¿Les suena el calexit?
Si al término brexit le quitamos la partícula “br” que hace referencia a los británicos, y la reemplazamos por el “cal” de los caldenses, ¿qué nos queda? Nos queda calexit, por supuesto: el brexit caldense.
Después de haber escrito mi artículo anterior («La RAP, ¿un espejismo?», que abarcó tres columnas sucesivas), he estado meditado seriamente sobre si a Caldas le conviene, sí o no, seguir siendo parte de esta Región Administrativa de Planeación, o si es preferible llevar a cabo un prudente calexit.
Por supuesto, si las cosas van a seguir funcionado como hasta ahora, y en cada reunión Caldas, y también el Quindío, a cambio de promesas bobaliconas y sin contenido, van a seguir comprometiendo recursos de sus regalías para obras y acciones que favorezcan principalmente a Pereira, es obvio que no vale la pena pertenecer allí. Pero eso no tiene por qué seguir sucediendo de esa manera. No guardo esperanzas de que vayan a dejar la idea de construir un megahospital en Pereira, y escoger en cambio la opción de repartir equitativamente entre los hospitales públicos más importantes de cada una de las capitales las nuevas especialidades que se van a instalar ─y de paso llevar a cabo las más importantes mejoras posibles en cada uno de ellos─. Pero podría pensarse, por ejemplo, en esbozar un plan de proyectos que puedan realizarse con el esfuerzo de los departamentos que constituyan la RAP, digamos que a 10 o 15 años, en el que se pueda definir qué va a ganar y qué va a sacrificar cada sección durante ese plazo, de tal manera que a todas se les justifique hacer parte de la organización. Porque un solo convenio, como hay hasta ahora, aunque es un indicio que se debe tener en cuenta, es una base muy pobre para predecir cómo será el resto.
Ahora bien, conociendo a Pereira y a los pereiranos, me parece que Caldas, y sobre todo Manizales, no tienen mucho por ganar. Piensen: cuando la RAP llegue a ser un ente consolidado, ¿en dónde se va a construir el imponente palacio que va a servir de sede a la entidad? En Pereira. ¿Dónde se van a reclutar los funcionarios que engordarán la burocracia de la organización? En Pereira, y algunos pocos en el Quindío: ya hoy, el gerente es cuyabro (por puro contentillo) y el subgerente es de Pereira. ¿En dónde se decidirá sobre el destino de los fondos de las regalías de los tres departamentos? En Pereira. ¿Hacia dónde se destinarán tales fondos? Bueno, adivínenlo. Habría que agradecer si a Caldas le llegan a dejar un pedacito. Muy queridos.
Se requeriría un cambio de actitud de 180º por parte de nuestros admirados vecinos, para convencer a los caldenses y quindianos del legítimo interés de Pereira en una distribución equitativa de los factores de progreso entre las diferentes secciones. Así se nos cambiaría la situación que estamos previendo hasta ahora. Si al mirar al futuro desprevenidamente, pero analizándolo a conciencia, quedamos convencidos de que ese es un panorama posible, pues entonces podemos continuar este plan. Pero si no, creo que más vale ir por el caldexit. Una salida convenida. Antioquia ya fue nuestra mamá. A nosotros, en esa región liderada por Medellín, posiblemente no nos irá demasiado bien. Pero, en todo caso, menos mal que en garras de Pereira. ¡Sin duda!
Me viene ahora a la memoria un cuento simpático que tuvo lugar durante la campaña de creación de Risaralda. Cuando éramos muchachos, y desde cuando puedo recordar, la Lotería de Manizales tenía, el siguiente lema publicitario: «Un jueves mejorará su suerte». Esto, en referencia a que a lotería jugaba los jueves. Por todo Caldas, muchísimos ciudadanos esperanzados en salir de pobres, despertaban los viernes con la pregunta a flor de labios: «¿En qué terminó Manizales?» Así trataban de conocer el resultado del sorteo de la noche anterior. Durante la campaña de creación del Risaralda, los ingenios pereiranos hicieron circular el siguiente chascarrillo que aprovechaba el doble sentido que podía tener la pregunta: «En qué terminó Manizales?» «En corregimiento», era la respuesta. Cruel, pero hasta profética, aunque un poco exagerada.