29 de marzo de 2024

Manos fuera de Bobby Fischer

Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
9 de marzo de 2020
Por Óscar Domínguez
Por Óscar Domínguez
Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
9 de marzo de 2020

El mundo ajedrecístico no se cansa de celebrar el “match del siglo” entre Bobby Fischer, nacido un día como hoy, 9 de marzo del 42,  y Boris Spassky, quien sigue en el tablero de la vida. 

La confrontación que se jugó entre el 11 de julio y el 31 de agosto del 71, en Reykjavik, capital de Islandia, excedió el tablero de ajedrez para convertirse en una confrontación este-oeste, en noticia mundial.

El ajedrez generalmente está relegado a las páginas interiores del periódico donde publican desnutridos despachos. Mal hecho.

“Estados Unidos quiere que vayas y derrotes a los rusos”, le dijo el entonces Secretario de Estado, Henry Kissinger. Sin confirmar sí lo digo: Fischer ganó, no por obedecerle al señor K sino porque, ajá, lo suyo era la victoria.

Al jugar ajedrez, parecía  inspirado en el soneto de Lope de Vega al amor: “Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo…”.

Cuando estaba pagando cárcel en Japón donde fue detenido por los burócratas de inmigración por utilizar un pasaporte inválido, Estados Unidos gestionó su extradición para meterlo a la guandoca por ganar dólares en un país (Yugoeslavia) que en ese momento no era de los afectos del Tío Sam.

Como hincha de Bobby, me vi obligado a enviarle en esa coyuntura la siguiente carta al presidente George Bush:

Don Jorge, ni suerte, ni salud, ni longevidad.

A veces, Dios peca y reza para empatar. Lo hizo a usted, pero también a  su paisano Bobby Fischer, el excampeón mundial que le dio estatus al ajedrez. Hacerlos a los dos fue un extraño gambito del Creador para notificar que hace lo que le da la gana.

Leyenda y excéntrico héroe nacional  – en su país todo el mundo es héroe mientras no se demuestre lo contrario- cuando derrotó al aparato soviético del ajedrez, Fischer es un niño sesentón que está a punto de casarse con su novia japonesa, Miyoko Watai.

La nipona salió de la nada solo para tratar de escurrirle el bulto a la deportación a USA. Se casan y se pueden quedar en el país del sol naciente. Aparte de la dama del ajedrez, Bobby pocón ha tenido que ver con mujeres.

Según carta que le ha dirigido a usted el excampeón mundial Spassky, Bobby “no se adapta a los estándares de vida de la demás gente… Es una persona que hace casi de todo en contra sí mismo”.

Por si no lo han informado sus gorilas  de la CIA, su paisano está pasando las delgaditas en una cárcel de Tokio. Y no propiamente comiendo sushi.

El hombre está a punto de ser deportado a USA  donde lo espera cárcel no por haber jugado inteligentes y bellas  partidas contra su amigo y viejo rival, Spassky, a quien le arrebató el cetro en Islandia, país que le ha ofrecido a Fischer pasaporte, frío y calor de hogar.

El pecado de Bobby, presidente Bush, consistió en ignorar una orden de las autoridades gringas de no visitar Yugoslavia en algunos de esos vetos que ustedes suelen decretar en los guayabos de licor.

Bobby, quien había renunciado a su nacionalidad norteamericana, le dijo no a la prohibición, jugó contra Spassky un match para conmemorar la disputa por el título, ganó, se embolsilló tres millones de dólares y no dio un centavo para sus cacofónicas bombas.

El mundo sonrió y disfrutó con el reencuentro. Y con el “conejo” de Bobby a la financiación de cualquier guerra. (Por si no lo sabe, en la guerra los padres entierran a los hijos y no al contrario, como es lo normal, según el viejo dicho egipcio).

Acepto que sea incapaz de ver televisión y comer galletas al mismo tiempo porque se atraganta como le pasó la vez que lo salvó su perro  que lo vio en dificultades, ahogándose, y dio aviso a sus sabuesos. (No creo que después de lo de Irak su perro repita su cristiana acción de avisar a los gorilas para que le salven la vida).

Pero esta bobada de no poder películas del oeste y tragar no lo habilita para perseguir a James Robert.

Don Jorge: todavía tiene tiempo de reversar la medida que pesa contra nuestro ídolo y eterno maestro. Todo lo que tiene que hacer  es pararle bolas al excampeón Spassky, quien en su carta lo ha invitado a ponerlo en libertad en caso de que lo deporten a USA.

Si lo deportan, Spassky sugiere detenerlo a él y meterlo a la cárcel con Fischer. A mí me puede encarcelar con ellos para servirles el tinto o el té y poner las fichas como el buen garitero que fui en mis mocedades.

Señor Bush: El ajedrez es el único juego que sirve para demostrar la existencia de Dios pues “Dios mueve al jugador y éste, la pieza”, según uno de los dos sonetos del escéptico Borges.  Usted que nos ha querido meter gato por liebre diciendo que tiene licencia del de arriba para bombardear naciones, dele gusto a ese Dios por una vez, y otórguele a Fischer la libertad por cárcel. Manos fuera de Bobby. (No sé si fue a raíz de mi carta, pero Bobby y su nipona finalmente fueron a dar a la capital de Islandia).