29 de marzo de 2024

Del Covid y otros demonios

29 de abril de 2020
Por María Fernanda Restrepo Torres
Por María Fernanda Restrepo Torres
29 de abril de 2020

Seguimos viviendo una situación que ha puesto a prueba nuestras capacidades en diferentes aspectos. Ya son cerca de 45 días de aislamiento que han retado nuestra calma y creatividad, donde explotamos o descubrimos el don de ser multitarea; donde tristemente para algunos se acabó la paciencia porque cuando el hambre entra por la puerta, no hay quédate en casa que valga.

En mi caso, por ejemplo, lo que primero se agotó fue la capacidad de asombro. Al principio creí –inocentemente- que la situación mejoraría pronto, que al estar todos obligados a sobrellevar condiciones tan difíciles de subsistencia, nos pondríamos la mano en el corazón por el prójimo para salir pronto de esto todos. Digo inocentemente, porque solo un insignificante porcentaje del país cumplimos con rigor las reglas.

El hambre no entiende de normas. A una familia de escasos recursos poco o nada le importa saber el intríngulis de un contrato para entregar mercados, solo necesita que lleguen, cuanto antes. Juro que en estos 45 días he tratado de entender como sobrevive una familia sin ingresos para calmar el hambre y llego a la conclusión de que tal vez yo, en su lugar, también consideraría violar la cuarentena, unirme a un ocasional cacerolazo o izar una bandera roja.

Es indignante que la mayoría de políticos de este país jueguen con el estómago de los más afectados por la pandemia, sacando provecho mediante sobrecostos en productos de mercado; con intermediarios listos para engordar sus arcas mediante las logísticas de entrega; concejales, diputados y senadores presionando para recibir contratos de kits alimentarios, de los cuales solo despachan la mitad y se embolsillan el resto del dinero.

Muchos nos quejamos de la inoperancia de las famosas ías,  pero es que ante el nivel de corrupción en este país y la cantidad de pillos en el gobierno cualquier capacidad se desborda. Sin embargo, eso no es ni será excusa: sencillamente no tienen por qué robar, sacar tajada ni timar con ninguna contratación; muchísimo menos deberían despilfarrar recursos en camionetas blindadas, contratos de publicidad y conciertos en helicóptero (inteligentemente cancelado a tiempo) cuando urgencias alimentarias y de salud pública son apremiantes.

A los ‘gerentes de estrategia del Coronavirus’, consejeros, asesores y políticos en general, todos ellos tan preocupados por superar esta situación lo antes posible, con el mayor respeto les digo: saldremos, sí, pero seguiremos igual o peor gracias a ustedes. ¿Hasta cuándo con el cuento de que “no estábamos preparados para esto”? Eso ya lo sabemos. Desde antes de la emergencia eramos concientes de que la mayoría de nuestro gobierno está conformado por personas sin conexión con la realidad del país.

Comprendan que por más jornadas de donaciones en dinero y especie, por más “aportes solidarios” que propongan con los salarios de los funcionarios públicos y por más medidas sociales que los empresarios adopten para evitar el aumento en las cifras de desempleo, serán esfuerzos inútiles si ustedes siguen robando y las ías controlando por encimita. No traten de engañar hablando de investigaciones récord, cuando históricamente hemos visto como aquellos que han desangrado el patrimonio nacional siguen campantes entre nosotros, algunos hasta ostentando cargos del Estado.

No tiene límite la mezquindad de muchos grandes empresarios y el cinismo de los encargados de velar por el desarrollo del país desde diferentes sectores. ¿Cómo es posible que aparten de su cargo a un médico por exigir una dotación básica en plena calamidad, pero gasten aproximadamente $10 mil millones en camionetas blindadas para unos concejales? La infraestructura de salud nunca ha estado preparada para una calamidad de esta clase, pero algunos inflan pecho diciendo que el gobierno colombiano ha manejado de forma impecable la situación.

Inclusive genera desasosiego sentirse parte de la desigualdad en este país con algo tan simple como escribir una columna de opinión. Todo lo anteriormente expuesto es lo que pienso -estemos o no de acuerdo- y al cerrar mi computador seguiré en la comodidad de mi hogar teletrabajando, iré a la cama sin hambre y sin preocuparme por violencia intrafamiliar, despertaré los siguientes días esperando noticias más alentadoras, con la tranquilidad y alegría que me da, por ahora, seguir laborando, mientras tantos colombianos no saben ya qué hacer por la cadena de desgracias en la que los ha sumergido Covid-19.

Por último, quiero ensayar un ejercicio con el que me daré cuenta si me leen (siempre es agradable saber que sí). Ya que este tiempo de aislamiento da para todo tipo de reflexiones, ¿qué les gustaría ver en una próxima entrega? Quiero conocer sus pensamientos, opiniones y experiencias de cuarentena y se me ocurren algunos temas, como por ejemplo, todo lo que implicado el teletrabajo; o tal vez sobre aquellos que les dio por sentirse los faros pedagógicos del aislamiento, o quizá simplemente quieran hablar de las cosas bonitas y otros demonios que ha traído la pandemia. Los leo.