19 de abril de 2024

Viernes Cultural Beatríz Zuluaga

29 de mayo de 2020
29 de mayo de 2020
Beatriz Zuluaga nació en Manizales y en la actualidad reside en Bogotá. Después de haber vivido en la capital de Caldas gran parte de su existencia, donde descolló en el mundo periodístico y cultural de la región en especial por su vinculación al diario La Patria como columnista y como directora de su suplemento literario, directiva de la Casa de la Cultura y promotora del Festival de Teatro, se vinculó a publicaciones nacionales como la Revista Mujer, Diners y la Revista de los Jueves de El Espectador entre otras. Como periodista recibió numerosos reconocimientos, pero se puede asegurar que su mundo es el de la poesía, género en el que su nombre figura al lado de las más acreditadas figuras colombianas. Seis libros componen su conocida obra: La Ciega Esperanza; Este Cielo Boca Abajo; Definiciones; Las Vigilias del Sueño; Eres Eros y A Corazón Abierto. Sus poemas han sido antologados y la crítica ha recibido con elogios repetidos su producción poética. Su inspiración es polifacética y va desde la angustia existencial, la calidez del sentimiento, la protesta social, hasta el más decantado erotismo. Sin lugar a dudas es una voz femenina con identidad propia en la literatura colombiana.
ESTOY DEL OTRO LADO
​Seguro que es más fácil murmurarle a la rosa
que hablar de sus espinas.
Y seguro también decir amor y repetir amor
sin nombrar el olvido.
La risa es agua cristalina que rueda como bálsamo
en todas las gargantas,
pero el llanto es horadar gota a gota
el alma de una roca.
Yo dejé de ser ángel y ya no templo el arpa.
Para la desarmonía no se hizo la nota
ni el canto para el mudo
ni la luz para el ciego.
Pero todos estamos mudos, ciegos
perdidos en laberintos fantasmales
al cuello una bufanda de vientos borrascosos
y en los pies las sandalias de un tiempo sin camino.
Cómo me gustaría ser simplemente un poeta
y hablar de las luciérnagas, las flores desmayadas,
el azul y los ojos profundos del amado.
Pero no, yo estoy del otro lado,
del lado del acero, de la piedra y la lava.
Estoy en el caldero donde hierve la angustia.
Yo también hago cola con los desesperados
y les presto mi voz.
No puedo ser mensajera de rimas ni de cantos.
Soy un cartero fúnebre de fúnebres ropajes.
Soy un poeta triste.
CANCIÓN PARA ARRULLAR A UN PADRE
Ahora que a tus años te has vuelto tan pequeño
puedo llevarte en el cuenco de mi mano,
mano-abrigo, mano-nido que recoge
tu ritmo ya cansado.
Y cuento tus latidos padre-pequeño ahora
como yo fui pequeña y también anhelaba caber
en el puño de tu mano.
Te llamo y no puedo desligar tu memoria
del árbol, de la rama, del fuego,
de mi primer vocablo, de la bruja y el hada.
Tu estatura entonces copaba entera
la puerta de mi alcoba y de mi alma.
Pero cuando ya estás cansado
y se encogen tus carnes y tus nervios
pero crece tu corazón, casi no necesito hablarte
sino sentirte, sí, simplemente sentirte
para llegar allí donde nace tu anhelo,
donde teje Penélope el recuerdo.
Porque tú y yo estamos hechos de memorias
y los dos estuvimos unidos al mismo cálido cordón
umbilical de mi madre.
Y somos guardadores de sueños,
constantes vigías del pasado,
somos los centinelas de otros días,
los recogedores de ecos,
los cazadores de nostalgias.
Todo lo que tenemos nació en la misma casa
al calor de las mismas frazadas
sobre la misma mesa
donde tú con tu mano de padre
nos diste a todos el vino, el pan
y el agua clara.