29 de marzo de 2024

¡Que desgracia tan infinita!.

18 de abril de 2021
Por Augusto León Restrepo
Por Augusto León Restrepo
18 de abril de 2021

Estoy suscrito, desde hace muchos años a la Revista Semana. Y ahí sigo. Desde hace meses se desempeña como Directora General la periodista Vicky Dávila, controvertida, atacada, aplaudida y admirada. Los viscerales la tildan, sus motivos tendrán, de uribista, y descalifican por ello a la revista, porque la consideran como al alma y el cuerpo, únicos e indisolubles. Semana y Vicky son lo mismo. Muchos amigos han cancelado la suscripción. Yo no.

El producto, o sea la Revista, a Ud. le puede gustar o no gustar. Hacerle rabiar o proporcionarle momentos amables, de solaz, en especial en las mañanas del domingo. O hacerlo rabiar, tirársele el día por su contenido o las opiniones de sus columnistas, en especial de aquellos que piensan y dicen cosas opuestas en toda su extensión a sus creencias, sean ellas políticas, religiosas, económicas y hasta deportivas y faranduleras. Está en su derecho. Lo que más deleita en periódicos y revistas, es la lectura de todo aquello que está de acuerdo con los propios prejuicios, con los credos y fundamentos, los mismos que defiende usted a capa y espada en la mesa de comedor, con su familia, o en los bares y cocteles, con sus amigos.

Yo no me las voy a tirar de café con leche y tengo que reconocer que a pesar de las sienes plateadas por los años – frase que no sé si es mía o de un tango arrabalero- y de la serenidad de espíritu que creo que solo el tiempo y las circunstancias se encargan de modelar, a veces la Revista me saca la piedra y me dan ganas de lanzarla al basurero. Pero me las aguanto. Semana muchas veces me ha nutrido de tema para abordar la difícil aventura de escribir una columna de opinión. Gracias por los favores recibidos. Ustedes no se imaginan lo que produce la impotencia, la infertilidad, la ausencia de motivación, el túnel infinito de la falta de tema.

A la portería de mi apartamento en Bogotá, Semana llega los sábados en la noche o los domingos en la mañana. Y el portero me la hace llegar con las ediciones dominicales de El Tiempo y El Espectador. Mientras mi esposa, religiosamente asiste a la Misa por televisión, les doy la primera ojeada. Desayuno, y al computador, a leer Eje 21 y La Patria de Manizales y algunos diarios de provincia en su edición virtual. En todos ellos ataco los titulares y los escritos de mis columnistas preferidos -un día de éstos les hago la lista- y me doy por informado y apertrechado para mi oficio de periodista, de columnista mejor, que es lo que más me gusta, después del «vino, la mujer y el juego», como al ejemplar caballero de la poesía del bogotano Alberto Ángel Montoya. A veces, muchas veces ya, es el sueño el que me ataca. Y con una página en la mano, en el sofá de mi biblioteca, adelanto la siesta de los domingos, plácidos, serenos.

Pero hace ocho días, después de tener en mis manos la Revista Semana, mi rutina se fue a pique. La sensación de oso ajeno no me abandona. O vergüenza ajena. No podía, ni he podido entender, como Semana ha caído en la bajeza injustificable del mal gusto. No voy a analizar los motivos, protervos o no, que tuvo Vicky Dávila para dar su aprobación a la portada de su revista. De paso, Vicky, deje jugar a la justicia. En el caso penal del Dr. Álvaro Uribe, o en el de cualquier ciudadano.

Miren la carátula. Es la imagen de un individuo que ha sido llamado para dar su testimonio en un sonado caso penal, «testimonio que puso preso al expresidente Álvaro Uribe durante dos meses y seis días por orden de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia». Juan Guillermo Monsalve, preso en la cárcel La Picota de Bogotá, condenado a cuarenta años de prisión.

¡Portada de Semana! Mírenla. Es una selfi, una autofoto del reo, patética, agresiva, asquerosa, por decir lo menos, con expresión zorombática, sucio su rostro con una sustancia que puede ser crema, talco, cocaína, lengua afuera, casi como la imagen de un ahorcado o de un estrangulado. Imagen grotesca e inhumana, así sea la de un criminal, cuya mayor ignominia parece ser la de que declaró en contra de Álvaro Uribe, acusación que debe ser echada a tierra por los abogados del expresidente y analizada por el juez, y no los graves delitos por los que ha sido condenado. Así de simple. Pero no. Vicky y su equipo, autorizó que semejante espécimen fuera portada de su publicación, no para denunciar los privilegios de que goza o gozó en la cárcel, repudiables, sino por ser «el testigo estrella contra Álvaro Uribe». ¡Que desgracia tan infinita!, como exclamaba un recordado personaje de telenovela, para el periodismo colombiano, este episodio. Y qué vergüenza.