19 de marzo de 2024

¿Adónde el aprendizaje?

26 de mayo de 2020
Por Claudio Ochoa
Por Claudio Ochoa
26 de mayo de 2020

Sólo una cosa es más dolorosa que aprender de la experiencia, y es, no aprender de la experiencia, nos dijo el escritor canadiense, Laurence J. Peter.

La grave situación mundial de esta nueva época quiere enseñarnos que ante una pandemia todos somos víctimas, con distintos grados de impacto, pero al fin y al cabo víctimas. Obligados a reaccionar, tomar de la experiencia, para que los hechos no vuelvan a ocurrir, o si suceden, que lleguen con menor daño. El indemne de hoy puede ser víctima mañana.  Que sirva la hecatombe para dar señales de arrepentimiento y pagar del grave saldo en rojo que numerosos grupos tienen para con la sociedad.

A la cabeza están varios exponentes, bien identificados, para quienes nada importa el sufrimiento generalizado. Gobernadores y alcaldes, y diversos funcionarios de variadas instituciones dedicados a sacar provecho personal (cacos que no pueden ser perdonados) quedándose con parte de los dineros destinados a tratar de mitigar el dolor ajeno. Claro, en complicidad con particulares. Insensibles, desvergonzados. También están varias empresas de servicios públicos y de telefonía celular que de manera descarada han aprovechado para agrandar las cuentas a sus usuarios. Saben que en estos momentos los controles y sanciones estatales funcionan casi cero y que el golpeado paganini lleva las de perder, o paga, o se queda sin el servicio. ¿Y qué tal la explosión de estafadores rondando por Internet, ofreciendo toda clase de desinfectantes, medicamentos, trajes y tapetes para alejarnos del virus chino? Muchas de tales supuestas ayudas resultan engañosas. Reincidentes en la maldad.

La indisciplina ciudadana sigue a su ritmo normal. Más notorias las diversas muestras que estamos apreciando, pues unas tres cuartas partes de la población está en el encierro forzado. Los y las que rondan en nuestras ciudades sin las adecuadas medidas de prevención, solo por el gusto de estar callejeando. Los desaforados festines en varios lugares del país, para ampliar la infección. Más visible aún es el ejército de motociclistas y ciclistas que multiplican las contravenciones, invadiendo andenes, en contravía, irrespetando las señales de semáforos. En contraste una autoridad que hace a medias las cosas: venta de bicicletas sin IVA, para desestimular el uso de automotores, pero sin ningún plan de educación ni sanción para los ciclistas infractores; seguro que aumentará el desorden.

¿Y los políticos qué? En lo mismo, insensibles como casi siempre. Qué tal el agarrón entre los dos antiguos compadres y senadores, cada cual con semejante rabo de paja. Vergonzoso espectáculo a los ojos de la gente adolorida y prudente. Sus colegas de Congreso tan improductivos como casi siempre. Unos y otros enriquecidos económicamente gracias a su actividad, faltos de generosidad y de iniciativas, totalmente ajenos a los hechos que hoy arrasan al país, y cuyas dolorosas consecuencias aún falta por medir y padecer.

En parte del poder judicial no hay prudencia ni consideración que valgan. Desde la altura burocrática de la Corte Constitucional han sido muy ágiles y complacientes para dar una mano al personaje del Agro Ingreso Seguro, seguro que para complacer ciertos intereses políticos y sin importar (¿o importando?) el desorden que están creando al abrir la puerta a un ramillete de los de cuello blanco, que correrán tras una segunda oportunidad. ¿Por qué tanta rapidez y eficiencia en este caso, y por qué el olvido en otros hechos? Numerosas prioridades reclama el país en el momento, y estos togados tan despreocupados. ¿Dónde los derechos de los detenidos y en mortal hacinamiento?, ¿dónde los de los ancianos y los faltos de asistencia en salud?, ¿dónde el derecho fundamental de justicia para todos?, ¿dónde tantos derechos consagrados en la Constitución, frente a los cuales se hacen lo de la vista gorda?

En contraste, a diario apreciamos en manos de los que casi nada poseen, muestras y muestras de solidaridad y de perdón, durante esta pandemia. En barrios populares y en pequeños municipios da gusto apreciar a la gente compartiendo de lo poco que tienen, observar la labor de algunos curas manifestada a través de sus Bancos de Alimentos, gracias al respaldo de algunos empresarios y particulares. ¿Y qué tal la actitud de don Néstor Novoa, el ciudadano que en son de rebusque diario fue asaltado, golpeado, apresado y humillado por un ramillete de “valientes” agentes policiales en Bogotá? Qué buen ejemplo el de Néstor: Preguntado sobre la justicia que debía aplicarse a estos bárbaros de verde, ha insistido en que sean perdonados.

Casi 750 colombianos que han muerto, casi 21.500 contaminados, millones de desempleados y hambrientos, miles y miles de arruinados, económica, moral y mentalmente. Es hora de la unión, de la solidaridad y de apoyar a las autoridades. También la hora del castigo.  No es el momento para fiestas. Reflexionemos y actuemos en favor de los nuevos colombianos que apenas se están formando. Aprendamos de esta experiencia y así evitaremos más y más dolores.

El indemne de hoy puede ser víctima mañana, repetimos.