado la grabadora, Nixon habría tenido su segundo período presidencial en Estados Unidos, y Samper, cuatro años de un gobierno sin tempestades a bordo, sin verse obligado a transitar durante 48 amargos meses por carretera destapada, llena de espinas y de abrojos.

Llamado en sus inicios el magnetófono, este aparato de apariencia inofensiva elevó a la condición de “inmortales” de la música –la única de las artes que no es visual– a Caruso y Gardel y contribuyó a que el populacho inventara leyendas en torno a ellos.  Del intérprete de arias se decía que su voz tenía tanta potencia que rompía ventanales, espejos, copas y vasos.  Del cantante de tangos se aseguraba que no había muerto en el trágico siniestro aéreo del 24 de junio de 1935 en el aeropuerto de Medellín, sino que como había quedado tan desfigurado, se ocultó para siempre en una pequeña finca de las vecindades del corregimiento de Santa Elena.

En la segunda guerra mundial, la grabadora fue instrumento de primer orden para emitir repetidamente a través de la Voz de Alemania, por orden del pernicioso ministro Joseph Goebbels, las consignas que apuntaban a enardecer y a acicatear a las tropas alemanas y a confundir a los aliados que procuraban apagar, también a sangre y fuego, la conflagración provocada por el satánico régimen hitleriano.

Pero la grabadora también rodaba en los estudios de la BBC de Londres con la transmisión constante de estimulantes mensajes en las voces del primer ministro inglés, Winston Churchill, y del general francés Charles De Gaulle, en los que convocaban a la resistencia a los supervivientes de la Europa incendiada por el genocida germano.

Después de la guerra ganada por los aliados, en el proceso de recuperación económica del Japón –uno de los países vencidos, humillado y vapuleado con la devastadora bomba atómica–, la tecnología nipona se dio a la tarea de producir grabadoras en serie de todos los pesos, precios y tamaños hasta conseguir la fabricación de una tan pequeña como una cajetilla de cigarrillos que cabe en el bolsillo de una camisa y que ha servido para grabarles a mansalva a muchos interlocutores.

La grabadora ha tenido en Colombia notables enemigos gratuitos.  La detestaron en sus tiempos de reporteros dos verdaderas estrellas del oficio: Iáder Giraldo y Gabriel García Márquez.  Jamás la consideraron digna de alternar en las faenas periodísticas con la libreta de apuntes y el lápiz o el bolígrafo.  Para ambos, ese adminículo manual “sólo servía para periodistas mediocres, sin talento, incapaces de retener algo en su memoria”.

Pese a esta respetable opinión, la grabadora ha sido por mucho tiempo herramienta vital, imprescindible, en el trabajo de los reporteros, porque con la voz del protagonista del suceso avalan la veracidad de lo que están comunicando a su audiencia.  También les sirve para salir de dudas sobre una cifra o la palabra exacta que empleó el entrevistado.  No es, pues, tan ‘mala gente’ el aparatito, aunque no es improbable que, después de las vicisitudes que vivió con los llamados “narcocasetes”, haya cambiado de parecer el periodista Alberto Giraldo López.

La apostilla: Los jefes políticos colombianos más notables del siglo pasado tuvieron que ver siempre con las grabadoras.  Cuenta el periodista Javier Baena que alguna vez fue con otros colegas a grabarle al caudillo conservador Gilberto Álzate Avendaño el tradicional programa “Cinco reporteros y el personaje de la semana”.  Cuando le acercaron el micrófono para responder la primera pregunta, Álzate quedo virtualmente paralizado, víctima de un ataque de nervios. “¡Quítenme esa cosa de la cara!”, exclamó disgustado el líder manizaleño.  Momento inolvidable: ¡un gigante de la oratoria paralizado ante un micrófono y una grabadora!