El líder de la vivienda que llego a Pereira, corriéndole a la violencia

Textos y fotos: Álvaro Rodríguez Hernández
Nació en Fenicia, corregimiento de Tuluá, municipio del Valle, anclado en las montañas. Donde nacen muchos y se crían pocos. Dice uno de sus amigos de toda la vida que lo conoce al dedillo.
Llego con su familia siendo muy niño. Su padres le corrían a la tenebrosa violencia y al tenebroso “corte de franela”.
Época de “cóndores no entierran todos los días”.
Mas paisa que el oís o mira ve. Este es: del como así, home… avemaría, pueeeesssss!!1 El sonsonete de la arepa y sancocho.
A PULSO
Se hizo a pulso. Midiendo las expectativas arropado por la brisa fresca que cambió en Pereira, la ciudad donde respira, ya muy entrado en años.
Su labor le ha permitido ser concejal de Pereira, construir por autoconstrucción más de 2 mil viviendas y entregárselas a los mas necesitados.
Este hombre – sencillo, devorador de libros e inventor de frases que le llegan al corazón del pueblo – suda liberalismo puro. No desteñido, musita con el calor y el invierno que se viene encima apretando el alma.
SIN IDEOLOGIAS
Hoy se burla de lo que queda de ideologías y del abandono de los partidos a la gente.
De esa alma que brota sensibilidad y humanismo. Una sensibilidad apretada por largos años donde ha construido su imperio. Se ha ganado un puesto en el liderazgo social empujado a la brava cuando toca.
Ha “despeinado” a mandatarios lustrosos y les ha recordado lo terrenales que somos cuando evaden, eluden, el peso del pueblo nada sumiso.
Se le veía entrar de rodillas como una burla ante los poderosos. No pidiéndoles ni implorándoles nada. Así, contrario, clamando justicia sin rodilleras.
EL PADRE QUE NO TUVE
Su yerno fue Representante a la Cámara. Hoy es diputado y volvió a colocar su nombre para coronar otra vez la Cámara por el partido de la U, donde revienta trabajo para sobrevivir a la jauría electoral.
Se trata de Juan Carlos Valencia Montoya, un cálido profesional y decente político, a quien “tiene como un segundo padre que nunca tuve”. Sinaí, es un hombre harto maduro, cargado de enseñanzas y brillos.
Padre de dos hijas y abuelo de 3 nietos como un inventario de nobleza.
De gafas que se le resbalan para sobreponerse a la visión de la vida. Hombre de pausa y de ráfagas verbales para transmitir un liderazgo barrial empujado.
SABIO BARRIAL
Lo califican de “sabio popular”. De comunicar sin florituras sino con el “lenguaje de la calle”. Autodidacta consumado.
Sinaí Giraldo Henao, es el personaje de la historia. Líder sudoroso este, al que hace apenas unos días el gobernador del Risaralda, Tamayo Vargas, le impuso una de las mayores condecoraciones, en nombre de un pueblo que se levanta y que busca y que tramita respuestas a las dificultades que se amontonan entre la pobreza.
Gran cruz del Risaralda, grado Caballero, depositada en su figura inhiesta, erguida.
Lágrimas y recursos de tardes de derrotar y triunfos. Sinaí, suena a militante bíblico confundido entre la fauna política.
De discurso fácil y entrador como líder de barrio que se respete y trascienda en ese altar del poder que como un trono se dispersa en muchas manos glorificadas por la política.
SE HIZO ESCUCHAR
El que se hizo escuchar de muchos gobernadores y alcaldes con una mezcla de verbo rabioso y duro contra el mando o el poder de los lanudos, como prefiere llamar a los encorbatados o lagartos que no atienden al prójimo. Al desvalido.
Le huye a las muecas del gobierno.
El viviendista a quien el gobernador Tamayo, le entrega un reconocimiento bien ganado y merecido por su lucha sin límites en materia de lo social.
La paz ha estado presente y la añora para Colombia.