29 de marzo de 2024

El poder de la palabra

26 de abril de 2020
Por Eduardo Aristizábal P.
Por Eduardo Aristizábal P.
26 de abril de 2020

Desde muy pequeño he sentido el valor de la palabra, de la buena comunicación;  tal vez por ser hijo de un educador o por mi permanente interés de participar con superlativo interés en el colegio, en las actividades de los denominados centros literarios y luego hacer mis pinitos de periodismo en la revista Meridiano del Colegio de San José de los Hermanos de la Salle. Y con mayor razón ahora después de completar una buena cantidad de años en la actividad del periodismo profesional y en la docencia universitaria en temas íntimamente ligados al lenguaje, la comunicación y la argumentación.

Si fuéramos  conscientes  que la energía liberada en cada palabra  que emitimos no sólo afecta a los demás, sino también a nosotros, empezaríamos  a cuidar más lo que decimos.

Los antiguos esenios estaban convencidos  del poder de la oración, el verbo y la palabra. Ellos utilizaban la energía  del lenguaje que se transmitía con  el pensamiento, la emoción y el sentimiento, para exteriorizar en la práctica la calidad de vida.

En el antiguo Oriente utilizaban  los mantra, los rezos, los cánticos y las plegarias con un objetivo claramente  establecido,  como técnicas para materializar estados internos y programar, de una forma poco valorada  por nosotros actualmente , pensamientos, deseos, previamente establecidos.

Estudios realizados por físicos cuánticos empiezan a redescubrir y validar el enorme y valioso  conocimiento  y aplicación  de antiguas culturas.

Después de muchas  investigaciones, científicos, rusos concluyen que el ADN puede ser influido y reprogramado por palabras y frecuencias. Solamente  el 10% de nuestro ADN se utiliza para construir proteínas, y este pequeño porcentaje del total que compone el ADN es el que estudian los investigadores occidentales y el  otro 90% es considerado ADN chatarra. Sin embargo los investigadores rusos,  reunieron a lingüistas y genetistas -en un estudio sin precedentes- , para explorar ese 90% de ADN chatarra.

Los resultados arrojaron conclusiones increíbles; de acuerdo con dichos estudios, nuestro ADN no sólo es el responsable de la construcción de nuestro cuerpo, sino que  sirve como almacén de información y para la comunicación a toda escala de la biología.

Los lingüistas rusos descubrieron que el código genético, especialmente en el aparente inútil 90%, sigue las mismas reglas de todo nuestro lenguaje humano. Hicieron una comparación de  las reglas de sintaxis – correcta construcción de las frases y  la semántica  – significado de las palabras – y las reglas básicas de la gramática y así descubrieron que los alcalinos de nuestro ADN siguen una gramática regular y  tienen reglas fijas, como nuestros idiomas.

Existe una capacidad demostrada del poder curativo de la palabra que  puede afectar la programación del ADN. La salud podría conservarse indefinidamente si nos orientamos en pensamientos, sentimientos, emociones y palabras positivas, creativas,  bien intencionadas.

Por todo lo anterior estoy convencido que no solo el pensamiento positivo, sino la comunicación permanente transmitiendo mensajes de optimismo dará mucho mejores frutos, que si nos dedicamos a  renegar todo el día de la actual situación del mundo.

Algún día al escritor norteamericano  Anthony Robbins se le ocurrir transmitir su frase, “ La forma en que nos comunicamos con los demás y con nosotros mismos, determina la calidad de nuestras  vidas. ”