28 de marzo de 2024

Liderazgo con valores (5)

9 de abril de 2020
Por Jorge Emilio Sierra Montoya
Por Jorge Emilio Sierra Montoya
9 de abril de 2020

Resolver problemas sociales 

“Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Me da pena este pueblo, porque hace tres días que se quedan conmigo y no tienen qué comer… 

Entonces, Él mandó a la gente que se sentara en el suelo y, tomando los siete panes, dio gracias (al Padre Dios), los partió y empezó a darlos a sus discípulos para que los repartieran, y ellos se los sirvieron a la gente… 

Todos comieron hasta saciarse” (Mc 8, 1-9). 

Estos son apartes de la segunda multiplicación de los panes, narrada por Marcos después de referirse a la primera (Mc 6, 35-44), también un hecho milagroso, sobrenatural, donde unos pocos panes y peces se convierten, por la omnipotencia de Dios, en alimento para varios miles de personas, algo incomprensible a la luz de la razón, de las leyes naturales, pero creíble por la fe, fundada a su vez en el testimonio directo, personal, de quienes presenciaron la escena, entre ellos los apóstoles.

¿Por qué -se preguntará- escogimos el segundo milagro, no el primero? A decir verdad, nos parece mejor para descubrir las lecciones de liderazgo que venimos buscando y que se transforman en un nuevo círculo, bastante relacionado por cierto con el anterior, actualizado y vigente en la responsabilidad social  de los individuos, las empresas y demás organizaciones sociales.

Pero, vamos por partes. En este caso, “muchísima gente” ha seguido al Maestro durante tres días, ya no tienen qué comer y si los mandan hacia sus casas -como sugieren los discípulos por la falta de comida-, podrían “desfallecer en el camino, pues algunos han venido de lejos”.

Como se ve, Jesús siente “pena”, pesar o compasión ante la difícil situación, ante el hambre de sus seguidores y la simple posibilidad de alejarlos, de no permitirles oír más la palabra de Dios, por la sencilla razón de faltar comida, indispensable para vivir. ¿Acaso nosotros -valga el interrogante- nos compadecemos igualmente ante la pobreza que nos rodea, ante los cientos y miles y millones de personas que ni siquiera tienen que comer, como sucede incluso con tantos niños en el mundo que hasta llegan a morir de hambre?

Hay que tener compasión

Jesús nos pide, por tanto, ser compasivos frente a las necesidades del prójimo, de nuestros hermanos pobres, sin recursos económicos, incapaces de atender a sus necesidades básicas. Que tengamos un corazón de carne y no de piedra, como dicen los textos bíblicos. Y si ese llamado es válido para todos los seres humanos, con mayor razón lo es para los líderes, quienes ostentan cargos de responsabilidad en la sociedad, desde los gobernantes y políticos hasta los empresarios y dirigentes académicos, entre otros.

Sentir así no es fácil, debemos admitirlo. Porque si los discípulos al principio carecieron de compasión y sugirieron quitarse de inmediato el problema de encima, dándose la falsa idea de que éste desaparece por el hecho de no verlo cuando las personas hambrientas se fueran para sus casas, ¿qué decir de nosotros, veinte siglos después de ocurrido aquello? La misericordia cristiana, para colmo de males, es vista en ocasiones como signo de debilidad y falta de fortaleza, inadmisible en la sociedad contemporánea que suele tomar partido por los más fuertes, por quienes triunfan, por quienes tienen éxito, en especial el éxito económico, aunque lo obtengan por medios ilícitos.

El verdadero líder es compasivo, sufre por el dolor ajeno y, sobre todo, busca la forma de resolver el problema, de calmar el hambre y erradicar la pobreza, en beneficio de la comunidad que lo necesita, tal como lo hizo Jesús en los pasajes que comentamos. Es un cambio que viene desde el interior, desde adentro, desde lo más hondo de nuestras conciencias, lo cual equivale a asumir la responsabilidad social personal, individual, como condición básica para que la responsabilidad social en la empresa, el gobierno, la familia, etc., sea estructural, de fondo, no aparente, fugaz o simple flor de un día.

Responsabilidad social

Resumamos, sin embargo, cómo sería, siguiendo obviamente las enseñanzas evangélicas, esa responsabilidad social con los más pobres, asumida ya la compasión, que es el sentimiento básico, ineludible. Hay que identificar el problema, para empezar. De ahí la pregunta inicial de El Maestro: “¿Cuántos panes tienen?”, tras constatar que el número de sus seguidores los superaban con creces, o sea, que las necesidades eran mucho mayores y constituían así un grave problema que era preciso resolver, lejos de eludirlo con la salida fácil propuesta por sus apóstoles. ¿Cuántos pobres hay entre nosotros, cuántos tienen hambre y cuántos mueren de hambre?, podríamos preguntarnos ante las críticas circunstancias sociales que todavía padecemos.

Por fortuna, los extraordinarios avances científicos, incluidos los de las ciencias sociales (economía, ciencia política, sociología, historia…), nos permiten utilizar las técnicas debidas para identificar tales problemas, las causas que los generan y cómo resolverlos. Para ello, los líderes deben recurrir a ese conocimiento especializado, de la mano de expertos, para realizar las investigaciones de rigor, similares a los estudios de mercado que son tan comunes en las empresas para sus propósitos comerciales o de marketing. Las universidades son de enorme ayuda en tal sentido, más aún cuando allí empieza a tomar fuerza la Responsabilidad Social Universitaria (RSU).

Con la ayuda de Dios, además, podemos lograr finalmente multiplicar los panes y peces, es decir, combatir la pobreza y los otros problemas que afectan a gran parte de la población (desempleo, marginalidad, violencia…), cosa que en buena hora es posible, como hemos visto durante las últimas décadas en distintos países, aún en los de menor desarrollo o del Tercer Mundo. El capitalismo, en efecto, ha permitido crear riqueza y multiplicarla, lo que hace pocos siglos parecía imposible, utópico, milagroso. Y este hecho no podemos sino interpretarlo como una bendición de Dios, quien merece por ello, como lo hizo Jesús al realizar ambos milagros, alabanza y gratitud de nuestra parte.

Repartir hasta las sobras

Hecho el milagro, vino la repartición de los panes y peces. No dejó más para él y sus discípulos, pensando quizás que tenían derecho a ese privilegio por lo que hicieron. No. Hubo una justa repartición o distribución de los bienes, de la riqueza, que es precisamente donde la humanidad ha fallado hasta hoy, sea por el individualismo a ultranza del capitalismo o por el socialismo que asume formas totalitarias, dictatoriales, opuestas por completo a la dignidad de las personas. He ahí el punto crítico que ahora debemos afrontar, siguiendo de nuevo el modelo cristiano que no nos cansaremos de invocar.

La riqueza tiene que compartirse, en primer lugar. Hay que ser solidarios, por consiguiente. O la solidaridad es el valor que debe regirnos en la vida colectiva, en cualquiera de las organizaciones sociales a que estemos vinculados, desde la misma familia. Y esto nos obliga, por principio, a servir, ponernos al servicio de los demás, de los más necesitados, como los discípulos que repartieron los miles de panes y peces a la gente hambrienta. Lo cual nos conduce, en último término, al llamado capitalismo social, fruto de la responsabilidad social de todos, de cada uno de nosotros, para “saciar” el hambre física, material, de millones de personas en el mundo, aunque no sólo de pan vive el hombre…

Por último, Jesús pide a sus discípulos que recojan cuanto sobró de la abundante comida, con lo cual parece aludir a la necesidad de apreciar todos los recursos del planeta y tener una conducta de frugalidad, muy importante hoy desde el punto de vista ecológico.

(*) Autor del libro “Liderazgo con valores”, publicado por la editorial española Digital Reasons (www.digitalreasons.es)