La niñez frente al Covid-19
Más que interesante lo que, como reacciones, escuchamos acerca de la reactivación presencial de niños y adolescentes en escuelas y colegios. Sobre esto oímos las voces airadas de los padres de familia, o mejor de los representantes de los padres de familia, de una parte, y de otra las de los docentes, tan preocupados ellos por sus pupilos.
Unos y otros espantados, por decir lo menos, porque el gobierno ha dicho que a partir de septiembre podrán volver a las aulas los niños y los jóvenes. Para ellos lo único que ha pasado por sus mentes es: ¡Qué horror! Pero no han pensado para nada en cómo poder regresar a la educación presencial de las juventudes, cosa que es esencial en la formación de ellos, no sólo por lo que en conocimientos requieren, como lo que en su formación como de seres humanos necesitan.
Que grandes formadores de las juventudes tenemos en estos ciudadanos. ¿Y no nos habíamos dado cuenta de ello? Aquí, al igual que ha venido ocurriendo en la economía, muchos miran solo en una dirección, cual si fueran caballos de tiro a los que se les ponen esos tapaojos, que les impiden escudriñar todo el panorama al frente de sus narices.
Pero: ¿Y si los jóvenes y los niños NECESITAN la interacción para su formación social, que es necesario hacer? ¿Cerrar los ojos y dejarlos en casa? ¿Buscar espacios más amplios a los cuales puedan ir por grupos a recibir las clases que amplíen sus saberes y de paso se interrelacionen, con lo que podrán seguir creciendo en todos los órdenes? ¿Será que la asistencia alternada de grupos a las aulas es imposible? Acaso no es factible el adecuar un sinnúmero de salones que las ciudades tienen disponibles para otras actividades y convertirlos en aulas de clase en las cuales las distancias puedan mantenerse dentro de márgenes potables? ¿Para qué sirven los salones de las Juntas de Acción Comunal? ¿Para qué sirven las Iglesias, como no sea para servir a las comunidades cercanas? ¿No se podrá acudir a los teatros para que sirvan como aulas? ¿Los salones sociales de los edificios y conjuntos no pueden ser facilitados para dar clases a los niños y a los jóvenes?
Sí, sé que muchos gritarán para, desde su óptica, oponerse a cualquiera de estas ideas, pero es necesario analizarlas y tomar alguna o algunas de ellas para facilitar la formación de estas juventudes ya que, como bien lo han manifestado pediatras y psicólogos, el daño que sobre estos niños se dará, de mantenerse el confinamiento, será muy perjudicial para ellos y para la sociedad misma, tanto o más que el mismo riesgo que de hecho conlleva la cercanía y el hipotético contagio que pueda darse en ellos por causa del covid-19.
Y es que la posibilidad de que llegue una vacuna que permita liberarnos del covid-19 es bastante lejana, tanto como podríamos imaginar si consideramos que la misma pueda tenerse en, digamos, un año y, de allí, a que pueda llegar a aplicarse a toda la población circundante tomará un lapso más bien largo con lo que, los siguientes dos, y hasta tres años, tendremos que tener cuidados especiales y los jóvenes tendrán que ir asimilando todos los protocolos que se irán creando para protección pero, lo que no podrán hacer es quedarse en sus casas y alejados de la cercanía social que su formación requiere.
Entonces, no se trata de asumir posiciones que no se puedan mantener hacia el futuro y es imperioso encontrar soluciones para darle salida a la coyuntura que enfrentamos. Esto no significa que se baje la guardia y que no se extremen las medidas de prevención y menos las de atención a lo que hacemos y cómo lo hacemos.
No es sano entonces creer que si hoy no afrontamos el deber de seguir adelante en todas nuestras actividades, desde luego que con los cuidados debidos, mañana tendremos que asumir las consecuencias. De tal manera que lo que hay que hacer hoy, debemos hacerlo hoy.
Manizales, junio 28 del Año de la Peste.