29 de marzo de 2024

Colocar-poner, me temo, numerales, pronombre relativos

Profesor y catedrático, algunos años; rebuscador, otros tantos, y hoy, escritor y defensor ferviente de nuestro hermoso lenguaje castellano.
12 de enero de 2021
Por Efraim Osorio
Por Efraim Osorio
Profesor y catedrático, algunos años; rebuscador, otros tantos, y hoy, escritor y defensor ferviente de nuestro hermoso lenguaje castellano.
12 de enero de 2021

Quisquillas de alguna importancia

Afirmaba también que aquellos que dicen ‘colocarse colorado’ piensan tal vez que sólo las gallinas ‘ponen’. 

Hace más o menos diecisiete años escribí la “Apología del verbo poner” con el fin de hacer hincapié en la belleza de su irregularidad (‘pongo, puse, ponía, pondré, pusiese, pon’) y en su utilidad, pues sus acepciones son veintisiete –tal vez más–, mientras que las del verbo ‘colocar’ son por ahí unas cinco, todas con el sentido de ‘lugar’. Además, ‘poner’ puede reemplazar siempre al verbo ‘colocar’, no al revés. Afirmaba también que aquellos que dicen ‘colocarse colorado’ piensan tal vez que sólo las gallinas ‘ponen’. Ignoro si el escritor José Miguel Alzate piensa así –en realidad no lo creo–, pero en un artículo para Eje 21 escribió lo siguiente: “Pero para abreviar un poco las palabras, muchos años después se le quitó la de aldea para colocarle el nombre de villa”. “Y esto lo entendieron los pobladores, quienes no colocaron objeción de ninguna clase…” (29/12/2020). Suprima usted, señor Alzate, el verbo ‘colocar’ en las dos oraciones y, en su lugar, ‘ponga’ el verbo ‘poner’, y le quedarán que ni pintadas. Y parece que al padre Rafael García Herreros –¡alma bendita!– tampoco le gustaba el verbo ‘poner’, porque la plegaria con que cierra “El minuto de Dios” dice: “Dios mío, en tus manos colocamos este día que ya pasó y la noche que llega”. En ella, obviamente, no se trata de un ‘lugar’, sino de la misericordia de Dios, o de su bondad, o de su cuidado, lo que se expresa con la locución ‘poner en las manos de Dios’. Amén. ***

De la locución ‘me temo’ –o, simplemente, del verbo– nos servimos para manifestar que lo que vamos a decir es algo negativo, desastroso o de consecuencias nefastas, por ejemplo,   ‘me temo que este año será también de penurias’, porque, en este caso, ‘temer’ significa “recelar un daño, en virtud de fundamento antecedente”. Según esto, me parece que al columnista de El Tiempo Germán Vargas Lleras se le desafinaron los oboes en esta frase: “Me temo que esto sería mucho más eficaz que pretender concentrar toda la responsabilidad y acciones en entidades estatales” (3/1/2021). Con el verbo ‘creer’ habría encontrado la armonía de la pieza: “Creo que esto sería mucho más eficaz…”. Dije ‘me parece’, porque El Diccionario da como sinónimos los verbos ‘creer, sospechar’, y propone el siguiente ejemplo: “Temo que sea más antiguo de lo que parece”, con cualquiera de los dos significados anotados, ‘creo’ o ‘sospecho’, con lo que no estoy de acuerdo, si en el ejemplo la ‘antigüedad’ le da más valor a lo que califica, porque cuando decimos ‘temo que’ expresamos que ‘nos da miedo de que algo malo suceda’. Además, porque el verbo latino ‘timere’ –del cual procede– no tiene ni un solo significado que permita esa interpretación. ***

Si hay alguna norma gramatical elemental es la de la concordancia de los artículos determinado e indeterminado con su sustantivo, a saber, que concuerdan en género y número con él.  Sin embargo, el editorialista de LA PATRIA la olvidó y escribió así: “…La realidad un año después es que hay unas 81 millones de personas contagiadas…” (Editorial, 30/12/2020). En esta oración, el artículo determinado ‘un’ debe concordar en género  con el sustantivo ‘millón’, que es masculino, no con su complemento, de esta manera: “…unos 81 millones de personas…”. Como digo, elemental, muy elemental. ***

De la siguiente manera escribió el columnista José E. Mosquera: “Un libro donde examina los grandes retos, desafíos y las esperanzas que se debate la humanidad en un nuevo orden mundial…” (LA PATRIA, 2/1/2021). En esta oración, evidentemente, hace falta la preposición que introduce el complemento, pues su omisión le quita a éste esa naturaleza. Castizamente, así: “…desafíos y esperanzas en que se debate…”,  o “en los que”. Además, en lugar de “…hacia donde se direccionan los cambios globales…”, “….hacia donde se dirigen…”, o “se encaminan”, como decíamos ayer.

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