16 de abril de 2024

El Día del Periodista

13 de febrero de 2020
Por José Miguel Alzate
Por José Miguel Alzate
13 de febrero de 2020

La celebración el pasado domingo del Día Nacional del Periodista motiva estas anotaciones sobre un oficio que alguna vez Albert Camus denominara como el más hermoso del mundo. En primer lugar, recordar que el 9 de febrero fue establecido como fecha clásica del periodista colombiano mediante la Ley 51 de 1975, sancionada por el entonces presidente Alfonso López Michelsen, que reglamentó la profesión de periodista. Hasta la fecha de promulgación de esta ley, al periodista colombiano no se le había reconocido como un profesional de la información. Hasta entonces todos eran empíricos. No existía la carrera de comunicación social. Quienes tenían la responsabilidad de mantener informado al país sobre los hechos que lo conmovían apenas habían cursado bachillerato.

La Ley 51 de 1975 estableció las facultades de Ciencias de la Comunicación, que otorga a los estudiantes el diploma que los acredita como comunicadores sociales. Desde ese momento se abrió en Colombia la discusión sobre quién es mejor periodista: si un egresado de la Universidad o alguien que, aunque empírico, puede tener mayor bagaje intelectual. El debate se centró en el hecho de que el periodista, como el pintor, como el escritor, nace, no se hace. Un buen periodista no es aquel que sale de la universidad con un título en las manos. El verdadero periodista es aquel que, aunque no haya pasado por una universidad, vibra con la noticia. Mediante Sentencia C-087 de 1998 se declaró inconstitucional la Ley 51 de 1975. Y se abrió el camino para declarar el periodismo como un oficio.

Desde los tiempos de don Manuel del Socorro Rodríguez, fundador del Papel Periódico Ilustrado, hasta nuestros días, el periodismo colombiano ha evolucionado de una manera sorprendente. De aquellos periódicos como el antes nombrado, además de La Bagatela, La Gaceta de Colombia, El Relator, Aviso del Terremoto, El Alternativo, todos del siglo XIX, se avanzó hasta los modernos periódicos de hoy, con grandes innovaciones tecnológicas. Del ya legendario linotipo se pasó al sistema Offset. Y de las primeras máquinas Chandler y Dúplex se llegó a las modernas Goss y Metroliner, sistemas avanzados de impresión que mejoraron la calidad de nuestros periódicos. Hoy, a través de Facebook, la gente hace periodismo, e Internet permite los periódicos y las emisoras virtuales.

De las galeras en plomo que se armaban en forma rudimentaria se pasó a la sistematización, mejorando los procesos. Para la época, los textos se escribían en viejas máquinas de escribir marca Remington, que eran las preferidas en las redacciones. De allí se pasó a la sofisticación de los computadores. Ahora se trabaja en cubículos silenciosos. Antes, en los escritorios de los redactores solo se escuchaba el teclear de las máquinas. Y la diagramación se hacía pegando los textos sobre una hoja grande para luego pasarlas a revelado. Los avances tecnológicos cambiaron el sistema de impresión. Les dieron a los periódicos una presentación alegre, viva, innovadora. Las policromías, además, los hicieron atractivos.

Colombia ha disfrutado de libertad de prensa. En contadas ocasiones, como en el gobierno de Rojas Pinilla, cuando fueron cerrados El Espectador y El Tiempo, se ha establecido la censura periodística. La mayoría de nuestros gobernantes han tenido respeto por los medios de información. Desde la Constitución de Cúcuta de 1821, que consagra en su artículo 156 el derecho de todos los colombianos a «escribir, imprimir y publicar libremente sus pensamientos y opiniones, sin necesidad de examen, revisión o censura alguna anterior a la publicación», hasta la Constitución de 1991 que establece que la prensa es libre pero responsable, el periodismo colombiano ha tenido libertad para expresar sus opiniones.

«Con la libertad de prensa, sufre el gobernante; sin libertad de prensa sufre todo el pueblo», escribió Santiago Pérez en 1893. Esto lo saben quienes ejercen el poder. El periodismo colombiano goza de prestigio porque denuncia sin miedo. También por la calidad de la información. Y por su defensa de los valores morales de la sociedad. Una prensa amordazada es claro síntoma del desmoronamiento de las instituciones. Hay que tener en cuenta, en el ejercicio de esta profesión amenazada por quienes no soportan la verdad, el enunciado de Otto Morales Benítez en su libro Reflexiones sobre el periodismo colombiano: “Los periodistas deben observar una ética, defender su independencia, conservar su dignidad y tener el valor de enfrentarse a cualquier forma de presión”.