28 de marzo de 2024

Conciencia errónea

Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
7 de febrero de 2020
Por Carlos Alberto Ospina M.
Por Carlos Alberto Ospina M.
Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
7 de febrero de 2020

Una sociedad acostumbrada a las descalificaciones, los señalamientos a muerte y las generalizaciones cae con facilidad en el engaño sistemático. Al vaciar en idéntico costal la profesión u oficio del periodismo y la práctica deshonesta de algunos, la mala suerte y la pésima reputación, no dejan títere con cabeza.

Cierto número de personas u organizaciones adquieren medios de comunicación en beneficio de sus propios intereses. Si bien la información fluye a nivel global; por un lado, camina la libertad de expresión; y por el otro extremo, viaja el control de los flujos y de los contenidos que circulan a través de las distintas plataformas. La cosa de valor está en el enfoque, la observación de los hechos y los principios éticos de cada quien.

Es erróneo pensar que el problema radica en el instrumento. La manipulación mediática busca monetizar el impacto de los mensajes y consolidar el dominio de diferentes conglomerados en la esfera social, política, económica, cultural e ideológica. Varios serviles que, fungen de periodistas, son conscientes del mimetismo y vulgar subordinación a los hilos del poder; por decirlo así, ellos se creen la reencarnación de la moral absoluta, arco tapizado de luz perpetua. Cegados por el ego venden su alma al mejor postor, dejando sobre la mesa el desprestigio y el estigma extendido que, el ejercicio periodístico, va de la mano de mercachifles.

Para nada hay altruismo en la posición predominante y el monopolio de los medios de comunicación. Las licencias para el usufructo del espectro electromagnético son hechas a la medida y a semejanza de unos cuantos potentados. Según el artículo 75 de la Constitución “El espectro electromagnético es un bien público inenajenable e imprescriptible sujeto a la gestión y control del Estado. Se garantiza la igualdad de oportunidades en el acceso a su uso en los términos que fije la ley. Para garantizar el pluralismo informativo y la competencia, el Estado intervendrá por mandato de la ley para evitar las prácticas monopolísticas en el uso del espectro electromagnético” (Sic) (Artículo 75, Constitución Política de Colombia).

Como una gota de agua a otra, el orden natural anda en contravía a la realidad. La prensa escrita surge de la pluma hueca de los partidos políticos, las emisoras independientes ubicadas en la banda preferencial fueron y son asfixiadas por los grupos económicos; los mismos que aprovecharon el boquete de la financiación del sistema electoral para cobrar por ventanilla, la operación y la explotación comercial de los canales de televisión de cobertura nacional. En menos de un siglo, la uniformidad, eliminó los derechos fundamentales a la igualdad, a la diversidad y a la libertad de expresión. A la vista de todos, el Estado y los particulares, articularon el poder de la comunicación de acuerdo con la rentabilidad y los excedentes; en fin de cuentas, la función social resultó relegada a un segundo plano.

La información perfumada con la esencia propia de la parcialidad en compañía de los ambages y los intereses específicos causa desconcierto, fastidio, nausea e indignación. La especie humana que encubre situaciones adversas a un gobernante, enaltece sinrazón al sector financiero, repite los mensajes insulsos, transcribe el boletín de prensa, agrede a la fuente en lugar de abrir espacios de discusión, acepta dádivas a cambio de notas free press, adula al funcionario de turno, pide boletas de cortesía, viaja en el avión presidencial o adopta la vocería oficial de un corrupto; entre otras mañas que desdicen del individuo y del gremio periodístico, hacen un flaco servicio a la profesión. El prestigio se gana a pulso y a fuerza de hechos irrefutables.

La gente sabe distinguir entre el saltimbanqui y el áulico de carrera; entre aquel que da lora y el mercader de noticias; entre el asesor de imagen y el encubridor de un delito en contra del erario; entre el inquisidor y el juez que condena sin el debido proceso; en pocas palabras, el público diferencia entre la persona no grata y el informador que merece respeto.

Un asunto básico consiste en servir a la sociedad. Al revés, es aprovechar el instrumento de transmisión para envilecer el quehacer profesional. Por esto, el oficio lo desempeña un cualquiera; por el contrario, el periodismo coexiste con el Deber y el Ser responsables. No ser lo uno inferior a lo otro ¡Qué maravilloso! Secreto a voces.

Enfoque crítico – pie de página. Con la llegada de las nuevas tecnologías y las redes sociales, la simultaneidad, sustituyó el criterio de selección, el análisis de contexto, el equilibrio, la mesura y en especial, rebasó el límite del derecho a la intimidad y a la verdad. Un sicópata o desadaptado social graba y cuelga lo que le venga en gana, con el agravante que, a escasas milésimas, la pandemia se extiende sin orden ni concierto.