28 de marzo de 2024

Cultura del agua en los ríos urbanos

3 de noviembre de 2020
Por Gonzalo Duque Escobar
Por Gonzalo Duque Escobar
3 de noviembre de 2020

El panorama

El Río Urbano es una iniciativa ciudadana que busca generar un cambio cultural hacia nuestros ríos y sus entornos hoy degradados en los medios citadinos. Nace como parte de un proyecto transdisciplinario en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica, en 2012, y luego se consolida como equipo interdisciplinario con una visión integral, que entrega una propuesta conveniente para que en Colombia reflexionemos y actuemos: ya que mientras la demanda hídrica continúa expandiéndose, y la oferta se afecta por factores como la deforestación, la degradación de los ecosistemas y la contaminación antrópica, quienes habitamos las ciudades no tenemos conciencia de la grave problemática del agua.

Si a nivel mundial, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), entre 1990 y 2010, la contaminación aumentó en la mayoría de los ríos de África, Asia y América Latina, y con ello el riesgo de contraer enfermedades para cientos de millones de personas, comprometiendo además la producción de alimentos y las economías que depende del agua, como mínimo habrá que encontrar la forma de incorporar otro modo de relacionamiento con nuestras fuentes hídricas, para convertirlas no sólo en factores de desarrollo sostenible, sino también en huéspedes condicionantes de acciones y beneficios, incorporándolas a nuestro paisaje para hacerlo ecológicamente amigable y enriquecerlo de oportunidades culturales.

Ver: ¿RÉQUIEM POR LA RESERVA DE RÍO BLANCO EN MANIZALES?
Ver: GOBERNANZA FORESTAL EN LA ECORREGIÓN ANDINA.

¿Y Colombia qué?

Aunque la estrecha relación entre el ambiente físico y la salud humana ha sido reconocida desde tiempos remotos, actualmente las condiciones sociales, culturales, económicas y de productividad han hecho que la relación ambiente-salud sea más compleja, requiriendo abordajes que integren el ambiente físico y el social, puesto que cada vez más el deterioro de los ecosistemas parece asociarse al detrimento del bienestar humano.

En Colombia, donde el patrimonio hídrico que le aporta el 10% al PIB, y los costos ambientales y ocultos le restan 4,5% a dicha participación, y donde la amenaza por la deforestación, la minería, la contaminación por vertimientos y la presión sobre los ecosistemas estratégicos, se acentúa ahora con el cambio climático, la problemática del agua, antes que un asunto de cantidad es de calidad y cultural, dada la contaminación proveyendo patógenos y productos químicos, no solo asociados al sector agropecuario o minero, sino también desde los medios citadinos. Si en el top de los ríos urbanos más contaminados de Colombia, aparecen el Bogotá, Chicamocha, Medellín, Cauca, Suarez, Pasto, Chinchiná, Otún y Quindío, a esta problemática de nuestro entorno se suma la contaminación del aire y el suelo, afectando además de pobladores internos y vecinos rurales y urbanos aguas abajo, a la biodiversidad y a la fauna a su alrededor, hasta los mares.

Ver: AGUA COMO BIEN PÚBLICO.
Ver: DINÁMICAS DEL CLIMA ANDINO COLOMBIANO.

Una tarea de largo aliento

¿Cómo crear entonces una nueva cultura del río?, ¿cómo recuperar su paisaje? Indudablemente la idea es encontrar cómo hacer de las corrientes hídricas que pasan por nuestro entorno, huéspedes condicionantes de acciones y beneficios. El colectivo costarricense propone transformar la percepción hacia nuestras corrientes hídricas, a través de la renovación de ideas e imágenes; e igualmente transformar los hábitos, acudiendo a procesos formativos, educando y capacitando comunidades. Al igual que la expresión popular que reza “eres lo que comes”, nuestros ríos son el reflejo de nuestras insaciables necesidades de consumo; y si bien un cambio en las formas de producción y en las costumbres de la sociedad no tendrán lugar en el corto plazo, es necesario tomar medidas urgentes para mitigar los impactos ambientales derivados de las actividades económicas.

Ahora, para el caso de Colombia donde apenas el 30% de los vertimientos generados en nuestras ciudades tiene algún tipo de tratamiento, ya que el 70% restante va directamente a dichas fuentes, con las respectivas consecuencias sobre el medioambiente, tal cual lo proponen los “ticos”, debemos acometer una transformación de los entornos o rondas hídricas, gestionado proyectos de regeneración físico-ambiental e integración río-ciudad. Esto que apuntaría no sólo a la conectividad biológica, debería incluir más que manejo convencional de residuos sólidos y tratamiento de aguas servidas, la economía azul.

Ver: GESTIÓN DEL RIESGO NATURAL Y EL CASO DE COLOMBIA.
Ver: COLOMBIA, TROPICO ANDINO Y AGUA.

¿Y la PETAR?

En nuestro caso para la subregión Centro-Sur de Caldas, donde gravita la enorme huella verde del café afectando las cuencas medias del Chinchiná, donde las corrientes mayores son los ríos Chinchiná, Guacaica y Río Claro, y la presión sobre los bosques de niebla en sus cuencas altas, incluidas las de los ríos Molinos por el sur y Río Blanco al norte, en el marco de los ríos urbanos, las problemáticas mayores no sólo están en las quebradas Manizales y Olivares por los vertimientos, sino también, en las de Cameguadua de Chinchiná por similar razón degradando el embalse, en El Rosario por la cárcava del Tablazo y en El Perro por procesos de socavación que explican las avalanchas de 2008 y 2010 abatiendo a Expoferias.

Que sea esta la oportunidad para cuestionar el modelo de la PTAR de Manizales, un esfuerzo importante que considero mal resuelto: en lugar de priorizar el tratamiento secundario o biológico de 20 toneladas residenciales, y evitar que los industriales se colgaran del proyecto, poniendo en riesgo que la carga económica descanse en los usuarios, se optó por un tratamiento únicamente primario o físico, y por lo tanto insuficiente, donde únicamente se van tratar la mitad de las aguas residenciales para responder también por las industriales, dejando por fuera el distrito sanitario de Olivares. No señores, tratemos aparte aguas industriales y residenciales, y avancemos en colectores para recoger aguas servidas residenciales y tratarlas al cien por ciento, en lugar de un tratamiento inocuo y de poner en riesgo una socializalización de costos ambientales por la vía de los usuarios.

Ver: RÍOS URBANOS PARA MANIZALES..
Ver: MANIZALES, CIUDAD DE LOS ECOPARQUES.

Por la cultura del agua

Preguntamos entonces, ¿será que el desarrollo de la ciudad está en conflicto con los hábitats naturales de los medios fluviales y, por lo tanto, los ríos y humedales no pueden funcionar bien en las ciudades en desarrollo? Definitivamente, podemos desarrollar nuevos planeamientos urbanísticos soportados en una perspectiva verde con elementos de la naturaleza como los ríos, para encontrar una solución basada en la idea de resiliencia estableciendo un lugar que pueda adaptarse al cambio del medio urbano de forma natural.

Con esa perspectiva, podremos adoptar esta valiosa herramienta en Colombia, donde urge una cultura por el agua que haga de nuestros ríos, hoy convertidos en cloacas por los medios urbanos que alteran su paisaje y vierten en él sus basuras, en un referente ambiental de vida y cultura, y en un sujeto al que se le respetan los derechos bioculturales en el territorio que baña con sus aguas.

En suma, si queremos ríos saludables y sostenibles en el marco de un hábitat urbano más humano y más habitable, tal cual lo recomienda esta iniciativa del país centroamericano, debemos partir de la necesidad de involucrarnos como ciudadanía, empoderándonos de los diferentes procesos de gestión desde la evaluación y recuperación, hasta el mantenimiento y conservación de nuestros ríos.

Ver: EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN: AGUA Y CLIMA
Ver: LADERAS DEL TRÓPICO ANDINO, CASO MANIZALES.

*. Profesor de la Universidad Nacional de Colombia, y miembro de la SMP de Manizales http://godues.webs.com Imagen: Distritos Sanitarios de Manizales. Especial para la Revista Eje 21. Manizales. Noviembre 2 de 2020.