Auténtica
No es la más hermosa -aunque todas las mujeres son bellas- y ella es consciente de eso, que, por lo demás, la tiene sin cuidado. Así ha sucedido siempre, nunca se ha desconocido y tiene la seguridad de que ha llegado a donde sólo alcanzan los más grandes, no por tener poses de diva, ni mucho menos alcanzar titulares con hechos de su vida privada, que es completamente hermética, a pesar de constituir una pareja de famosos, como que su esposo es tan o más talentoso que ella misma, pero en otros espacios, de lo mismo. Desde siempre supo que quería ser en la vida. Y se preocupó por su propia cuenta de asumir el difícil camino del aprendizaje, en el que no ha eludido esfuerzo alguno y con fundamento en una extraordinaria disciplina individual, la dedicación plena a todo lo que hace y la entrega sin condiciones a sus responsabilidades, ahora ha pasado a esa breve galería en que solamente se ubican los genios, sin que ella lo entienda, en momento alguno, de esa manera, pues piensa que es una persona más, que debe comportarse con un sentido claro de ser parte de una comunidad, en la que nadie tiene porque rendirle pleitesía, ni mucho menos concederle ventajas. Ella hace lo que hace porque le gusta, porque lo quiere hacer bien y sabe que cada vez que termina un papel, viene otro del mismo nivel de exigencias, que es el reto que le encanta asumir.
Ya son más de cuarenta años moviéndose en ese mundo de los reflectores, de las cámaras, de la ficción, del mensaje que busca transmitir con efectividad y sin acudir a fingimientos que dejarían a un lado esa profesionalidad con que lo asume todo. También son más de cuarenta películas en que su papel ha sido protagónico, muchas series de televisión, numerosas obras de teatro y ni se diga de la cantidad de filmes de los que ha sido productora. Es una vida dedicada a las artes escénicas en dos de sus manifestaciones, con un solo sello: el de la calidad. Es exigente hasta el detalle, no permite, ni le gusta, ni tolera que nadie haga nada mal hecho, porque demanda que todos tengan el mismo nivel de profesionalismo que siempre le acompaña a ella. Lo suyo es tan natural, que de la misma manera lo entiende para todos los demás y por eso con su mero comportamiento demanda que todos se ubiquen en su nivel.
Llegar a donde ha llegado hoy día no ha sido sencillo, pero tampoco lo entiende como cosa del otro mundo. Hacer las cosas de la mejor manera es natural en ella, es como la vida común. Al fin y al cabo eso fue lo que se propuso desde un comienzo, incluso cuando no conocía los secretos de su profesión, porque apenas era una niña que estaba descubriendo sus gustos para tener opciones de escogencia de caminos. Siempre quiso ser la mejor. No anduvo predicándolo, ni diciéndolo a los cuatro vientos, era un sencillo diálogo consigo misma, que elaboraba todos los días y en cuyas conclusiones siempre llegaba a las mismas deducciones, hay mucho por mejorar, hay mucho por aprender, cada vez se aprende un poco más y no hay que darse por satisfecho nunca. Se puede ser el mejor hoy, pero no será lo mismo mañana. Deberá reiniciarse el mismo camino de trabajo diario para mantenerse y para superar sus propias metas. Cada día es un reto nuevo y así lo toma.
A los 17 años su profesor de teatro le planteó el reto de personificar a Lady Macbeth en la obra el Universal Shakespeare y no dudó un solo instante en aceptarlo. Eran sus primeros pasos en la escena y hablar de representaciones de la enorme dificultad interpretativa del citado, casi que era asunto de quienes llevaran muchos años entregados a representar figuras, emociones, pensamientos y definiciones que corresponden a la gran figura del teatro universal. Ella se tuvo confianza. Su docente y sus compañeros confiaron en ella y la respuesta fue una representación de extraordinaria calidad y el descubrimiento definitivo de lo que sería su vida de ahí en adelante: iba a ser actriz. Y no se inflamó de orgullo, de suficiencia o de convicción vana de serlo, sólo logró entender que si actuar le gustó, venía el gran compromiso del aprendizaje, pues sabía que el arte no se asume de manera improvisada, ni mucho menos con el simple entusiasmo de quien quiere hacer las cosas. Es la responsabilidad de quien precisa el gusto por lo que hace, sin dejar de lado el compromiso de prepararse de manera adecuada para todos los desafíos que desde esa decisión deben ser asumidos. Así lo entendió y así decidió que sería su vida.
Sus estudios preparatorios los hizo en la Universidad de Virginia y en 1980 se recibió en Artes Escénicas. Estudios que no se detuvieron allí, como que fue a la Universidad de Yale donde dos años más tarde recibió su Magister en la misma materia. Y no ha dejado de estudiar nunca más. Y se ha leído a todos los grandes autores de la dramaturgia universal, muchos de los cuales ha llevado a escena en obras de teatro, de cine y de televisión. Sabe que el teatro es parte sustancial de la creación literaria y que tiene una milenaria tradición que debe ser de pleno conocimiento de quien se acerca a la creatividad de representar la vida misma, porque esos personajes de ficción -como todo lo de ficción-, no son más que transcripciones en modo literario de lo que ha sido, es y seguirá siendo la realidad humana. Representar esos personajes y esas situaciones debe ser auténtico, tanto como el ser que se transcribe en la escena. Y esa ha sido la guía de su vida profesional: ser absolutamente auténtica en su trabajo, no fingir, no suponer, no imaginar, sino meterse en la piel de cada una de esas representaciones y ser ella misma, transformada en esa representación.
Su figura personal pasa en medio de la gente sin llamar poderosamente la atención. Quien la ve en la calle, caminando desprevenidamente, junto a todos los demás, no logra dimensionar que camina al lado de una de las grandes figuras universales en los últimos años. Ella trata de no trascender. Sólo lo hace cuando se encuentra encarnando a esos seres conflictivos a los que les entrega sus facciones y sus expresiones emocionales. Cuando no está en escena procura ser ella misma, sin títulos, sin protecciones especiales, sin multitudes, sin hechos que las convoquen, quiere que la vean como uno más. Ella se siente uno más de todos. Lo que hace no le parece extraordinario, así procure ser siempre la mejor, lo que hace como el desarrollo de su compromiso permanente de ser auténtica. Lo que nunca le ha generado dificultad alguna, porque lo que si le costaría mucho es lucir como la que no es.
Cuando asiste a actos públicos, a reuniones sociales, a hechos colectivos llega elegantemente vestida, sin estridencias, sin acudir a diseñadores de renombre que elevan costos de vestidos, que a veces parecen diseñados con el ánimo dirigido a la extravagancia. Ella luce elegante, sobria, natural. Su bello cuerpo, su porte digno, sus gesticulaciones y movimientos corporales ceñidos a lo natural, sin rastros de retoques de cirugía plástica de ninguna naturaleza, como se estila en ese mundo, con lo que tiene y cuida a través del ejercicio corporal y de una alimentación adecuada, luce siempre como ella misma. Las formas eróticas, explosivas, atrayentes a los ojos de la morbosidad no son de su agrado. Ella es como es y así se presenta. Por eso cuando habla en público, en breves intervenciones se limita a transmitir lo que piensa en ese momento y sabe que su protagonismo se da es en las escenas de lo que hace, pero que no es la figura influyente que pretenda cambiar el mundo abusando de su notoriedad. Cada cosa la ubica en su lugar.
En su historia profesional ya cuenta, entre otros, con tres premios Oscar por mejor actuación protagónica, habiendo sido nominada en cuatro oportunidades, pero sin que quepa duda de que en un futuro va a seguir siendo figura central porque en cada personaje interpretado logra los niveles de convicción y autenticidad que constituyen su marca individual; también se ha ganado dos premios Globos de Oro, siendo nominada en ocho veces; en los Premios Bafta ha sido galardonada en dos veces, con un total de cinco nominaciones; en los Premios Sindicato de actores, entregados por verdaderos especialistas en la materia, ha sido distinguida como la mejor en cuatro veces, teniendo ocho nominaciones; en los Premios de la Crítica Cinematográfica ha sido nominada en seis veces y ha resultado ganadora en cinco oportunidades. La lista es extensa y haría de toda esta nota un mero inventario de consagraciones, pero basta con lo dicho para saber que se habla de una de las más grandes actrices que tiene el mundo en el día de hoy.
En una película que no ha llegado a las salas colombianas por la sencilla razón de la pandemia que nos mantiene encerrados, se acaba de ganar el Premio Oscar a la mejor actriz protagonista, por la representación de una mujer que después de los sesenta años decide llevar una vida distinta a la que ha llevado hasta ese momento como docente, a quien llaman a que se pensione anticipadamente, a lo que se niega, aduciendo razones que son propias de la plena responsabilidad de un ser humano consigo mismo: necesita seguir trabajando, necesita estar ocupada, no quiere irse a casa a tejer crochet, a tomar té con las amigas y a hablar de majaderías que van llenando de vacíos la vida. El pasado 26 de abril, en la última versión de los Premios de la Academia de Hollywood, se reconoció una vez más a Frances McDormand como la mejor de todos, en competencia cerrada con otras grandes de la pantalla grande.
Y no fue accidental que ella haya resultado, por tercera vez, ganadora de esa anhelada estatuilla, es que todos los personajes que tienen la fortuna de encontrar en su figura su representación, consiguen meterse con el público, para bien o para mal, pues nunca son seres de esos que a todos convencen, generan ternura, admiración y aplausos. Son personaje que en muchas ocasiones lucen repelentes con su forma de comportarse como ser humano. Pero es tal la fuerza de sus representaciones, que todos se olvidan de la actriz como tal y sólo alcanzan a detectar a su reencarnación.
Es la tercera vez que sube a ese escenario a recibir la estatuilla y a dirigirse a los asistentes -en esta ocasión más virtuales que presenciales- a quienes en esencia dice gracias y toma el galardón como una retribución más a lo que hace de la manera más auténtica posible.
Supo lo que era esa experiencia en 1996 cuando su representación de una dura comandante de Policía, en avanzado estado de embarazo, obra con dureza en la investigación de una serie de crímenes que se están presentando en la ciudad, como producto, se conoce al final, de una decisión criminal de un quebrado comerciante de autos usados, que con el fin de obtener recursos con los que salir a pagar las numerosas acreencias, busca la participación de antisociales para que secuestren a su esposa y pedirle a su suegro un alto rescate por su vida y su libertada. Los habitantes de Minnesota no confían mucho en que esa jefe de policía, con enormes dificultades de movimiento por su preñez, sea capaz de sacar adelante exitosamente esa indagación. Las dificultades y torpezas físicas las supera el carácter duro y decidido de esa mujer que no conoce obstáculos, y quien es incapaz de dibujar una sonrisa en su rostro. Bajo la dirección de Martín MacDonagh, quien la tiene como una de sus actrices favoritas, en “Fargo”, Frances McDormand consiguió esa ambicionada estatuilla dorada, que para muchos se constituye en obsesión y que para ella es apenas una de las metas posibles de alcanzar, lo que logra sin tener que incurrir en esfuerzos salidos de lo normal, porque ella sólo acepta papeles en los que su personalidad, su forma de ser, su forma de moverse y de reaccionar luzcan naturales. Por eso no es de demostraciones emocionales exageradas cuando se anuncia su nombre. Se alegra y mucho, pero sin escenas que deben corresponder siempre a lo histriónico, no a la realidad, de la que nunca se separa fuera de escena.
En el 2017, nuevamente bajo la dirección de Martín McDonagh, Frances McDormand se alzó con la segunda estatuilla dorada por su papel protagónico en el que representa a una desesperada madre de familia que ha perdido a su hija asesinada y violada y observa como la actividad investigativa de la autoridad es casi nula, por lo que mediante el texto de tres vallas publicitarias instaladas en las entradas de la ciudad, somete a la vergüenza de la ineptitud y la ineficacia a la policía del lugar, con lo que desata una serie de conflictos en que se ven involucrados los principales del pueblo, que legalmente no pueden hacer nada en su contra, pues cuando ordenó el montaje y el texto de los mensajes, consultó previamente con el publicista que fuesen avisos permitidos por las normas federales y las del Estado. Ante esto, la policía comienza un hostigamiento para presionar el desmonte de los avisos y se inicia una ola de violencia en la que las agresiones son mutuas y dolorosas. Es la cinta “Tres avisos por un crimen”, con el que nuevamente fue premiado su papel de mujer dura, decidida y fuerte. No conoce el llanto, pero si muy los objetivos que persigue con tal de llegar a saber quienes han sido los partícipes en el crimen de su hija.
Cuando en el año 2007 se reventó la llamada Burbuja Inmobiliaria que provocó el endeudamiento colectivo de muchos ciudadanos americanos en la posibilidad de poder comprar vivienda propia a través de créditos bancarios, que luego surtieron el efecto de crecer en sus intereses y el monto de capital hasta hacerlos impagables, se dio el nuevo nomadismo, por lo que en los dos años siguientes la gente hizo todas las daciones en pago que los Bancos nunca imaginaron y prefirieron irse a vivir, rodando por todo el sur de Estados Unidos en sus carros-casas, con tal de no seguir soportando esas cadenas crediticias que los obligaban a trabajar indefinidamente, sin observar que el crédito disminuyera en algo su monto. Mientras más pagaban más debían. Se fueron a convertirse en los nuevos Nómadas que inspiraron la película “Nomandland”, bajo la dirección de la coreana Chloé Zhad, en la que McDormand asume la representación de Ferdn, una dama sesentona que no se sometió a la humillación de una pensión mínima anticipada y decidió iniciar una nueva vida, cuando casi todo el mundo se encuentra pensando en dejar de estar activo. Va con esos cientos de viajantes sin destino que se confunden en carreteras y poblados y que deben ganarse la vida en los más diversos oficios y en los que hay una característica especial: nadie se despide de nadie, porque todos saben que en alguna parte, en alguna otra curva, se volverán a ver, porque son los circulantes de la vida casi en redondo.
Un personaje hecho a la medida de esta actriz nacida el 27 de junio de 1957, en Gibson. Illinois, bautizada como Cynthia Ann Smith, hija de una madre soltera que en su incapacidad de sostenerla y criarla la dio en adopción a los 18 meses de nacida, a la pareja conformada por la enfermera Noreen Nickolson y el pastor de la Iglesia “Los discípulos de Cristo”, Vernon W. McDormand, quienes de inmediato le cambiaron su nombre por el de Frances McDormand y pasó a formar parte de una familia conformada por los padres y tres hijos adoptados, otra mujer y un varón. Su educación no tuvo la estrechez mental que pudiese deducirse del fanatismo de un pastor de Iglesia, por el contrario, les inculcaron el ejercicio de la libertad, del respeto por los demás y de la constante consideración por la dignidad humana.
Su primera actuación protagónica fue en la cinta “Blood Simple”, bajo la dirección de Joel Cohen, uno de los dos famosos directores de cine (Joel e Itam),entablando una relación muy profesional durante todo el rodaje, pero sin poder evitar la atracción mutua que se generó entre los dos y que los condujo a contraer matrimonio en ese mismo año, fruto del cual nació su único hijo Pedro Cohen y constituyendo una pareja estable y no dada a figuraciones faranduleras, como que su vida privada se mantiene como tal y ellos dos se consideran unos trabajadores profesionales de un arte en el que se debe exigir lo mejor en todos los espacios y los tiempos.
Fue la oportunidad cinematográfica que se le diera a una actriz que en Brodway no dudó en asumir un papel tan difícil como el de Stella Kowaski, en la obra “Un tranvía llamado deseo”, de Tennessee Williams, que es apto sólo para quienes están dotados de grandes calidades histriónicas. Y son muchas puestas en escena, como que en Nueva York es una de las figuras preferidas por el público de teatro, con obras de los más grandes maestros del teatro universal.
Esta nota cuenta poco, nada más, de quien es Frances McDormand, sin duda la mejor actriz del momento y quien siempre luce natural, sin maquillaje, sin arreglos plásticos, sin apliques que soporte su pelo que nunca peina, pues todo lo fundamenta en su autenticidad como una mujer que no le teme a la vejez, por ser algo que corresponde a la naturaleza del ser humano, según ella misma lo predica. La vanidad no figura como elemento de su carácter.