29 de marzo de 2024

Silva Romero reivindica a las víctimas olvidadas de Colombia en «Río Muerto»

26 de mayo de 2020
26 de mayo de 2020

Jorge Gil Ángel

Bogotá, 26 may (EFE).- En medio de una pandemia que tiene a Colombia mirando «desde la ventana» el conflicto armado, que persiste y se propaga en las regiones a pesar de la cuarentena, el escritor Ricardo Silva Romero reivindica en su novela «Río Muerto» a las víctimas de esa violencia que jamás son nombradas.

El lanzamiento estaba previsto para principios de abril pero el confinamiento, que comenzó el 25 de marzo, detuvo completamente la impresión de los libros, lo que en opinión del autor obligó a que «Río Muerto» fuera publicado en mayo en un contexto en el que «la actitud de todos es reflexiva dentro de la incertidumbre».

«La gente está encerrada viendo por la ventana los dramas sociales colombianos, los afortunados que podemos verlos desde la ventana. Los dramas afuera cada vez están creciendo más, como por ejemplo los asesinatos de los líderes sociales: acelerados, sin vigilancia», dice Silva Romero (Bogotá, 1975) en una entrevista con Efe.

Y ahí, manifiesta el autor, «Río Muerto» (Penguin Random House) aparece como la reivindicación de una historia real que le contó una víctima del conflicto armado que «es una de millones de historias de colombianos».

«Ya que el país cree tanto en lo invisible, puede uno decir (que esta es la historia) de colombianos que se vuelven fantasmas, jamás son nombrados, apenas tienen un funeral y casi no pueden no ser contados ni recordados porque las familias están prácticamente negándolos o escondiéndose o desplazadas por lo que sucedió», afirma.

VIOLENCIA QUE SE REPITE

Silva Romero, que recibió el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana en enero del año pasado con su obra «Cómo perderlo todo», decidió escribir su más reciente novela cuando viajaba en auto con una víctima del conflicto armado que le contó el drama que vivió su familia cuando su padre fue asesinado por paramilitares en 1992.

Esa historia de violencia se desarrolla en un pueblo ficticio que el autor llamó Belén del Chamí, situado en una región lejana de Colombia donde, como ocurre en decenas de municipios que sí existen en el mapa, la presencia estatal es poca o nula.

«Yo situé la historia más o menos en la época en la que sucede, como se me contó, que es en el año 1992. Era un año en que el país oía hablar de matanzas, de grupos paramilitares, de luchas entre la guerrilla, el Ejército y los ‘paras’, pero era un especie de telón de fondo, porque lo más protagónico era la guerra contra el narcoterrorismo», asegura.

UN PAÍS QUE NO CAMBIA

Las escenas de esa época también se han visto -en opinión Silva, columnista del diario El Tiempo, de Bogotá, y El País, de España- en la Colombia que precedió a la del plebiscito de octubre de 2016 con el que el país rechazó el primer acuerdo de paz que firmó el Gobierno con la guerrilla de las FARC.

El escritor explica que los líderes del «no» en el plebiscito, encarnados en el partido uribista Centro Democrático, tomaron impulso con esa votación y lograron llevar a su candidato, Iván Duque, a la Presidencia de Colombia dos años después.

Ese contexto, dice, permitió que aquellos con «mentalidades fundamentalistas, esa gente que había querido copar el territorio que habían dejado las FARC», retomaran la fuerza y el impulso para amenazar a la gente con volantes que mandaban debajo de las puertas de sus casas.

Son situaciones «tan parecidas a las del año 92, cuando se sentía más una atmósfera permisiva o por lo menos de espaldas al fenómeno de cientos de municipios colombianos abandonados a su suerte, muchas veces además abandonados a su suerte a propósito, que es lo que me parece a mí lo más escalofriante del asunto».

«Es una atmósfera semejante y descorazonadora que la novela, que sucede en el año 92, terminara pareciendo (…) atemporal, a algo que sigue pasando, que ha pasado siempre y que pareciera como una condena, como algo que sigue pasando hoy muy parecido a algo que pasó hace mucho tiempo, hace 30 años», reflexiona.

UN REFLEJO DEL TEXTO

Para ilustrar la portada del libro, Silva Romero eligió una imagen de un funeral en el municipio de Bojayá, en el selvático departamento del Chocó, del fotoperiodista Jesús Abad Colorado, que ha retratado por cerca de tres décadas el conflicto armado.

En Bojayá, el 2 de mayo de 2002 una bomba lanzada por la guerrilla de las FARC durante un combate con paramilitares por el control territorial cayó en la iglesia y mató a por lo menos 79 personas, aunque otras cifras hablan de 119 muertos y decenas de heridos.

«Sin duda esta (fotografía) saltaba a la vista y no había competencia, a pesar de que todas las de él son extraordinarias fotos, y esta es exactamente lo que es la novela», manifiesta el autor.

Es por ello que considera que Colorado y su imagen hacen parte de la novela, «totalmente», pues la foto refleja «toda la oscuridad y toda la iluminación de un funeral y es algo así, si no exactamente eso, lo que uno encuentra cuando lee la novela».

«Allí están toda la oscuridad del duelo y aparte toda la luz del coraje para sobreponerse», concluye Silva, también escritor de obras como «Autogol», «Historia oficial del amor» y «El libro de la envidia». EFE