28 de marzo de 2024

Desde mi ventana

26 de abril de 2020
Por Rubén Darío Mejía
Por Rubén Darío Mejía
26 de abril de 2020

Cuando estaba niño una de las cosas que más me impresionaba era pasar por al frente de las casas y ver a las personas mayores mirando desde la ventana. Un día le pregunté a mi mamá que pasaba con esas personas y me dijo que unas eran que tenían muchos años y que otras habían sufrido alguna enfermedad o accidente, esto me puso triste, pero creo que fue más el susto que la tristeza que tenía y me daba miedo llegar a esa edad y vivir esa situación.

Hace tres días yo era el que estaba al frente de la ventana, no solo porque fuera mayor de edad, es verdad que también tengo quebrantos de salud; pero estaba ahí en cumplimiento de la cuarentena o como lo ha llamado el Gobierno, el aislamiento preventivo obligatorio para evitar el ataque de un virus o pandemia que llamaron el COVID-19.

Miraba a lo lejos y estaban las nubes que jugueteaban en el cielo, en una de esas tardes bogotanas, que me recordaban mi niñez y mi juventud por las montañas del Viejo Caldas o mejor del Gran Antioquia que se comenzaba a dar paso a la civilización y que luchaba por salir erguido en medio de una violencia que mostraba el preludio de lo que sería el futuro de la misma y la sangre que se derramaría en el país.

Hoy estamos acorralados, si por el COVID-19 o Coronavirus y ya con mi edad me pongo a reflexionar sobre las cosas que suceden y analizo como los jóvenes periodistas tratan de mostrar la noticia un poco amarilla y con deseos de darle gusto a los grandes sectores, no solo del Gobierno y de la economía, que son los que miden en este momento sus fuerzas, unos queriendo que un insípido sistema de salud pueda hacer frente a tal epidemia y otros pensando en el bolsillo.

Todo es bla bla bla, bla bla bla y bla bla bla, y los presidentes y gobernantes salieron en un momento a decir que esto era una simple gripa, que pasaría de la noche a la mañana y se comenzaron a sentir como dioses para solucionar la situación y no se daban cuenta que estaban al frente de una guerra que no se gana con estrategias, sino lentamente porque el enemigo es oculto y no es tan fácil de atacar.

La ciencia, que ha sido una de las olvidadas de la mayoría de los gobiernos del mundo y el cambio climático salen a relucir, los primeros porque trabajando, como dicen coloquialmente, con las uñas, tratan de buscar un antídoto contra este mal, mientras que los superpoderosos exigen que esto se de lo mas pronto posible y el segundo, porque somos nosotros mismos los que hemos terminado con el medio ambiente por la irresponsabilidad y el crecimiento desmesurado de una economía en donde los verdes, los caminos y las bellas casas han sido sustituidas por grandes moles de cemento en donde habitan personas de todas las clases sociales, razas, creencias religiosas y políticas, que se enfrascan en una lucha para poder sobrevivir desde su punto de vista.

Es el momento en que aparecen los grandes salvadores, los grandes orientadores y se escucha de todo, mientras que los comerciantes tratan de meter la mano al bolsillo del ciudadano de cualquier manera y en la política, la corrupción ocupa el primer lugar y es cuando nos damos cuenta de que estamos gobernados por una serie de inescrupulosos que no piensan en el bien ajeno sino en el de sus amigos, de quienes les favorecen y de ellos mismos.

No he entendido jamás como es que una persona tiene corazón de robarle a quien no tiene y a pesar que en un texto bíblico dice que al que tiene hay que darle y al que no tiene hay que quitarle, creo que se está haciendo de manera muy literal y se está empobreciendo cada día mas al pueblo y no es que lo estemos descubriendo ahora, es que esta situación lo deja ver, en donde quienes trabajan y son los que mueven la economía son los mas desprotegidos, porque a pesar de los anuncios y promesas del Gobierno, los bancos y otras entidades les exigen mas de lo que tienen; porque no entiendo que a una persona que va a pedir que se le preste dinero se le exija que tenga dinero y la respuesta es muy clara, no se conocen las medidas del Gobierno o están haciendo las adaptaciones que a cada quien le convenga más.

Siguen muriendo miles y miles de personas en el mundo y los gobiernos están desesperados por el movimiento de la economía, y se toman medidas un poco extravagantes y peligrosas que ponen en peligro a la ciudadanía mas pobre que hace caso de volver a sus labores por el solo hecho de que se está muriendo de hambre y solo cuenta con sus brazos para poder conseguir el sustento de su familia.

Es ridículo escuchar a veces a los gobernantes, hoy están de acuerdo que la epidemia es un problema bastante grave y mañana que no, que lo mejor es salir a la calle a trabajar y a hacer que algunos sectores no sientan tan fuerte la escases del dinero por la baja de la economía.

Otra cosa que se ha descubierto es que se nos olvidó vivir en sociedad, en vivir en familia y en compartir con las personas que decimos querer más, porque no es justo que haya crecido la violencia intrafamiliar, se habla de la violencia contra la mujer, pero a los investigadores y los que están detrás de todo eso se les ha olvidado que ha aumentado la violencia contra los niños y contra los jóvenes y además contra los hombre. No tenemos tolerancia o simplemente como decía mi abuelo, hay momentos en que ni nosotros mismos nos aguantamos.

Los gobiernos nacionales no se ponen de acuerdo con los locales, y no lo estoy diciendo simplemente por Colombia, porque lo podemos ver en los Estados Unidos y otros países, porque por lo general quienes están al frente del poder tratan de favorecer a los grandes empresarios y se olvidan de la gente de a pie, de las mujeres cabeza de hogar, de los hombres que tratan de buscar el sustento para familias numerosas y como paradoja encontramos que lo que se dice que se va a dar a los pobres se reparte mal, si no es que se lo roban esos inescrupulosos que no quieren que la corrupción pierda el primer lugar en la sociedad.

Hemos llegado tan bajo que nos atrevemos a amenazar a un médico y su familia por el solo hecho de llevar un uniforme, sin tener en consideración que con bajos sueldos y sin medidas de protección, estos hombres y mujeres entre los que están las enfermeras, los auxiliares y demás personal que les colabora exponen sus vidas sin esperar recompensas y ni siquiera son dignos de un buen trato, y las autoridades siguen hablando de exhaustivas investigaciones.

Estamos tan mal formados y educados que no nos interesa el bien común, nos importa lo mismo pasarnos por la faja las ordenes de los mayores y nos vamos de rumba, con el pretexto que estamos aburridos en el encierro y es cuando el contagio es mas grande y lo peor del caso es que en esta lucha sin cuartel, los que pierden son los inocentes y quienes no tienen dinero para subsistir.

Antes de llegar el coronavirus a Colombia uno de los noticieros pasó una nota, que no les quiero negar llegué a creer que era, como dicen los jóvenes de ahora “viral”, pero no pasó de ser una nota, se hablaba de una señora de la clase media que vivía en un sector muy elegante de la Capital Colombiana y no tenía con que pagar los servicios públicos, la administración y mucho menos su comida; simplemente se habló de pobres vergonzantes y ahí paró todo.

Llegó el COVID-19 y se destapó la olla, es más grande el número de pobres vergonzantes que tiene Colombia de lo que se cree, pero no ha sido posible que el Gobierno mire hacia ellos y les colabore, porque hay algunos que son unos maestros en pedir limosna y otros se mueren sin decir una sola palabra porque les da vergüenza.

Decía el presidente Duque que después del COVID-19 la vida social no iba a ser la misma y eso es verdad, porque la reactivación de la economía y el empleo no van a ser cosa fácil y es donde nos damos cuenta que se cumple lo que decía la guarachera Celia Cruz, “No hay cama para tanta gente” porque solo hay atención para las grandes empresas, los sectores bancarios y los amigos del Gobierno, mientras que los demás deben defenderse como puedan.

Me llamó mucho la atención, viendo una caricatura en el diario El Espectador de “Cándida” que decía algo muy cierto, que mientras que Angela Merkel tiene su oído puesto en lo que digan los científicos, gobiernos como el de Duque y ampliando la idea, y Trump, lo tienen en los banqueros.

Hay prepotencia y no se sabe si la gente está escuchando los mensajes diarios del Presidente, porque a pesar de estar en sus casas, están tratando de buscar que el poco dinero que tienen no se les acabe o tratando de conseguir, los que pueden por teletrabajo, algunas entradas.

No quiero extenderme mucho y quiero terminar diciendo que son muchos los anuncios del Gobierno que lo hacen sentir a uno como Alicia, no mi hija, en el país de las maravillas, pero cuando llegan las facturas de los servicios públicos, los cobros de las obligaciones a entidades bancarias y particulares, uno queda frio y se siente en el mismo infierno.

Yo no soy nadie para pedir y mucho menos para dar ejemplo, pero que bueno sería que tanto los líderes políticos, el Gobierno, los líderes religiosos y económicos en su mayoría no se aprovecharan de la necesidad actual para hacer promesas y decir que no hay que afanarse ante lo que está sucediendo porque todo está controlado.

El COVID-19 es un enemigo que no se controla, ni se vence de la noche a la mañana y es cuando veremos que sigue aumentando el número de infectados y de muertos a pesar de que no se den a conocer cifras reales sobre lo que está sucediendo.

Espero que solo esté desde mi ventana por el encierro del COVID-19, y no porque ya no sea una persona útil y activa, aunque nos debemos preparar para todo lo que llega y que no es controlable por el ser humano, a pesar de nuestra prepotencia.

Bogotá, 26 de abril_ RAM_