28 de marzo de 2024

Envejecer para vivir

24 de enero de 2021
Por Celmira Toro Martínez
Por Celmira Toro Martínez
24 de enero de 2021

Sí, ya estamos viejos y a mucho honor, decimos con orgullo.

Se nos nota en los ojos, en la piel, en las manos, en nuestros pasos lentos, en nuestro actuar sereno.

En dolencias sin fin que no se acaban y en la nieve imponente que cubre nuestras sienes

Lo que no saben aquellos que nos miran es que a pesar de nuestros años viejos,

rejuvenecemos por dentro como águilas y volamos muy lejos sin temores ni miedos.

Porque hay una fuerza interior que no se apaga, un deseo infinito de volar sin espacio y

un amor sin reservas, que nos enciende el alma en un fuego inmortal que no se extingue.

Ya Se nos fue esa efímera belleza y ahora mismo, nacemos nuevamente.

Volvemos a ser niños cuando los genes nuestros conciben nuevos seres.

Y entonces, jugamos sin descanso en los prados inmensos, y acunamos muñecas y elevamos aviones y cometas al cielo azul inmenso y sin fronteras.

Y volvemos a ser adolescentes en nuestros nietos y empezamos a amar, a soñar despiertos y a sentir mariposas que vuelan en el vientre.

A llenar nuestra alma de ilusiones y anhelos y volvemos, como antes, a entonar canciones y a cortar flores, a escribir en esquelas perfumadas y a soñar y soñar sin detenernos.

Qué bonito es ser viejo, viejos con alma grande, con recuerdos hermosos, con anhelos.

Viejos con esa fuerza interior que no se apaga con el paso del tiempo

Viejos: quizá cansados, pero nunca vencidos y menos derrotados por la vida.

Viejos en nuestro cuerpo, pero apenas, comenzando a vivir, porque la huella ya trazada, es el camino por donde transitarán aquellos seres que de nuestro árbol descendieron, y entonces una y otra vez, volveremos a nacer, a empezar, a abrir caminos, cuando esos retoños nuevos empiecen a poblar esta tierra con sus obras de amor, eternamente.

Y así, estos años viejos, serán el premio más honroso, más supremo.

No habrá tristeza, ni soledad, ni miedo, solo una paz sin fin, una alegría eterna.

Para volver a nacer hay que envejecer. El árbol será cortado para oxigenar así sus raíces eternas: esas de las que siempre brotaran nuevos seres; hijos, por siempre hijos, hijos por siempre nietos, hijos eternos que mantendrán por siempre nuestra huellas.