12 de noviembre de 2024

Antonio Ferrera corta oreja y sufre cogida en Bogotá

17 de febrero de 2020
17 de febrero de 2020
. EFE/ Carlos Ortega

Víctor Diusabá Rojas

Bogotá, 17 feb (EFE).- El diestro español Antonio Ferrera cortó este domingo la única oreja en la tercera de abono de la temporada bogotana, mientras que sus alternantes Enrique Ponce y Luis Bolívar se fueron en blanco.

Ferrera pasó a la enfermería tras la lidia del segundo de la tarde, que le causó herida de asta de pronóstico menos grave en la pierna derecha.

En el sexto volvió al ruedo. Los toros, de los hierros Ernesto Gutiérrez Arango y Juan Bernardo Caicedo, tuvieron juego desigual.

FICHA DE LA CORRIDA

Tres toros de Ernesto Gutiérrez Arango. Pitos al primero de la tarde, manso. Devuelto el quinto. Silencio para el quinto bis. Y palmas para el sexto.

Tres toros de Juan Bernardo Caicedo. Palmas al segundo de la tarde, bravo. Tibias palmas al tercero, toro con movilidad pero sin terminar de romper. El cuarto, silenciado.

Enrique Ponce, palo de rosa y oro. Espadazo y palmas. Espada entera y saludo desde el tercio.

Antonio Ferrera, grana y oro. Dos pinchazos y entera. Oreja y paso a la enfermería. Entera, dos intentos de descabello y ovación tras aviso.

Luis Bolivar, sangre de toro y oro. Delantera de pronto efecto, palmas. Espadazo y petición. Vuelta al ruedo.

EL SELLO DE FERRERA MARCA LA TERCERA DE ABONO EN BOGOTÁ

La tercera de abono de la temporada taurina bogotana tuvo nombre propio: Antonio Ferrera.

El torero español se fue con una oreja en mano y una cornada que no minó sus ambiciones de triunfar en la plaza de la capital colombiana. Al final se vieron recompensadas con la entrega de los espectadores, unánimes a la hora de calificarlo como el gran triunfador de la tarde.

Los toros de Ernesto Gutiérrez Arango y Juan Bernardo Caicedo fueron dispares en su comportamiento.

Por ejemplo, suelto de salida fue el primero de la tarde, del hierro de Gutiérrez. No paró Ponce, que lo supo meter en su capote hasta coronarlo con una media de estruendo en los tendidos.

Solo que la vara larga y caída pareció dejar efectos nocivos, de alguna manera repuestos con el quite por chicuelinas del valenciano, donde el astado supo responder.

El reto estaba en cómo tomaría la muleta. La incógnita se despejó pronto: tardeó y buscó escapar, tras algunos muletazos templados que trajeron a la memoria viejas epopeyas. No hubo más dónde buscar el alivio para el pobre inicio de la tarde.

Larga, variada y apasionada tanda fue la del capote con que Antonio Ferrera dijo presente en su primero.

Y acorde con esa propuesta el sí del toro de Juan Bernardo Caicedo para traer consigo, de parte de los dos, el primer momento de alegría del festejo.

Ferrera apostó por la distancia en los primeros muletazos y pronto cosechó frutos, con un paño templado y a media altura. La cadencia de la faena fue calando en la gente, más aun con los medios del ruedo como escenario, lo que dio más carácter de realidad a cada suerte.

Pero sobrevino una cogida inesperada que no arredró al diestro, quien, con torniquete amarrado por sus subalternos, se mantuvo en el frente de batalla, hasta la ejecución de la suerte suprema. Oreja y paso a la enfermería.

Otra sesión de buen capote, de las varias de la tarde, dio Luis Bolívar en su primero, tercero de la tarde, también del hierro de Caicedo.

A las dudas del animal para ir pronto en pos del engaño, Bolívar puso por delante su conocimiento y la suavidad.

Así arrancó tandas sobre la mano derecha, ligadas y hechas de sitio y firmeza. El tesón por la izquierda no alcanzó el mismo brillo pero igual el torero colombiano estuvo siempre por encima de su enemigo. Espada delantera.

El tercer jabonero de la divisa de Caicedo saltó como cuarto de la tarde. Enrique Ponce debió aplicar dosis de paciencia para lograr algún lucimiento con una res agarrada al piso y con tendencia a las tablas. Entera.

El quinto, de Gutiérrez, fue devuelto ante las protestas del público por su pobre presentación.

Vino el quinto bis. Más hecho y con más transmisión. Bolívar se dejó ver en los lances. Luego, el torero colombiano quiso aprovechar la condición del de Gutiérrez para meter la cara y repetir, con las reservas del caso cuando los llamados eran a dar la pelea en los medios.

Por eso mismo, el toro quiso y pudo más cerca de los tableros, donde terminó por escribirse el capítulo de Bolívar con más acogida popular. Espadazo y petición mayoritaria de trofeo, no concedida en una clara injusticia del palco.

Volvió de la enfermería Ferrera para lidiar el sexto, toro de Gutiérrez, y brindó a los médicos que acababan de atenderle; se puso de rodillas y ganó pronto el favor popular, que siguió yendo arriba a medida de que el temple se hizo dueño del toro, de la arena y de la plaza.

Lo demás fue un concierto con su sello personal y un toro que fue de menos a más. La plaza se levantó como un solo hombre para rendirle homenaje pero la espada no cerró la obra de la mejor manera y una ovación ocupó el lugar que bien merecía una oreja o, quizás, dos. EFE