29 de marzo de 2024

Por Jorge Emilio Sierra “Ya no somos patio trasero de E.U.”: Andrés Pastrana

Por Jorge Emilio Sierra Montoya
17 de enero de 2021
Por Jorge Emilio Sierra Montoya
17 de enero de 2021

Mientras crece la expectativa mundial sobre la posesión, este miércoles veinte de enero, del nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en Colombia nos preguntamos cómo serán en adelante las relaciones de nuestro país con el gobierno de Washington, distintas obviamente a las que tuvimos con Donald Trump durante su mandato.

¿Qué pasará, por ejemplo, con el tema del narcotráfico, siempre tan controvertido? ¿Y con el grave problema interno de inseguridad por la acción violenta de grupos irregulares, a pesar de los acuerdos suscritos con la guerrilla de las Farc? ¿E incluso con el Tratado del Libre Comercio, enfrentados ahora ambos países a una recesión sin precedentes por culpa de la pandemia?…

Para abordar tales interrogantes es oportuno repasar lo dicho al respecto por el ex presidente Andrés Pastrana Arango cuando fungía en 2006 como embajador de Colombia en Washington. Sus planteamientos pueden darnos algunas luces al respecto.

INTRODUCCIÓN

Antecedentes históricos.- Cuando Andrés Pastrana asumió la Presidencia de la República el 7 de agosto de 1998, el estado de las relaciones bilaterales con Estados Unidos era dramático: No sólo al mandatario saliente, Ernesto Samper Pizano, le habían cancelado la visa para ingresar a ese país, sino que Colombia soportaba el estigma de sucesivas descertificaciones en el tema de la lucha antinarcóticos. Incluso a algunos generales y altos oficiales nacionales les habían negado el ingreso a E.U. y se habían suspendido cupos a otros oficiales para adelantar cursos de perfeccionamiento militar. “Las relaciones se centraban casi exclusivamente en el tema de la lucha antinarcóticos y, más precisamente, en el aspecto policial de la misma”, recordaba Pastrana.

La meta que se trazaron.- En tales circunstancias, ¿qué hizo? “Me fijé -dijo-, como uno de los principales objetivos de mi política internacional, la recomposición de esas relaciones, mejorando su calidad y ampliando el abanico de temas comunes”. Y alcanzó ese propósito, por lo visto. “En un trabajo conjunto -afirmaba con orgullo- que lideré desde la Presidencia, con el apoyo y destacado aporte del canciller, Guillermo Fernández de Soto, y el embajador en Washington, Luis Alberto Moreno, conseguimos dicha meta gracias a una actitud digna, franca y transparente ante el país del norte, firme en los postulados y abierta a la cooperación, logrando que la tesis de la responsabilidad compartida frente al problema mundial de las drogas fuera ampliamente aceptada”.

Resultados a la vista.- Lo anterior se tradujo -explicó- en la colaboración bilateral efectiva para fortalecer nuestras Fuerzas Armadas, modernizar el sistema judicial y tener mayor acceso al gran mercado norteamericano, primero a través de la prórroga y ampliación del ATPA, que se logró en 2002, y, segundo, mediante la propuesta de alcanzar un acuerdo bilateral de libre comercio, como el que en estos días se está terminando de negociar. En cuanto a los resultados del proceso, sostenía que hablaban por sí solos: más soldados, cada vez más profesionales; mejoramiento en tecnología, comunicaciones, equipo y movilidad militares, “que es impresionante”; avances en el sistema oral acusatorio, con una justicia más ágil y efectiva, y aplicación rigurosa de la extradición, llegando a 400 extraditados a E.U. desde 1998.

“El TLC es el camino”.- La ampliación del ATPA en 2002, a través de la aprobación del Atpdea, contribuyó a que nuestras exportaciones a E.U. subieran de US$5.400 millones en ese año a más de 8.000 millones en 2005, mientras el TLC consolidará tales preferencias y será la puerta de acceso para Colombia al mercado más importante del mundo. “He dicho siempre -afirmaba- que Colombia, más que ayuda o auxilios económicos, necesita oportunidades comerciales”, anotando, a modo de explicación: “En la medida en que incentivemos el comercio bilateral, bajo parámetros de equidad, dicho intercambio se traducirá en más empleo y mayores ingresos para los colombianos”. Y concluía, en tono optimista: “Tenemos la esperanza de que el TLC sea el camino que conduzca en esa dirección”.

El crecimiento de México.- Cuando al ex presidente Pastrana se le mencionaba que algunos críticos no preveían beneficios sino resultados negativos, incluso desastrosos, del TLC en nuestra economía, citaba dos casos que eran, en su opinión, paradigmáticos: México y España, con pruebas en la mano: México, en una década de vigencia del Nafta, no sólo pasó del puesto 40 al diez entre las economías más grandes del mundo, manteniendo un nivel ínfimo de desempleo (2,8% en diciembre de 2005), sino que vio crecer sus exportaciones a E.U. en 246%, mientras sus importaciones lo hicieron en 134%, muestra cabal del dinamismo de su comercio exterior y de la economía en general.

Y España en la Unión Europea.- La otra prueba era España, cuya experiencia él se preciaba de conocer “muy directamente” y la cual le servía, de nuevo, para responder a quienes negaban las bondades de la integración comercial. Como es sabido, cuando ese país se integró económicamente a la UE, muchos lo criticaron y advirtieron que iba a colapsar frente al poderío de sus competidores. “Hoy todos vemos que España dio un salto cuantitativo y cualitativo”, aseguraba Pastrana, citando naturalmente los beneficios de dicho proceso de integración. “Nadie duda, en España o en el mundo, de la transformación positiva que le significó su integración con las economías europeas”, sentenciaba. Es lo que él esperaba, con seguridad, que también se repetiría en Colombia.

LA ENTREVISTA

¿Qué pensaba el ex presidente Andrés Pastrana a fines de 2005, como embajador en Washington, sobre el Tratado de Libre Comercio -TLC- con Estados Unidos? ¿Y sobre las relaciones económicas, comerciales, entre ambos países, todavía con el problema del terrorismo y el narcotráfico como telón de fondo? ¿Y sobre el Plan Colombia? ¿Y sobre las relaciones entre E.U. y América Latina? ¿Seguíamos siendo “el patio trasero” de los gringos?…

En la siguiente entrevista están las respuestas.

Beneficios del acuerdo

-En su opinión, ¿cuál es el mayor beneficio del TLC para la economía colombiana?

-El objetivo del TLC, como de todo tratado de este tipo, es el de llegar con los productos y servicios nacionales a un mercado más grande, en este caso el más grande del mundo, generando mayores oportunidades para los agentes económicos internos. Es claro que el mercado local no es suficiente para impulsar el crecimiento del país y por eso debemos buscar mercados en el exterior.

-O sea, el TLC nos permitiría aumentar de manera sustancial nuestras exportaciones a Estados Unidos…

-Claro, pero ese incremento de las exportaciones genera mayor inversión extranjera y la incorporación de nuevas tecnologías, lo que lleva a un crecimiento de la economía nacional y la creación de nuevos puestos de trabajo. ¡Qué mayor beneficio para la economía colombiana y para los colombianos!

-¿En la práctica, el TLC vuelve permanentes los beneficios, hasta ahora temporales y concedidos de manera unilateral por Estados Unidos, contemplados en el ATPDEA?

-Sí, pero no se queda en eso y va más allá, pues incluirá muchos otros productos y servicios. Más que una simple liberación arancelaria, el TLC es un tratado integral que regula diversos aspectos de las actividades comerciales.

-A propósito de las preferencias arancelarias del ATPDEA, ¿qué tanto las hemos aprovechado realmente?

-Las cifras son impresionantes. Mientras en 2002, cuando logramos la prórroga y ampliación del ATPA, las exportaciones de productos cobijados por dichas preferencias alcanzaban US$404 millones, pero en los primeros once meses de 2005 llegaron a US$4.112 millones, que es un crecimiento espectacular. Y de los US$7.866 millones exportados a E.U. entre enero y noviembre de 2005, US$4.112 millones, es decir, más del 50%, corresponden a productos beneficiados por el ATPDEA; en 2002, esa proporción era sólo del 7,5%.

-Usted insiste, además del beneficio comercial, en la inversión. ¿Por qué?

Pastrana con Álvaro Uribe. Crédito: Yenny Bejarano

-Un tratado con vigencia indefinida, a diferencia de unos beneficios con límite temporal, estimula a los empresarios a realizar inversiones a largo plazo para aumentar su capacidad productiva y a los inversionistas extranjeros a apostarle al país. Considero que al menos una parte del auge que ha vivido la Bolsa de Colombia en los últimos dos años está generada en la expectativa de la negociación y firma del TLC. Y sé que muchas compañías están pendientes de la aprobación y puesta en marcha del tratado para llevar más inversión al país.

-¿Qué factores podrían impedir que se dieran tales beneficios, por ejemplo a nivel comercial?

-Obviamente, en este nuevo entorno internacional es muy importante que se busque una política adecuada de tasa de cambio que no eche por la borda, con revaluaciones, los beneficios que el TLC traerá a nuestro comercio. Esa fue una constante preocupación de mi gobierno. En esto hay que mucho que aprender del modelo de desarrollo de Asia,

Plan Colombia

-De la ampliación del Plan Colombia, ¿qué? ¿Ese plan, concebido por su gobierno, debe convertirse en política de Estado, tanto en Colombia como en Estados Unidos, en nombre si se quiere de la guerra mundial contra el terrorismo?

-El Plan Colombia lo diseñamos en mi gobierno como un plan para el fortalecimiento institucional y el desarrollo económico y social, vale decir, para el fortalecimiento y la profesionalización de nuestras Fuerzas Armadas, la modernización de la justicia y la reactivación de la economía. La primera etapa se pensó para cinco años, pero con la conciencia de que su consolidación requeriría de fases posteriores.

-¿Se requiere, entonces, convertirlo en política de Estado?

-Hoy por hoy, el Plan Colombia es una política de Estado que ha recibido continuidad en dos gobiernos de Colombia (el mío y el del presidente Álvaro Uribe) y en dos gobiernos en Estados Unidos (el de Clinton y el de Bush). Ha contado con un claro respaldo bipartidista en este país y ha sido, sin duda, el fundamento de una profundización institucional en Colombia, de la cual cada día vemos más los resultados, tanto en seguridad como en justicia y democracia.

-¿En qué se fundamenta el Plan Colombia? ¿O, mejor, cómo justificarlo?

-El Plan Colombia, más allá de justificarlo dentro de la guerra contra el terrorismo, se justifica dentro de un concepto aún más apremiante: la guerra contra la pobreza y por la paz, objetivos que sólo se logran consolidando el poder exclusivo de las armas en el Estado, teniendo una justicia pronta y eficaz, y contando con un mercado internacional ampliado para nuestros productos.

Relaciones con Estados Unidos

-De acuerdo con su percepción, ¿en Estados Unidos sí creen que estamos ganando la guerra al terrorismo y al narcotráfico?

-En Estados Unidos son conscientes, como lo somos también los colombianos, de que la lucha que libramos contra el terrorismo y el narcotráfico no es fácil, ni se gana de un día para otro. Sin embargo, tenemos que seguir en la tarea de crear conciencia sobre el hecho patente de que, mientras haya demanda de drogas ilícitas, siempre habrá oferta y que la batalla tenemos que ganarla en los dos extremos de la ecuación.

-¿Sí se ha avanzado en la lucha contra la oferta y, en especial, contra la demanda?

-La oferta que se genera en Colombia estaba desestabilizando al país y por eso atacamos el problema de frente y de una manera integral a través del Plan Colombia. Hoy, gracias al fortalecimiento que se logró en la Fuerza Pública y a la efectiva cooperación bilateral, la producción ha bajado de forma importante. Pero mientras en Estados Unidos y Europa continúe creciendo el consumo, el problema va a seguir. Es por esto que el Plan Colombia debe entenderse como un plan de largo plazo, no de ayuda sino de responsabilidad compartida frente a un problema común.

-¿Ahora sí podemos decir que se han desnarcotizado las relaciones de Colombia con Estados Unidos, sin que el tema prioritario sea siempre el de la producción y comercialización de drogas ilícitas?

-Sí. El tema de la lucha conjunta contra el problema del narcotráfico sigue siendo, por supuesto, un tema fundamental, pero ya no es el único. Nuestra interlocución con Estados Unidos abarca temas de tanta trascendencia para los dos países como la negociación del TLC, la alianza contra el terrorismo, el tratamiento del tema de la migración y la segunda fase del Plan Colombia que involucra temas sociales, de justicia y de fortalecimiento institucional.

-En síntesis, ¿cómo califica las relaciones con Estados Unidos a pesar del narcotráfico?

-Hemos logrado, finalmente, que se entienda, en el Gobierno y en el Congreso de Estados Unidos, que lograr una Colombia más próspera es la mejor y la única manera de controlar el problema del narcotráfico.

ALCA en apuros

-Pasemos, para terminar, al tema de América Latina. ¿Seguimos siendo sólo el patio trasero de Estados Unidos, acaso con la única excepción de México, hoy integrado al bloque económico del Nafta?

-En un mundo globalizado y cada vez más interdependiente como el actual, no creo que sean más aplicables viejos conceptos como el de “patio trasero”, tan en boga en los tiempos felizmente idos de la Guerra Fría. América Latina es una región de gran importancia económica para Estados Unidos y también de inmensa trascendencia política en el sentido de que los problemas de estabilidad política o las fallas de la democracia en cualquier país del continente pueden afectar a los otros, generando distorsiones que interrumpen el camino hacia el desarrollo y la justicia social.

-¿Ahora se impone, pues, la política del buen vecino?

-Repito: los países de América Latina no son patio de nadie, sino vecinos autónomos y dignos de consideración y respeto, con cuya cooperación se puede trabajar en la lucha contra las drogas ilícitas, contra el terrorismo y contra la pobreza. Yo creo que así se entiende hoy en Estados Unidos.

-No obstante, la integración continental, según el proyecto ALCA impulsado por Estados Unidos, afronta serias dificultades…

-En efecto, el proyecto ALCA, que Colombia apoyó con entusiasmo desde sus primeros planteamientos, ha sufrido dificultades y demoras que llevaron a que muchos países (Chile, República Dominicana, Perú, Ecuador y Colombia, entre otros), optaran por avanzar en el tema de la integración bilateral con Estados Unidos.

-¿La integración continental tiende, entonces, a fracasar?

-Aunque el objetivo original del ALCA se ha venido construyendo poco a poco, a través de esta sucesión de tratados, no parece muy viable alcanzarlo en el corto o mediano plazo. Economías del tamaño de Brasil o Argentina, a diferencia de la nuestra y la de los países andinos, son más similares que complementarias con la de Estados Unidos, lo cual dificulta un acuerdo hemisférico.

-Hay quienes hablan de las dos Américas, según que los respectivos países latinoamericanos estén más cerca o más lejos en sus relaciones con Estados Unidos. ¿Qué tan válida es esa apreciación?

-En mi concepto, los fenómenos políticos que hoy viven muchos países de Latinoamérica, no se pueden englobar dentro de un mismo concepto o tendencia, pues tienen toda clase de matices, dentro de los cuales algunos países están más o menos cerca de la política exterior de Estados Unidos, sin que por eso se hayan producido fracturas definitivas. Hablar de dos Américas o de dos campos ideológicos definidos en el continente me parece una generalización que peca de simplista.

Frente a la globalización

-¿América Latina sí está entrando de lleno a la globalización? ¿O va a mitad de camino, avanzando acaso con paso de tortuga?

-Ese es nuestro gran reto. Tenemos que entender en América Latina que el fenómeno de la globalización no es opcional y que no podemos crecer al margen del mismo, como pretenden las corrientes anti-globalización.

-¿Según eso, cómo debe insertarse América Latina en la globalización?

-La liberalización del comercio, siempre y cuando se haga con inteligencia a través de tratados bien negociados, es un primer paso, pero el fundamental consiste en preparar a nuestra gente con un buen sistema educativo y preparar el aparato productivo para asumir la competencia con eficiencia, incrementando la productividad y siendo flexibles e innovadores en cuanto a los productos que más posibilidades tenemos de producir y vender en el exterior.

-En general, ¿cómo se encuentra América Latina en la economía global?

-En América Latina, algunos países como México y Chile han entrado por la puerta grande y con paso fuerte por el sendero de la globalización; otros, como Colombia, estamos a mitad de la tarea, y otros están más rezagados. El éxito para insertarnos en el mercado mundial depende en gran parte de nuestra capacidad para generar desarrollo y derrotar la pobreza a través de la creación de oportunidades.

Liderazgo regional

-Algunos sectores han reclamado de tiempo atrás que Colombia asuma un verdadero liderazgo en América Latina. ¿Por fin lo estamos logrando?

-Colombia ha tenido vocación de liderazgo en América Latina y dicho papel lo viene reivindicando desde 1998 cuando, a través de lo que llamamos “Diplomacia por la Paz”, nos concentramos en recuperar el rol que nuestro país merece cumplir no sólo en el continente sino en el mundo.

-¿Cómo se ve Colombia desde afuera?

-Hoy por hoy, Colombia es un ejemplo de seriedad política y económica en el campo internacional, una nación orgullosa de su democracia, que defiende el valor de sus instituciones a pesar de los embates ininterrumpidos de los grupos violentos al margen de la ley. Sus posturas son siempre consideradas como fruto de análisis, más que de veleidades circunstanciales.

-Permítame insistir: ¿somos líderes, por fin?

-Yo creo que, más que pretender ser líderes en América Latina en la determinación de su acción conjunta, somos vistos hoy como un país serio y responsable que busca con obstinación un futuro mejor para los suyos, siempre dentro de la democracia y el respeto a las instituciones. Esa seriedad es fuente de liderazgo natural, no impuesto, que es el más importante de todos.

-¿La imagen del gobierno del presidente Uribe es en Estados Unidos tan buena como creemos los colombianos?

-En Estados Unidos, el presidente Uribe es visto como un líder serio y eficaz, que dirige un gobierno comprometido con la lucha contra el terrorismo y las drogas, con el libre comercio y con la democracia. Sin duda, lo perciben como uno de los principales aliados, si no el principal, de Estados Unidos en el subcontinente latinoamericano, en el desarrollo de dichos compromisos.

-¿Y sí ha mejorado la imagen de Colombia en Estados Unidos, entre inversionistas y empresarios en general?

-Éste es un trabajo que tenemos que reforzar día tras día. Los avances en el tema de seguridad física han estimulado la inversión en Colombia, pero subsisten inquietudes en el tema de la seguridad jurídica. Creo que, en este sentido, la ley de protección al inversionista, que busca brindar estabilidad jurídica a quien invierta en el país, y el mismo TLC son pasos adelante que nos permitirán incrementar el nivel de inversiones en el país.

Lobby con ideas

-Muchos aplaudieron su designación en la embajada de Estados Unidos por su habilidad política sino ante el Congreso norteamericano, o sea, por su capacidad de hacer lobby. ¿Cómo le ha ido al respecto?

-El lobby por el país se hace con ideas y con relaciones, y con suerte cuento con ambas para atraer la atención de los congresistas de ambos partidos sobre nuestro país y hacerlos entender, sobre todo, la realidad de Colombia, sus avances y el aporte que estamos realizando dentro de una tarea común cuya responsabilidad compartimos.

-¿En qué consiste realmente su trabajo?

-Es un trabajo largo y minucioso. Día tras día, cita tras cita, reunión tras reunión, el Gobierno, los legisladores, los medios y los empresarios e inversionistas norteamericanos van a entender que Colombia es un país digno de apoyo, donde todos estamos comprometidos en alcanzar la paz, el desarrollo y la justicia social. Trabajo insistentemente en ese aspecto y sé que los resultados se verán en decisiones cada vez más favorables a nuestro país.

(*) Ex director de “La República” y Master en Economía de la Universidad Javeriana. Autor del libro “¿Qué hacemos con Colombia? -Los grandes debates económicos con los principales dirigentes del país” (Editorial Planeta, 2006)