29 de marzo de 2024

De veras

Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
10 de abril de 2021
Por Carlos Alberto Ospina M.
Por Carlos Alberto Ospina M.
Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
10 de abril de 2021

A lo sumo es sospechoso que un hombre incoherente, embustero patológico y difuso, atribuya la culpa y la responsabilidad de sus constantes equivocaciones, a la oposición. Miente más que la gaceta con el objetivo de instituir el desconcierto, intimidar y enredar a la gente. El tramposo se frota las manos con las heces que despide.

Daniel Quintero Calle no tiene los cojones ni la humildad para aceptar que se equivoca, ¡y de qué manera!, en la conducción de Medellín. Corrijo, su débil y deteriorado ego pasa por alto el lánguido panorama de la ciudad, el cual no es culpa de los efectos económicos de la pandemia; más bien, es la consecuencia de las desordenadas políticas sociales, la reiterada improvisación administrativa y el analfabetismo en la dirección de los asuntos públicos. No se trata de una suposición gratuita ni traída por los cabellos, puesto que los hechos rotulan por sí o por no.

La cacareada independencia ideológica de Quintero Calle es similar a los hilos de una marioneta raída que se mueve por instrucciones de terceros interesados en destruir y desacreditar a la capital antioqueña con miras a sacar beneficios, de toda índole, en las próximas elecciones. Igual pasa en la otra orilla. Ninguno de los enfrentados ostenta argumento de autoridad moral. La parte esencial reside en que él, Daniel Quintero, desestima las críticas y las trabas en razón a que, de una u otra forma, trabajan en función de su marca personal. ¡El alcalde la tiene clara! Mientras crezca la controversia, el desbarajuste, las opiniones airadas, y los insultos en las redes sociales y los diferentes medios de comunicación, seguirá destacado no por los exiguos logros, sino por el reguero de inmundicias que, a diario, salen a flote.

Con base en el protocolo de esa retorcida estrategia, de cuando en cuando, activa las bodegas con mensajes que lo muestran como víctima del sistema opresor; inventa confrontaciones, insulta a los grupos empresariales, provoca la lucha de clases, cambia gerentes de EPM y secretarios del despacho al estilo de ronda de pañales en un hogar geriátrico; en pocas palabras, lanza la piedra y esconde la mano. Habla sin ton ni son de una ciudad que repudia y ha destruido en 15 meses, ni siquiera es creíble la historia de conocer el talento paisa debido a que traicionó a los electores, a los más cercanos áulicos y a los desiguales movimientos políticos por los que ha militado vestido de celestina.

Encima de la espalda del mandatario local habitan los contratos ventajosos sin los mínimos requisitos de experiencia, la compra de mercados en supermercados de nivel 5, la sui géneris burocracia, los favores a políticos que arrastran con la reputación y las buenas prácticas de decenas de entidades municipales; en resumidas cuentas, Daniel Quintero Calle no soluciona realidades, dado que está para agudizar la confusión. A la vista de todos, varios exfuncionarios de la presente administración y concejales que se salieron de los pactos untados con mermelada, así lo denuncian. Aquellos que prefirieron lavarse las manos y clasificar al alcalde de Medellín, de engañador.

Sin la menor duda y gracias su nivel de astucia, le importa madre las denuncias y las supuestas injurias en su contra. Ante esto no denota sorpresa ni enfado; al contrario, opta por la risa fingida y el llamado a los medios a “contrastar fuentes” en el momento en el que las evidencias y los hechos lo dejan por el suelo. A modo de anodina fábula infantil, ‘el patito feo’, desprecia el sentido común, la buena fe y el bienestar general; quizá, porque algunos dicen lo que creen que puede agradar al señor de las tenebrosidades.

A simple ojeada, el centro de la capital antioqueña da asco. Entre las calles Barranquilla y Ayacucho, y las carreras 38 y 60, abunda el lavado de activos y el tráfico de drogas; los atracos, los roedores, los hampones, la indisciplina, la violencia, la mugre, la extorsión, la mendicidad y la desidia del gobierno municipal. La Plaza Botero es una horda de prostitutas sin tapabocas y de microtráfico.

Al parecer las rutas son demarcadas y señalizadas con pinturita aguada debido a que a los pocos días se desvanece el color; la malla vial en general está en franco deterioro y las basuras inundan las aceras; los separadores hacen las veces de depósito de escombros, los huecos no distinguen estrato socioeconómico, y los cuatro puntos cardinales de la otrora “tacita de plata” sirven de acopio ilegal para el transporte público. Las ciclovías son bienes mostrencos y el atajo de los motociclistas. Nadie controla la invasión de las orillas en particular y el espacio público en general. Reina la mala costumbre y la incivilidad en ausencia de la autoridad.

La ley de la trampa implementada por la administración de Quintero se sustenta en el laissez faire; es decir, el Estado y los poderes públicos no intervienen en el imperante despelote. A los vigilantes de Parques del Río se les prohibió controlar el exhibicionismo, excusado por la presunta toma del sol de personas desnudas; no pueden retirar a los consumidores de drogas con la causa simulada de “dosis personal” y tampoco, exigir que los perros de razas peligrosas lleven el obligatorio bozal; entre otras irregularidades, “¡como el alcalde lo ordenó! Nos tenemos que quedar callados”.

Los delincuentes se apoderaron de la ciudad. Es más fácil buscar una aguja en un pajar que encontrar un policía, un agente de tránsito o una respuesta ágil del sistema integral de seguridad. En el tiempo actual, la denominada Zona Rosa de El Poblado se transformó en la pasarela de niñas, adolescentes y mujeres adultas a la cacería de clientes ávidos por el sexo mundano. Estas féminas ofrecen el servicio en combo: drogas y placer efímero.

De veras, a conciencia, Daniel Quintero, da palo de ciego, no por irreflexión, tan solo sabe para qué fue puesto en la alcaldía de Medellín: para desentender y generalizar el caos; es decir, “a río revuelto, ganancia de pescadores”.

Enfoque crítico – pie de página. La expresión coloquial “no hay zorra con dos rabos”, lo dice todo.