28 de marzo de 2024

La verdadera pandemia

19 de marzo de 2020
Por Juan Alvaro Montoya
Por Juan Alvaro Montoya
19 de marzo de 2020

Estamos abrumados. El miedo se ha apoderado de nuestra cotidianidad por el temor al contagio del Covid-19, que empieza a ceder en China pero ha disparado las cifras en Europa y, en razón a su evolución, puede brotar con la misma intensidad en América. Dado el comportamiento del virus, éste se manifiesta dentro de los 14 días siguientes al contagio, por lo cual es de esperarse que en el próximo mes el número de brotes presente un pico, para después iniciar un lento retroceso como resultado de las decisiones adoptadas por los gobiernos de todo el mundo.

No obstante, las secuelas de esta pandemia viral no desparecerán con la misma velocidad. De poco han servido los llamados a la calma de los principales dirigentes mundiales, o la reducción de las tasas de interés a niveles cercanos a cero decretada por la Reserva Federal de los Estados Unidos, o la prometida “liquidez ilimitada” de Angela Merkel en Alemania, o los 200 mil millones de euros que inyectará el gobierno de Pedro Sánchez en España, o los estímulos sin precedentes que promoverán Emmanuel Macon en Francia o Giuseppe Conte en Italia. Ninguno de estos incentivos, que en conjunto superan el trillón de euros, ha frenado la debacle.

La situación actual perjudica por igual la producción y el consumo. En un entorno globalizado, las restricciones de movilidad impuestas por varios estados – que ahora se proponen en Colombia – dañan la cadena de suministro, logística y transporte lesionando severamente la producción manufacturera y alimenticia; así como el consumo y gasto personal, amenazando el modelo económico que, incapaz de cerrar el ciclo, golpea de muerte a empresarios y comerciantes que se verán en serias dificultades para asumir sus compromisos tributarios, financieros y prestacionales. Bajo estas circunstancias China, principal motor del crecimiento global presentó por primera vez en 44 años una contracción económica interanual de -13% durante los dos primeros meses, impulsada por una menor demanda en materia primas como el acero, el carbón y el sector alimenticio. El mismo camino lo seguirán sectores como el turismo, el comercio y los servicios no esenciales a nivel internacional.

El sendero que las pandemias le proponen a la sociedad es titánico. Ya no son los misiles o las bombas nucleares las que amenazan nuestra vida. Ni siquiera es el coronavirus que presenta una tasa de mortalidad del 0.7%, inferior a enfermedades como el VIH/sida (3.5%), tuberculosis (2.5%) o inclusive accidentes de tránsito (2.2%). Lo que realmente nos afecta es el terror, que se contagia por lo que vemos, lo que oímos, lo que percibimos.  Ese sentimiento de desamparo es la verdadera enfermedad que lesiona nuestro futuro. La duda ha llevado a cerrar mercados, a elevar el precio del dólar a niveles insospechados, a derrumbar el precio del petróleo, a la peor crisis bursátil desde 2008, a acaparar alimentos, a especular con productos de primera necesidad. Nos conduce a la locura. Es un virus que se expande con facilidad y se contagia mas rápido que cualquier epidemia viral. Vivir con miedo es una forma miserable de existir y muy lenta de morir. Es un suplicio agónico, constante y extenuante. Es una existencia llena de nada.

Hay que decirlo con claridad. El aislamiento es una medida de choque efectiva, pero a largo plazo no resolverá el problema. Cuando las fronteras se abran de nuevo, quienes no hayan presentado síntomas en su cuerpo pero que sean portadores del covid-19, volverán a su vida normal y la crisis podría repetirse. En este contexto, el Inglés Boris Johnson, se ha apartado del consenso de la mayoría para proponer una estrategia diferente que en lugar de la “contención” le apueste al “retraso” en la propagación del coronavirus, controlando su nivel de expansión y permitiendo la continuidad en la vida de las personas mientras la industria farmacéutica avanza en la creación de antivirales efectivos. Con ello apela al autocuidado, al lavado de manos, a la distancia de seguridad y las precauciones esenciales mientras mantiene su aparato productivo en marcha y aminora los efectos de una posible recesión.

El terror es la verdadera pandemia que puede estropear nuestra forma de vida, cerrar empresas, destruir puestos de trabajo, empobrecer a la población, dificultar la movilidad, la educación, la sanidad, puede cambiar las cosas para siempre. La última semana muchos países han tomado medidas sobre la marcha impulsados por el temor de un contagio generalizado. Éste ya se produjo. El mundo se contagió de miedo y ahora urge encontrar para este mal remedio.

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