28 de marzo de 2024

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Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
24 de julio de 2020
Por Víctor Hugo Vallejo
Por Víctor Hugo Vallejo
Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
24 de julio de 2020

No es necesario hacer muchas cosas importantes en la vida para volverse inmortal. Unos pocos logran esa inmortalidad, aún en vida, con hechos o creaciones concretas que son capaces de adherirse a la existencia misma de los demás y con ello se hacen a un lugar en la historia que no es posible arrebatarles. Cuando lo que alguien hace o crea, se vuelve propio de la memoria de todos, es cuando se construye inmortalidad. Pueden ser múltiples las creaciones que contribuyan a esa permanencia en el recuerdo de lo social, pero existen obras individuales capaces de convertirse en el hecho determinante de hacer historia. La historia la hacen las cosas que trascienden y no es fácil lograrlo, porque en general los seres humanos somos rutinarios y hacemos todos los días lo que los demás hacen, por lo que terminamos siendo meramente comunitarios, es decir somos del común. Por eso no todos pasamos a la historia y mucho menos nos volvemos inmortales. Sólo aquellos que son capaces de dejar ideas, hechos, obras concretas que se meten en la memoria social, son los que aseguran la inmortalidad consistente en que los recuerden por siempre jamás.

La canción nació a mediados de los años ochenta y en el medio local se hizo conocida con el ritmo pegajoso y lento de la bachata, original de República Dominicana y de gran acogida en todo el caribe americano. Pasaba dentro de los muchos números que en los conciertos daba su autor, o los grupos que le solicitaban su anuencia para interpretarla. Tenía su ritmo, su “cosita”, que llaman algunos. Su autor nunca le dio especial importancia, porque era un creador nato y además porque era más músico que compositor y por encima de todo le daba importancia y le dedicaba más tiempo al aprendizaje de la guitarra y el bajo, los dos instrumentos que de alguna manera desde 1965, cuando se decidió a ser músico profesional, le proporcionaron lo necesario para vivir.

En 1992 la cubana Celia Cruz se disponía a grabar su álbum “Azúcar negro” y faltaba una canción para completar los doce temas que por costumbre debía llevar un disco de larga duración, para ser atendido por los consumidores finales. Buscaron otro número que tuviese las características del ritmo caribeño para incluirlo y lanzar el producto al mercado. Al arreglista de la orquesta se le ocurrió oir de nuevo esa bachata y le hizo un arreglo para ritmo de bolero, que no es muy diferente, pues de alguna manera ambos son lentos, rítimicos, van yendo como de un lado a otro, se van como ajustando al cuerpo. Ensayó dos veces con la cantante, sonó bien, le gustó y lo incluyeron en el álbum, ya tenian los doce temas de ese nuevo producto comercial. Fue incluido a manera de “relleno” en un trabajo discográfico. Y con sus temas principales hubo suceso en el mercado por la acogida que ya tenía la voz de la gran cantante de salsa y merengue. Los once temas que le daban la fuerza al disco, se distinguían notoriamente. A ese pobre bolero parece que nadie le puso atención. Es que pasar del ritmo frenético de la salsa a la lentitud del bolero, no deja de ser un cambio brusco en el ánimo de quien está escuchando. Con ese bolero de relleno, no pasó nada.

Pasó el tiempo, eso si, que no se detiene ante nada, ni ante nadie, y con los años alguien lo oyço con atención en Colombia, en alguna emisora de música romántica y comenzaron a hacerlo sonar por pedido de los oyentes que comenzaron a buscar el álbum en que estaba la canción, -cuando la gente compraba discos en las tiendas musicales- y se hizo todo un éxito en nuestro medio, al punto de que la casa disquera le ofreció a la cantante cubana un Disco de Oro por ventas de dicho bolero y la invitaron a Bogotá a una ceremonia especial en la que le hicieron entrega de ese galardón, acompañada de muchos periodistas, algunos de quienes eran bastante amigos de la salsera antillana. Al final de la ceremonia, Celia le dijo a Julio Sánchez Cristo que ese disco ya no cabía en su casa, pues estaba llena de trofeos por ventas de cualquier cantidades de interpretaciones, que apreciaba mucho lo que le acababa de ocurrir y que quería que ese disco de oro se conservara de la mejor manera en el mismo Colombia, donde se loa había otorgado la gente, por lo que se lo regaló al comunicador, quien lo conserva en un lugar muy especial de su residencia. Celia no era exactamente amante del bolero, lo suyo era la música con mucho ritmo y mucho azúcar, aunque los colores de su voz le dieran el tono para camtar cualquier cosa. Pero ella estaba en su salsa, en la que se hizo la eina universal.

Quince años después de haber sido grabado en ritmo de bolero y más de veinte años después de haber sido compuesto por su autor, este tema se volvió popular y comenzó a ser mirado por muchos otros intérpretes, al punto de que existen más de veinte versiones del mismo, en voces tanto femeninas como masculinas y con su ritmo y su letra se han arrullado muchos amores.

Como en en todos los casos de canciones que se hacen inolvidables, esta es la obra, en esencia, de un buen poeta, porque para que a alguien se le ocurra lanzar “Al cielo una mirada larga”, de esas que se detienen, sin que nadie ose interrumpirlas porque los demás saben que se trata de una búsqueda de algo trascendente, mucho más cuando se trata de buscar “… un poco de mi vida”, es porque se es poeta. Solamente a los poetas se les puede ocurrir que la vida de cada quien se puede buscar en esa inmensidad que tiene tantos colores, en la mayoría de las veces azules profundos o blancos nubosos, que cuando se tornan grises anuncian torrenciales lluvias. Mirar hacia el cielo es buscar el infinito en el que puede encontrarse todo o nada. La inspiración es capaz de cualquier cosa, hasta de las inútiles, como buscar donde no es posible encontrar nada.

Por estos días que sólo generan deseo de olvido, muchos se han acordado de su autor, porque el coronavirus se lo llevó el pasado 16 de julio, en medio de altas fiebres, congestiones pulmonares y dificultad, imposibilidad, de respirar, en medio de la enorme precariedad del sistema de salud de República Dominicana, su lugar de nacimiento, donde las víctimas desconocidas de esta epidemia, son muchas, pero las destacables son pocas, por aquello de que la inmortalidad no les corresponde a todos. Allí, en la cama de un hospital, se fue de la vida Víctor Víctor, uno de sus cantantes insignias, quien naciera en Santa Domingo de los Caballeros el 11 de diciembre de 1948, es decir se le acabó la respiración antes de arribar a los 72 años.

Víctor Víctor, artista no muy popular en nuestro medio, excepto en la región caribe, donde gusta mucho la bachata, que es su sello distintivo y el que lo hizo popular en muchos países, llegó al mundo siendo Víctor José Victor Rojas, quien cursó estudios de música y literatura y en 1965 se decidió a ser artista profesional. Estaba absorbido por el fenómeno cultural denominado la Nuerva Trova Cubana, encabezada por Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, y llegó a ser parte integrante de la misma, como que en la influyente década de los sesenta viajó a Cuba, cuando dichos desplazamientos estaban prohíbidos por el blpqueo norteamericano al régimen comunista, y nunca perdió sus lazos afectivos con ese mundo de la canción social.

La bachata y la canción social fue el objeto amplio de Victor Víctor como compositor. Grabó 18 álbunes de larga duración y de su autoría se cuentan un poco más de 25 canciones. Todas en. ritmo caribeños o de la denominada canción protesta, entre lo que debe destacarse un disco de larga duración que hizo en 1974 como homenaje a la Fuerza Popular del derrocado Salvador Allende, “Chile vive”, en el que está toda su solidaridad con un sistema de gobierno socialista al que se arribó mediante proceso democrático, pero el que fue depuesto por la bota militar, que luego se instaló por muchos años como una dictadura criminal en la que la sangre, los bajos instintos y los métodos engañosos para cortar y desaparecer vidas se hizo patente, al punto de que su jefe máximo terminó en proceso judicial, detenido, cuando ya ni siquiera podía ser llevado a una cárcel, por la abundancia de años que se le habían acumulado en el cuerpo, como que a los dictadores también les llega la decrepitud.

Su producción discográfica la inició en 1972 con el larga duración “Punto rojo” y la cerró con “Rojo rosa” en el año 2009. En el mundo del caribe americano es una gran figura. En el ámbito de la canción social es ampliamente conocido, sin que dicho espacio haya sido nunca muy amplio, pues básicamente es el que corresponde al de las personas cultas y especialmente de los jóvenes que siempre tienen el ánimo de protestar y de entender el mundo de otra manera.

Víctor Víctor es el autor del bolero “Te busco”, que compuso en ritmo de bachata y que llegó a ser su canción más conocida en todo el mundo de habla hispana, al punto de ser uno de esos temas distintivos de lo que es cantarle al amor, sin necesidad de desilusiones, de abandonos, de traiciones, de engaños. Es buscar el amor, donde esté. Incluso el amor que no se ha tenido.

Luego del éxito que Celia Cruz, sin proponérselo, logro en nuestro medio con ese bolero, se hizo un tema apetecido por grandes artistas, quienes además conocían de la capacidad creadora del domnicano y han confiado en sus dotes de constructor de letras y música, en los que priman las cuerdas, como que es la dedicación de su compositor, quien ha sido indistintamente en orquestas, como la de Wilfrido Vargas, desde 1972 bajista y guitarrista, que llegan a la memoria de mucha gente. Shakira tiene una de las más lindas versiones de este bolero y debe decirse que entre toda su música moderna, que sigue siendo de extraordinaria acogida en el mundo entero, ese bolero son pocos los que se han detenido a oírlo y a deleitarse con su hermosa letra. Un bolero en el que el bajo juega un papel fundamental, que marca el comienzo de la canción y se mantiene con mucho dominio en el desarrollo completo de la partitura.

A las canciones que comienzan a recorrer el camino de la inmortalidad, el público es muy amigo de buscarles historias -todas al fin y al cabo las tienen- para tratar de ayudarles en su conocimiento con la leyenda. Y esta no podía ser la excepción. Dicen, y Víctor Víctor nunca lo negó, aunque tampoco lo confirmó, que es la historia de un amigo de un amigo que le conto que a ese amigo del amigo cuando se había casado, se le había ocurrido ir de luna de miel a la India y que estando en una de sus populosas ciudades, la esposa se le extravió en una de esas inmensas aglomeraciones comerciales en que todos tropiezas con todos. La buscó mucho. Dio aviso a la policía, para la que un hecho de éstos es la rutina más rutinaria, y estuvo bastante tiempo en ese lejano país tratando de dar con el paradero de ella. Nunca logró nada en concreto, hasta cuando decidió retornar a su casa, con las manos vacías y el recuerdo lleno de amor, pero sin volver a tener entre sus brazos a quien tanto amaba. Es más o menos como andar buscando la vida. Y por eso el bolero habla de buscar la vida, la existencia, que es lo que todos buscan cuando andan detrás del amor, del que ya tienen y/o se ha ido o del que no tienen y se saben en el deber de encontrar. Es la búsqueda en que todos los seres humanos andamos metidos: el amor, ojalá eterno, o si no es eterno que al menos sea amor. De ahí la universalidad de su letra, es aplicable a cualquier circunstancia emocional de búsqueda del amor.

Aunque solamente pueda ser válido para nuestro medio, puede decirse que Víctor Víctor es un inmortal de la canción latinoamericana con una sola canción: ese “Te busco”, que muchos cantan y que pocos o ninguno piensan en quien puede ser su autor. Por ser la versión más conocida, muchos piensan que se trata de un tema de creación de Celia Cruz, pero es del dominicano al que se llevó este virus que tanto daño sigue causando un 16 de julio, precisamente en la misma fecha en que se fuera de la existencia material Celia Cruz, hace 17 años, aunque siga metida en la memoria de todos que cada que escuchamos sus grabaciones sabemos quien nos canta.

El mayor homenaje que le podemos rendir a Víctor Víctor, quien en el 2010 asistió a un Festival Cultural en la ciudad de Medellín, donde necesa, riamente interpretó su creación, como bolero, acompañado de guitarras, una la suya y otra de Roberto Camacho, o sea cantar ese bolero que permite seguir en ese buscar que no debe acabar porque el amor nunca será suficiente en el volumen que se tenga, siempre habrá un poco más y mucho más:

“Al cielo una mirada larga,
Buscando un poco de mi vida.
Mis estrellas no responden,
para alumbrarme hacia la risa.

Olas que esfuman de mis ojos,
a una legión de mis recuerdos,
Me roban formas de tu rostro,
dejando arena en el silencio.

Te busco, perdida entre sueños,
el ruido de la gente,
me envuelven en un velo.
Te busco, volando en el cielo.

El viento te ha llevado
como un pañuelo viejo.

Y no hago más que rebuscar
paisajes conocidos
en lugares tan extraños,
que no puedo dar contigo.

En cualquier huella te persigo (voy tras de ti)
En una sombra te dibujo (al recordar).
Huellas y sombras que se `pierden (de la soledad)
la suerte no vino conmigo.

Te busco…..”

La búsqueda del amor no termina nunca para nadie. Ese bolero, creado como bachata, fue capaz de hacer inmortal a Víctor José Victor Rojas, a quien se le fue la vida en Santo Domingo, República Dominicana, lejos de su Santiago de los caballeros y del barrio Los Pepinos, donde había nacido hace un poco menos de 72 años.