28 de marzo de 2024

Los estratos urbanos diferencian y segregan

*Escenógrafa colombiana residente en Buenos Aires, Argentina, graduada en la Universidad de Palermo como Diseñadora de Espectáculos
13 de marzo de 2020
Por Vanessa Lya Giraldo Orozco*
Por Vanessa Lya Giraldo Orozco*
*Escenógrafa colombiana residente en Buenos Aires, Argentina, graduada en la Universidad de Palermo como Diseñadora de Espectáculos
13 de marzo de 2020

Cada uno de los espacios urbanos refleja diferentes perspectivas de la misma ciudad, son panorámicas desde ángulos diferentes que recrean diversas identidades sociales sobre las cuales, insisto, se fundamenta la diferenciación y jerarquización social, dos nociones irrenunciables para el sistema capitalista.  De esta manera, lo que la ciudad ofrece como espacio benefactor de desempeño económico es la facilidad con la que construye y hace efectiva la diferencia y la segregación.

Para aterrizar un poco lo que he mencionado hasta el momento recurriré a un ejemplo en el área urbana de Bogotá. La sectorización de la zona norte y la zona sur en esta ciudad representa no solamente un cambio en el sentido orientacional, también implica la diferencia de su gente, condiciones económicas, comportamientos, etc. Dependiendo de cada sector se forja una manera de abordar la realidad, diferenciación que reafirma y valida una manera consumista de habitar. La gente adquiere valor de acuerdo con el precio de sus bienes. El estrato valoriza la casa y la persona. Así, la sectorización de la ciudad corresponde a la transferencia del costo de los bienes al valor social y la significación de un sujeto, que, en últimas, se estructura a partir de estos mismos códigos.

Luego, es el espacio citadino el espacio de consumo por excelencia. Sin embargo, no es un espacio de aparición espontánea, está pensado y planificado para ser lo que es. Corresponde a ciertos cánones, ciertas expectativas que se manifiestan en la ciudad. Así el deseo de futuro, progreso y avance está presente en la estética de la ciudad, nuevamente nociones que están encaminadas al desarrollo de una sociedad capitalista que espera, ante todo, el mejor desempeño del área económica. La tecnología ha ido mejorando con el fin de conseguir una sociedad más productiva, la ciudad busca enaltecer los avances tecnológicos y a que buena parte de que la ciudad consiga todo su flujo comercial dependiendo de esto. Los grandes edificios, los transportes, los shoppings… son todos lugares de gran tecnología, pero sobre todo pretenden convertir a la ciudad en un espacio de consumo y producción, no sólo buscando el bienestar ciudadano sino incrementando el mercado.

Esta estética propia de las ciudades de alguna manera nos permite comprender lo que se espera de ellas. Únicamente por el aspecto de la ciudad y la manera en la que está planificada nos hace conscientes de que se trata de un espacio construido para el crecimiento demográfico, la propiedad privada y la conmutación sedentaria. Con la ciudad viene la multitud, multitud que mantiene vivo el régimen del gasto: la producción en masa.

Pensemos por un momento en el urbanismo, esta ciencia de la planificación espacial de la ciudad ratifica lo que hasta el momento he mencionado. El urbanismo niega el desarrollo libre de la ciudad, al contrario, pretende organizar su arquitectura y estructura de tal manera que seamos nosotros los encargados de decidir en qué ambiente vivir y c’omo queremos relacionarnos con él. La arquitectura distrital no es una cuestión de sentido común, es diseño estructurante, crea necesidades y pasa por “natural”.

Está claro que la ciudad es un lenguaje visual, además de estar impregnada de significados que nosotros mismos le hemos atribuido, la ciudad desde su forma de lucir comunica intencionalidad. La ciudad desde su diseño impone una manera de ser, por absurdo que parezca, podría ser el diseño de la ciudad lo que nos hace caminar con los pies…. La ciudad como proyecto pretende establecer maneras de ser y actuar.

Los espacios se dividen y se especializan. Ahora hay una sala para las actividades sociales, una cocina dedicada a la alimentación, un baño para las actividades de aseo… todos estos espacios que se concentran en el desarrollo específico de una sola actividad pretenden establecer ciertos patrones, conductuales y homogeneizantes, productores de masa. Masa que es necesaria cuando se habla de promover consumo. Para esto es necesario establecer necesidades y objetivar los deseos de quienes viven en la trama urbana.

La estandarización de lugares para cada una de las actividades plantea una disposición en las formas de hacer y define órdenes claros y espacios delimitados. El espacio urbano expresa desde su estructura los valores que hacen de la ciudad un epicentro de movimiento capitalista, convierte a los individuos que lo habitan en maquinaria que se encarga de hacer cumplir ese orden a partir de sus prácticas. La estructura de la ciudad convierte a los individuos en ciudadanos, pobladores que se someten a normas que deben ser cumplidas como requisito de habitación de la ciudad. Estas pautas de comportamiento son consideradas como normas de convivencia, pero sobre todo, como normas de sentido común.

Este sentido común que pareciera ser elemental y al cual apelamos para crear conciencia cívica es en realidad una herramienta configuradora que se encarga de hacer de nosotros, como ciudadanos, elementos productivos para la sociedad. El sentido común procura inculcar valores que encubiertamente ayudan a posicionar el capitalismo como modelo económico de la ciudadanía

Así, desde esta perspectiva ningún ámbito de la ciudad es un espacio despolitizado, ni siquiera los espacios públicos. De hecho, los espacios públicos que se consagran como espacios para todos, son en realidad zonas de fuerte batalla ideológica. El urbanismo cambia la estética de la visibilidad por la estética del aislamiento y la soledad, según Marc Auge, muchos de estos lugares son dedicados a la actividad comercial, son lugares impersonales, de transito… lugares de nadie pero que de todas maneras defienden bajo la fachada del anonimato las políticas del intercambio monetario.

El espacio público más que ser espacio gubernamental, es un área de comercio. Toda su extensión está dispuesta para la circulación y el intercambio de bienes.  La única libertad que tiene posibilidad de ser es la libertad de la inversión, el enriquecimiento individual y el beneficio privado. Como las libertades que realmente se obtiene en la ciudad son privativas y excluyentes, la ciudad también puede convertirse en un lugar de inseguridad con todas las exclusiones consecuentes.

La competencia que mantiene a las personas distanciadas y solitarias hace también de la ciudad un lugar de grandes y potenciales inseguridades. Así nadie responde por el otro, cada cual está intentando ganarse los pesos del día. “Sálvese quien pueda”, parece ser la consigna.

Buenos Aires, Argentina, marzo 13 de 2020

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