29 de marzo de 2024

La Sonora

Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
27 de octubre de 2019
Por Óscar Domínguez
Por Óscar Domínguez
Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
27 de octubre de 2019

Aunque le duela a la cobarde envidia como dice Regina 11, asistí al último concierto de la vieja Sonora Matancera en el Coliseo Cubierto el Campín de Bogotá. La nueva Sonora está de muchos 95 años y tocará a fines de noviembre en Medellín importada de Las Vegas. La leyenda continúa.

La noche del concierto conocí el sabor encarnado en la guarachera Celia Cruz y el Ancabocero (= diablillo) Daniel Santos, quien hizo de telonero. ¡Vaya tumbao el de ambos, caballero!

Al Jefe le tenía montada la perseguidora desde niño cuando jugábamos al “Yo soy Daniel”. Lo hacíamos mejor que imitadores como Pepe Marino, Tony del Mar, Raúl López y Charles Figueroa. Mi primo, el negro Humberto Villegas, lo hacía mejor que todos juntos.

El dato sobre los imitadores lo encontré en un antológico MP3 con cien temas de la Sonora editado por Discos Fuentes  que también está de cumpleaños: 85.

Nunca imaginé que conocería al Inquieto como le decimos sus devotos.  Pero “la vida te da sorpresas”. Lo afirma el filósofo Pedro Navajas.

Que me perdone Celia en el walhalla en que está pero esa noche la ignoré. El foco estaba en su colega.

Cuando Santos terminó la faena en la que cortó las dos orejas lo seguimos hasta el camerino. Si uno nace con los polvos y los aplausos contados en aquella ocasión agoté estos últimos.

Nos hicimos tomar varios rollos de película en su compañía. Una de las fotos remplazó en la pared el cuadro del Corazón de Jesús.

Daniel nos atendió whisky y cigarrillo en mano que consumió también durante el concierto sin confundir un sol con un do. Nunca olvidó la letra de sus frívolas canciones que reflejan de verdad lo que uno está sintiendo, según el cineasta François Truffaut.

En sus interpretaciones incluyó El Presa y El Corneta en honor de un grupo de reclutas. «Te metiste a soldado y ahora tienes qué aprender» corearon los militares de un sol, el que alumbra para todos.

Los párrocos de Medellín se persignaban cuando Daniel aparecía en escena. Los sacaba de la sotana su condición de marihuanero. Además, su música no era propiamente gregoriana. Santos y Dámaso Pérez Prado gozaron del privilegio de no ser bien vistos por los prelados. Para indemnizarlo del baculazo, sus colegas consumidores del bar El Perro Negro, de Guayaquil, en Medellín, le pusieron a Daniel el remoquete de El Jefe.

En la charla que tuvimos con él no admitió preguntas sobre política. De resto habló de todo.

Terminada la charla lo acompañamos hasta el vehículo que lo regresaría a la soledad de cinco estrellas en su cuarto del Tequendama. Una espalda fatigada que desaparece dentro del automóvil es la última imagen que tengo del ídolo de infancia. Que sigue siéndolo frente al “pelotón de fusilamiento” de la vejez.

Entrevista

Estas son algunas frases que soltó Santos durante la charla:

  • Qué lindo tocó la Sonora Matancera esta noche.
  • Soy perfeccionista en mi oficio.
  • Tengo canciones, grandes, chiquitas, bonitas, feas; son como  mis hijitas.
  • Creo que Dios cree en mí. Lo digo porque siempre me ha  ayudado y he tenido fe en él para pedirle cosas. No quiero nada del  otro mundo. Sólo cosas chiquitas.
  • Lo que más quiero es tenerlo a él  a mi lado. Quiera él que yo sea de los buenos. Mi idea es ser bueno pero a veces no se puede.
  • No he llegado a ser completamente feliz porque voy de carrerita, comentó Santos quien reconoció que sus diez matrimonios fracasaron. Por culpa mía, claro.
  • Charles Figueroa, a quien crié en 1941 cuando salió de Puerto Rico era un gran artista. No había tenido necesidad de imitarme, aunque