28 de marzo de 2024

Barco y Montoya

3 de junio de 2020
Por Óscar Alarcón
Por Óscar Alarcón
3 de junio de 2020

Mucho le debe el país a don Germán Montoya pero no hasta el punto de afirmar que fue el presidente en ejercicio. Virgilio Barco, que se educó profesionalmente en los EE UU., tenía una concepción del poder al estilo de como la ejercen los norteamericanos y así se desempeñó en sus cuatro años de gobierno. Su Secretario General manejaba los actos de rutina, de su política doméstica, pero aquellos que correspondían a la política del Estado, jamás los delegaba y siempre estuvieron bajo su única responsabilidad. Aplicó el tratado de extradición con los EE.UU. –que él había suscrito como embajador—cuando se requirió, dirigió las conversaciones de paz con el M-19, también todo el proceso que condujo a la Constituyente del 91. En fin, fue el último y verdadero presidente liberal que tuvimos.

Contó Barco con la fortuna de tener un coequipero como don Germán Montoya, quien venía de realizar una exitosa gestión en la empresa privada y a ambos les correspondió enfrentar una de las épocas más difíciles del narcotráfico en Colombia. A don Germán le secuestraron a uno de sus hijos y por chismes palaciegos Pablo Escobar entendió que si lo dejaban en libertad el gobierno accedía a sus pretensiones. Por supuesto, el Ejecutivo no iba a atender a esas pretensiones, lo que el jefe del cartel de Medellín consideró que le habían puesto conejo. En represalia, secuestró a doña Marina, una de las hermanas de Montoya, no con el propósito de negociar, sino de vengarse con su muerte, como en efecto lo hizo.

Triste fueron aquellos episodios para el Secretario General de la Presidencia al sufrir en carne propia los avatares del narcotráfico y también del presidente Barco al observar de cerca la tragedia de su amigo, fiel compañero y escudero de gobierno.

Germán Montoya fue un excelente ejecutivo que estaba al corriente de todo lo que ocurría en la administración, guardando siempre sus distancias. Sin él, el Barco no habría podido navegar en el tomentoso mar de nuestra Colombia.

Descanse en paz, don Germán.