9 de diciembre de 2024

Cordilleras

Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
11 de junio de 2021
Por Víctor Hugo Vallejo
Por Víctor Hugo Vallejo
Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
11 de junio de 2021

Mirar las cosas desde la distancia y sólo con el  ánimo de informar en los mejores términos, da una perspectiva que la emocionalidad apasionada no deja aparecer para quienes han convertido esos hechos en cotidianos, sin que se ausenten las alegrías, ni mucho menos las decepciones que se producen cuando llegan los triunfos o aparecen las derrotas, todo ello propio de quienes asumen las competencias como el mundo en el que quieren vivir. La ausencia de afectaciones emocionales puede servir de guía a un conocimiento más esencial de la realidad en la que se genera la presencia de muchos jóvenes que sin mucha presencia física, delgados, de baja talla, poco fornidos, afrontan los grandes retos de escaladas enormes en las que la demanda de oxígeno es mayor en cada paso que se avanza. Verlo de lejos es simple, tratar de conocerlo en sus propios orígenes es un poco más complejo y demanda de indagaciones en las que se llegan a conocer las esencias de la causalidad de esas grandes figuras que se tomaron el viejo continente y sus grandes competencias en las que ahora son necesarios invitados.

Conocer las causas de lo que sucede, siempre será  la determinación que deba asumir quien pretende encontrar explicaciones satisfactorias a unos resultados. Es ir a los orígenes de todo. Quien no conoce el origen de algo, no está en posesión de todos los elementos que le permitan explicaciones que al menos se compaginen con la lógica. De ahí la importancia de investigar y no quedarse en los resultados finales. Es tarea que los informadores deben asumir con la seriedad que demanda una disciplina personal y dedicación concreta a lo que se hace. Contar los resultados, con emociones incluidas, no deja de ser solamente el final de una historia que de alguna manera tuvo que ser elaborada con antelación. Nada es el producto de la generación espontánea, ni mucho menos de la improvisación. Improvisar es el método del fracaso en cualquier actividad que tenga el ser humano. Nadie debe hacer lo que no sabe, porque el resultado jamás va a pasar de simples ilusiones construidas sobre carencia de fundamentos. En nada, absolutamente en nada, se debe improvisar por parte de los seres humanos. La excusa de que no hay tiempo de hacerlo con dedicación, es una salida fácil  que puede satisfacer a muchos, pero que finalmente deja vacíos que no son fáciles de llenar.

Hace 46 años se comenzó a tejer ese sueño en solitario de probar las capacidades de los ciclistas colombianos con las de las grandes figuras de Europa, probando fuerzas en sus carreteras, con sus condiciones, con sus reglamentos, con su topografía. Y asumiendo el ejercicio y práctica del deporte como una profesión de la cual devengar lo suficiente para llevar una vida con las comodidades  que da un buen salario y no seguir pedaleando por trofeos, medallas y condecoraciones que agregan a los honores, pero que mantienen a las personas en las mismas condiciones de las que pretende salir con su lucha de esfuerzo y consagración. Fue en 1975 cuando se emprendió esa campaña no orquestada inicialmente, de luchar en las grandes pruebas del ciclismo profesional en el viejo continente, cuando la primera gran figura de orden internacional, Martín Emilio “Cochise” Rodríguez, con talla suficiente para igualarse a la corpulencia de los europeos, se fue a esas tierras a buscar títulos, y por primera vez, pero. como gregario de Felice Gimmondi, como correspondía por su falta de experiencia y conocimiento del medio, para mostrarse en el Tour de Francia, la mítica carrera que consagra o derrota, pero que no a todos permite correrla, pues para ello se deben reunir una serie de requisitos que solamente quienes alcanzan la élite de ese deporte logran satisfacer. Tomar la partida de esa carrera ya es un palmarés que puede exhibirse en muchos lugares del mundo. “Cochise”, ya con dos carreras de orden mundial ganadas para entonces,  corrió el Tour de ese año y se mostró con suficiencia al ser el primer colombiano en rodar en condiciones de igualdad con los grandes grandes del ciclismo mundial. Vence las dificultades de los  Alpes, con lo que se dio inicio a un desfile de deportistas nacionales que han trasegado con suficiencia la carrera de tres semanas. Desde entonces, los ciclistas colombianos han ido ganando espacio en los clubes profesionales. El antioqueño, uno de los hombres más carismáticos  que ha dado el deporte nacional, fue el precursor  de lo que tuvo culminación, más no final, con el Tour de 2019 cuando el joven Egan Arley Bernal Gómez, natural de Zipaquirá, lo ganara con suficiencia, doblegando a las grandes figuras del viejo continente, pero con un amplio recorrido de presencia de muchos otros ciclistas que han dejado en alto el orgullo de los colombianos.

Esa constante y exitosa presencia de colombianos en tantas competencias ciclísticas internacionales, fue lo que llamó poderosamente la atención del veterano periodista deportivo Guy Roger, quien por más de 33 años trabajó en el diario deportivo francés “L´Equipe”, cubriendo  deportes como el ciclismo, el fútbol, y especialmente el ciclismo, habiendo estado presente en numerosos tours de Francia, siendo testigo de las proezas de esos pequeños trepadores de elevadas montañas. Se hizo la pregunta de cual o cuales las razones para que fueran tan buenos o más que los europeos, a pesar de su biotipo pequeño y fuerte. De ahí apareció la investigación a fondo que en este mes de mayo de 2021 culminó con la publicación del libro “Egan Bernal  y los hijos de la cordillera. Viaje al país de los escarabajos”,  de editorial América, editado por Luna Libros, en Bogotá, en traducción al español de Katerina Sierra Fiodorova, en edición de 2000 ejemplares, inicialmente, cuyo producido será destinado completamente -donación de los derechos de autor- a la Fundación Esteban Cháves, dedicada a ayudar a los niños con problemas ortopédicos y a la formación de jóvenes ciclistas.

El libro es un extenso recorrido, de 347 páginas por las que van desfilando los más grandes del ciclismo colombiano de todos los tiempos y salió al mercado de las librerías en la misma semana en que ese 30 de mayo de 2021 Egan Arley Bernal Gómez se consagró como el ganador del Giro de Italia, completando de esa manera el triunfo en dos de las tres vueltas grandes, igualando, a los 24 años, a Nairo Quintana, otro de los protagonistas de  la obra, quien ya tiene en su haber el Giro de Italia de 2014 y la Vuelta a España de 2017, por tanto carece de cualquier referencia a esta última victoria de Bernal.

A pesar del formato en libro, la obra no abandona el estilo del periodista nato, hecho en el trajín de todos los días informando sobre deportes, y sin que se dejen identificar tendencias o pretensiones de escritor. Es la obra de un reportero que necesitaba de muchas palabras, espacios y tiempo para completar tantas historias sobre las que se ha ocupado en la urgencia y carencia de amplitud de quien debe informar, antes que nada, de manera oportuna. Un recorrido muy divertido, bien informado y escrito en un lenguaje de profunda admiración por todos esos que ahora son sus amigos y por quienes no oculta sus predilecciones, este periodista francés.

El prólogo es del cantante Carlos Vives –de quien nadie posee antecedentes de que sea escritor, ni mucho menos un gran lector de literatura-, en cuyos renglones habla mucho de lo que es él y de sus relaciones con la bicicleta desde niño y cuando tuvo la oportunidad de que en un almacén de Caribú, en Medellín, “Cochise” le firmara un autógrafo. Del libro y su contenido no dice una sola palabra. Queda la sensación de que no se lo leyó para esa nota introductoria. Bien puede prescindirse de su lectura y no pasa nada. Es más lo que le resta que lo que le aporta al texto. Un prologuista hablando de si mismo, sin emitir conceptos o contextualizaciones  de lo que se va a leer.  Cosas del mercadeo.

En ese recorrido informativo de las participaciones de corredores colombianos en el Tour de Francia, se van conociendo las pequeñas historias de “Cochise” en el año de 1875.

Se recuerda el año de 1983 cuando la firma de baterías Varta llevó el primer equipo de ciclistas a carreteras del viejo continente, haciendo una presencia que marcó un comienzo que se ha ido consolidando con el paso de los años.

Se trae a la memoria  la primera etapa que ganara un colombiano en esa carrera de tres semanas, cuando en 1984 Lucho Herrera se hiciera a la 17 etapa, con todo el estruendo y el orgullo que el hecho despertó en todos los colombianos, que como en los viejos tiempos de la Vuelta a Colombia, se pegaron de las hondas informativas  para saber de esa gran hazaña, ganándole a renombradas figuras de talla mundial.

En 1985 la resonancia de los nacionales fue mayor, pues fue el año en que Lucho Herrera ganara la etapa 11 y Fabio Parra, su eterno rival y compañero, ganara al día siguiente en la etapa 12. Y Lucho, además, se coronó campeón de los premios de Montaña, luciendo la camiseta de las pepas rojas. Ya los colombianos no eran sorpresa para nadie, eran competidores con quienes había que contar.

En 1987 Lucho Herrera repitió el triunfo en la clasificación de la montaña y esa camiseta de pepas rojas entró a hacer parte de su colección de trofeos.

Para 1988 Fabio Parra ganó  la etapa 11, con llegada en alta montaña.

En 1991 los europeos conocieron una nueva figura, en la persona de Álvaro Mejía, de origen pereirano y quien ahora ejercer como un brillante médico deportólogo, quien en su debut se llevó la camiseta blanca que distingue al mejor de los jóvenes participantes de la extensa carrera.

Oliverio Rincón es el encargado de dejar en alto el nombre de Colombia en la edición de 1993, al ganar la etapa 15.

Nelson el “Cacaíto” Rodríguez levanta los brazos en forma triunfadora al final de la etapa 17 en el año de 1994.

En 1999 corresponde el turno ganador a José Jaime “El chepe” González en la etapa número 11.

Ya en el siglo XXI, en el 2000, el Campeón Mundial contrarreloj, Santiago Botero, se alza con le atapa 14 y muestra que en nuestro medio no solamente se dan corredores de tallas pequeñas, sino de fortalezas físicas y grandes velocidades sobre la bicicleta.

 

En el 2001 el nombre del país lo coloca en alto Félix “El gato” Cárdenas, al ganar la etapa 12.

 

Para el año 2002 Santiago Botero repite victoria de etapa en esa extensa carrera y se lleva la número nueve.

 

En el 2003 es Víctor Hugo Peña quien gana la etapa cuarta y se viste con la camiseta amarilla de líder por cuatro días, siendo el primer colombiano en lucirla. Ya los corredores de este país les mostraron a los europeos que iban por mucho más y que el aprendizaje cada día arrojaba mejores frutos.

 

En el 2007 el mundo vio a uno de los más grandes corredores  que haya dado Colombia, desafortunadamente perdido por la gloria y las victorias en un gravísimo accidente en plenas competencias, Mauricio Soler, quien gana la etapa novena y da muestras de un futuro sólido y ganador. Las curvas a veces juegan muchas malas pasadas. Es difícil olvidarlo, a pesar de su pronto retiro, porque con lo que mostró en las carreras hizo saber que era grande entre los grandes. Su nombre se hizo imborrable en la historia del deporte colombiano.

 

En el 2013 hace su aparición en esas curvas y montañas otro hombre que marcaría y sigue marcando el éxito del ciclismo colombiano, el gran Nairo Quintana, pequeño de cuerpo, fuerte de personalidad y de carácter forjado al sol y al agua, yendo todos los días en pesadas bicicletas a su colegio, en recorrido de 32 kilómetros ida y venida, subiendo al alto del Vino en muchas ocasiones y adquiriendo fortaleza en sus piernas que lo han hecho un gran campeón. Cuando algún europeo racista, lo quiso sacar de competencia en una peligrosa curva, con un codazo y el insulto de “enano negro”, sacó su temple y entendió que no se trataba de ser bueno en las subidas, sino firme en la actitud y aprendió a repartir codazos y empujones en las curvas para hacerse respetar, como se le respeta en la actualidad. Nada le fue fácil, pero jamás ha pedido tregua. Ha dado la lucha con todos los medios necesarios para hacerse respetar como lo que ha llegado a ser: una gran figura. Ganó la etapa 20 y fue subcampeón de esa edición.

 

En el 2015 Nairo repite su segundo lugar en la clasificación general y gana la camiseta blanca  de mejor joven de la competencia.

 

En el 2016 es Jarlison Pantano quien se corona vencedor en la etapa 15 y Nairo Quintana se ubica tercero en la general de la vuelta.

 

En el 2017 el paisa de Urrao Rigoberto Urán enseña su extrovertida personalidad, la fuerza de sus piernas y llega segundo en la clasificación general, habiendo ganado la etapa novena.

 

En el 2018 aparece el segundo hombre de estas tierras en portar la casaca amarilla, al ganar la primera etapa. Fue Fernando Gaviria, el velocista, quien además repitió triunfo en la etapa cuarta.  En ese mismo año Nairo Quintana gana la etapa 17 que entra a su palmarés de respeto y categoría.

 

En el 2019 aparece la gloria plena cuando ese jovencito de 22 años, nacido en Zipaquirá, hijo de un vigilante de seguridad privada y una empleada de un cultivo de claveles rojos, con una personalidad arrolladora y ante el desfallecimiento de sus dos líderes, no duda en hacerse el capo del mejor equipo del Mundo, el Sky, y se convierte en el primer nacional ganador del Tour de Francia, con lo que la consolidación de esa escalada de triunfos y homologación de calidades con los mejores ya no ofrece ninguna duda. Es el año de la consagración definitiva de Egan Arley  Bernal Gómez, el chico que a los 12 años toma la decisión de que iba a hacerse cargo del sostenimiento de su familia, sus padres y su hermano -quien le sigue los pasos en la bicicleta- y que será campeón, inicialmente de cicclomontañismo, hasta cuando en Europa lo descubren y lo llevan a las carreteras con los resultados que son conocidos por todos. En esa misma edición Nairo dijo una vez más presente y se ganó la etapa 18.

 

En el 2020 se muestran dos grandes nuevas figuras como son Daniel Felipe Martínez, el héroe de cientos de miles de colombianos que lo vieron en televisión en el 2021 convertido en el gran peón que hizo posible el triunfo de Egan Bernal en el Giro de Italia, sin desampararlo, sin luchar en su contra y usando toda la fuerza de sus piernas y las palabras de aliento que tanto se necesitan cuando las fuerzas parecen perderse. Daniel Felipe será líder de muchas carreras, como que ha demostrado que es capaz de grandes cosas. Y debe ser el símbolo personal de lo que es la solidaridad humana, de la que carecen tantos colombianos. Se le puede aprender un poco. Allí, en ese mismo año, se muestra también a Miguel Ángel “ Supermán” López, menudo, aparentemente frágil y de una fuerza extraordinaria, quien gana la etapa 17, dejando el testimonio de lo que será capaz en el futuro.

 

El libro de Guy Roger es un delicioso recorrido por esa historia del ciclismo colombiano que tantas glorias, honores y alegrías le han dado a los colombianos y de lo que estamos tan orgullosos. Publicado el libro y una semana después de su triunfo en el Giro de Italia 2021, se supo del contagio de Covid-19 de Egan Arley Bernal y todos nos sentimos agraviados por esa pandemia que ya se acerca a los 10.000 muertos en nuestro medio, muchos por incapacidad científico en su tratamiento, otros por irresponsables comportamientos colectivos.

 

En medio de las angustias que ahora nos ha correspondido vivir, viene bien al ser, disfrutar de una obra como el libro de Roger, que se deja leer fácilmente, pues no es un libro para entrar en pensamientos profundos o reflexiones filosóficas, sino para sentir que tenemos muchos motivos de orgullo y no sólo de vergüenza.