17 de abril de 2024

Arenas Betancourt, el judío errante en busca de un museo

17 de octubre de 2021

 Por: Jorge Emilio Sierra Montoya (*)

Del gran escultor colombiano Rodrigo Arenas Betancourt, cuyas obras se levantan en las plazas de Bolívar de las tres capitales del Eje Cafetero -“Bolívar desnudo”, en Pereira; “Bolívar-Cóndor”, en Manizales, y “Monumento al Esfuerzo”, en Armenia, celebramos hace dos años, en octubre de 2019, el centenario de nacimiento en Fredonia (Antioquia).

Con tal motivo, revivimos la triste historia del sueño de su museo en la capital de Risaralda, donde la viuda del artista, María Helena Quintero, nos concedió una entrevista en tal sentido. mientras preparaba allí, en el sesquicentenario de fundación de la ciudad, una amplia exposición del creador de varios de los más emblemáticos monumentos públicos en las principales ciudades del país.

“El judío errante en busca de un museo” es otra de las “Crónicas de vida en tiempos de guerra”, título de mi nuevo libro en Amazon, ya próximo a publicarse.

La idea del museo

En el año 2002, por iniciativa del ex presidente Alfonso López Michelsen con el apoyo de la bancada antioqueña en Cámara y Senado, el Congreso de la República aprobó la Ley 748 de honores a la vida y obra del escultor Rodrigo Arenas Betancourt, autor de los más importantes monumentos públicos en nuestro país: Lanceros del Pantano de Vargas y Bolívar Desnudo, entre muchos otros.

La viuda del maestro Arenas, María Helena Quintero, y sus dos hijos, estaban felices. No era para menos. La nueva ley incluía cuantiosos recursos económicos, tanto con el aporte inicial de 1.800 millones de pesos como producto de la anunciada emisión de una estampilla conmemorativa que permitiría recaudar treinta mil millones más.

En esta forma -pensaban- harían por fin realidad el sueño de hacer un museo en honor a su esposo y padre, pero también a ese gran artista nacional y latinoamericano, preservando su obra y legado, sus libros y manuscritos, sus bocetos y esculturas, que ellos exhiben orgullosos en su casa de Caldas (Antioquia), pero en condiciones inadecuadas.

Por fortuna, el municipio de Sabaneta ofreció un lote amplio, “muy hermoso”, para construir el museo o, mejor, el Centro Cultural Rodrigo Arenas Betancourt. Todo parecía marchar sobre ruedas, pero…

Honores, ¡sin plata!

Ningún gobernador de Antioquia presentó el proyecto requerido a la Asamblea para emitir la estampilla, al tiempo que el Ministerio de Cultura dijo siempre no tener dinero para hacer el cuantioso aporte aprobado, ¡que superaba dizque el monto de su presupuesto anual!

Pasaban los años sin que la norma en cuestión se aplicara. Por fortuna, en 2010, tras casi una larga década de espera, la señora Quintero vio la posibilidad de sacar adelante su proyecto cuando Juan Manuel Santos, quien había firmado esa ley como ministro de Hacienda, asumió la Presidencia de la República.

De inmediato, le escribió una carta al primer mandatario con los detalles pertinentes, confiada en su acogida por estar allí estampada la firma presidencial, sentándose otra vez a esperar.

De acuerdo con los procedimientos oficiales, la oficina jurídica de Presidencia estudió la ley, pero la remitió de inmediato, para las consultas de rigor, al Ministerio de Cultura, donde le respondieron, al margen de la escasez presupuestal, que por ser una simple ley de honores no había que cumplirla, ni por tanto girar los cuantiosos recursos solicitados.

El alto gobierno, como era previsible, acogió dicho concepto, enterrando de una vez por todas las medidas económicas contempladas en las disposiciones legales.

Pereira, ¿tabla de salvación?

Ante esto, sin embargo, la familia de Arenas no se dio por vencida. María Helena, consciente de que Pereira fue la ciudad más cercana a los afectos del artista -aún por encima de su tierra natal-, fue hasta allí a promover, con el apoyo de personalidades locales, la creación del Museo Rodrigo Arenas Betancourt con todas sus obras en bronce, yeso y papel, incluso realizando muchas de ellas que apenas estaban en esbozos, dibujos o fotografías.

Bolívar desnudo de Pereira. Alexis fotógrafo

La acogida fue extraordinaria, tanto que se pensó en un lugar abierto, nada menos que en el Parque Olaya, para exhibir varias esculturas de gran formato (como se hizo con las de Fernando Botero en el Parque Berrío de Medellín) y acondicionar, en la hermosa Estación del Ferrocarril que por algún tiempo fue sede de la Biblioteca Pública Municipal, la sede del Museo, realizada obviamente con todas las especificaciones técnicas.

De nuevo, por desgracia, la mala fortuna se atravesó. Del sitio en cuestión se terminó apropiando una entidad pública, perdiendo así La Perla del Otún, centro por excelencia del Eje Cafetero que ahora es patrimonio cultural de la humanidad por declaratoria de la Unesco, la posibilidad de ofrecer a propios y extraños un centro artístico de primera categoría, único en el mundo.

“Arenas es el judío errante en busca de un museo”, sostiene su inseparable compañera durante veinte años, hasta la muerte del artista en 1995.

Llamado de alerta

“Ahí está todo este legado artístico, de valor incalculable, almacenado en bodegas, en pésimas condiciones porque no tenemos la técnica, ni los conocimientos, ni el manejo, ni los recursos, para preservarlo”, comenta María Helena, quien anota que la dirección del Museo Nacional ha lanzado un llamado de alerta al ver que importantes documentos comienzan a desaparecer, devorados por los hongos, la humedad y la desidia del Estado más la del sector privado en el marco de su responsabilidad social con la cultura.

Ahí está ese legado, en su casa del municipio de Caldas, donde Arenas Betancourt tenía su taller, que ahora es sede, gracias al esfuerzo familiar, de la Fundación que lleva su nombre, la cual busca a toda costa preservar un patrimonio cultural de los colombianos, de todos nosotros.

Sobre el museo, no queda todavía sino una luz de esperanza: Pereira, en cuyo parque principal se levanta el soberbio Bolívar Desnudo, la obra que el maestro consideraba más bella, más interesante y la que más quería; donde hay cinco esculturas suyas (que incluyen el Monumento a los Fundadores, el Cristo sin cruz y el Cristo-Prometeo, así como su único mural, en el antiguo edificio del Seguro Social), el mayor número después de Medellín, y donde -asegura la viuda, emocionada- las gentes vibran cuando escuchan el nombre del artista, al rendirle homenajes y al contemplar sus obras, dando vueltas a su alrededor.

Los nuevos proyectos

Por ello, con sobrados méritos, el maestro fue protagonista de la pasada celebración del sesquicentenario de la fundación de Pereira, con una amplia exposición suya en la sede del Concejo Municipal (antigua residencia del poeta Luis Carlos González), mientras el Bolívar Desnudo, que ya cumplió su cincuentenario, fue restaurado al igual que el Monumento a los Fundadores, donde la figura de Prometeo se alza sobre los relieves laterales que reviven la proeza de los colonizadores antioqueños.

La alcaldía, además, conserva un proyecto, también de la Fundación, para el parque del barrio Cuba, cuya realización daría a numerosas familias humildes, de un vasto sector popular, tener la dicha de pasearse en torno a La Nueva Vida, escultura monumental que representa a una pareja con su hijo en las formas alegóricas, plagadas de símbolos, características del artista.

Entretanto, el famoso escultor antioqueño parece hoy el judío errante en busca del museo, de su museo, donde pueda finalmente descansar en paz. Ni siquiera la celebración del centenario de su natalicio le permitió lograr tan noble propósito…

(*) Escritor y periodista. Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua