28 de marzo de 2024

Maldito racismo

27 de agosto de 2020
Por Juan Alvaro Montoya
Por Juan Alvaro Montoya
27 de agosto de 2020

Estremecen las imágenes conocidas durante la última semana sobre la forma como un policía de Wisconsin, del cual se desconoce su identidad, disparó miserablemente y a mansalva sobre Jacob Blake. Aún no se han clarificado las razones que rodearon este acto demencial por parte del uniformado, pero, según se puede apreciar en los videos que circulan en redes sociales, éste actuó con exceso de fuerza en un hecho que solo puede ser considerado como una tentativa de homicidio.

Lo que aparenta ser un caso aislado no lo es. Obedece a una práctica tan antigua como la civilización misma y de la cual no logra desprenderse la humanidad. Aunque parezca inverosímil, aún en la actualidad vanidosos badulaques presumen de una ficticia superioridad que no tienen y sobre ésta, oprimen y subyugan a otros por aspectos tan frívolos como el color de piel o su origen. Los ejemplos de esta bajeza moral abundan en la historia.

Casi la totalidad de las sociedades de existentes en la antigüedad eran esclavistas. Roma, Egipto, Mesopotamia o China consideraban esta práctica como un elemento de connatural a su cultura. Algunas, como la egipcia, lo hacían a través del comercio puro de personas provenientes de África Subsahariana. Otras, como el Imperio Romano, afincaban su fuerza laboral gracias a la esclavización de pueblos vencidos en guerra. En ambos casos, la dominación era completa y asumida parte del orden natural de la vida

Sin embargo, desde una perspectiva histórica, la noción moderna de “raza” surgió en España durante el periodo de conquistas de América, momento en el cual se adoptó la existencia de tres razas “puras” (blancos, negros e indígenas) y otras conocidas como mulatos o mestizos. Esto marca la conceptualización de un proceso de doble victimización en razón a la procedencia étnica: La discriminación racial y la esclavitud.

Con incontables vejámenes, este modelo subsistió por siglos registrando la asombrosa cifra de 2.5 millones de africanos “vendidos” en américa y solo durante la última centuria se dio inicio al proceso gradual de abolición de la esclavitud. Sin embargo la desaparición de las cadenas físicas no extinguió los yugos sociales. Con la Revolución Francesa como antecedente, en la actualidad la mayoría de los cuerpos normativos modernos contemplan de manera expresa el principio de igualdad y lo han elevado como una de las máximas del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Irónicamente la realidad ha demostrado algo diferente, que se aparta de estos postulados y que, por el contrario, reviven rancias épocas de discriminación que deberían enterrarse para siempre. En efecto, a pesar de declararse la libertad de todos los esclavos de la Unión, sucedida el 1 de enero de 1863, en los Estados Unidos han persistido por décadas políticas de exclusión y segregación aberrantes.

En 1944, George Junius Stinney Jr., con 14 años de edad, fue condenado en la silla eléctrica por el asesinato de dos niñas. 70 años después, el Estado de Carolina de Sur consideró que el proceso contra este adolescente estaba lleno de irregularidades y violaciones que le habrían significado la vulneración de sus garantías constitucionales.

En 1954, Linda Brown, con 9 años de edad, debía caminar cada mañana por 3 kilómetros, pues las directrices segregacionistas demandaban que no podría recibir clases en colegios de blancos. Fue necesario un fallo de la Suprema Corte de los Estados Unidos para permitirle a esta menor estudiar un en colegio cercano.

En 1955, Rosa Parks, mujer afroamericana residente en Alabama, fue puesta en prisión por negarse a dar su silla a un hombre blanco en un bus. Nuevamente fue necesario un fallo de la Suprema Corte de los Estados unidos para declarar ilegal la segregación en los medios de transporte.

El presente año, George Floyd perdió la vida bajo la custodia de un agente policial que se negó a levantar la rodilla de su cuello, causándole asfixia mecánica hasta su deceso. Múltiples manifestaciones en rechazo al racismo se han propagado desde entonces.

Nuestra sociedad no aprende. Estos pocos ejemplos se multiplican por el mundo. A lo largo y ancho las sociedades continúan discriminando a extraños con ocasión de su raza, procedencia, pertenencia étnica o credos.  Los ejemplos de estas prácticas se multiplican sin cesar y se pueden ver desde el holocausto nazi hasta el maltrato de un funcionario en un aeropuerto por nuestra nacionalidad. Con el alma humillada y ante la impotencia de levantar nuestra voz en muchas oportunidades, solo podemos exclamar “maldito racismo”.

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