28 de marzo de 2024

El 11 de septiembre de 1973

16 de septiembre de 2019
Por Albeiro Valencia Llano
Por Albeiro Valencia Llano
16 de septiembre de 2019

Hace 46 años los militares asestaron un duro golpe a la democracia chilena y el país quedó sumergido en una profunda crisis difícil de superar. El objetivo era derrocar el gobierno socialista dirigido por Salvador Allende, quien llegó por voto popular acompañado del pueblo que por primera vez hacía su ingreso al Palacio de La Moneda.  Las consecuencias del golpe fueron tremendamente trágicas y dejó una profunda herida en la sociedad: se desató el terrorismo de Estado que destruyó las organizaciones populares, persiguieron, encarcelaron, torturaron y asesinaron, a miles de dirigentes, y los que se salvaron buscaron el exilio. Cuando liquidaron la democracia y silenciaron la oposición instauraron el modelo económico neoliberal. La historia es la siguiente:

Salvador Allende nació el 26 de junio de 1908 en el Puerto de Valparaíso; estudió medicina e ingresó a la política. Su compromiso con los sectores populares lo llevaron a conquistar importantes peldaños: Diputado a los 30 años, Ministro de Salud y Senador. Fue candidato a la presidencia por cuatro períodos y, finalmente, ganó en el último intento, en 1970, apoyado por varios partidos de izquierda del movimiento Unidad Popular. El 4 de noviembre Allende se posesionó y planteó un programa de gobierno que proponía el tránsito del capitalismo al socialismo por la “vía chilena”. Los puntos fundamentales eran, la estatización de las áreas básicas de la economía, nacionalización de la minería del cobre, reforma agraria, congelar los precios de las mercancías, aumento de salarios y modificación de la Constitución.

Las empresas mineras Anaconda y Kennecott, de las familias Rockefeller y Rothschild, no recibieron indemnización alguna porque pagaron bajos impuestos al Estado y en las últimas décadas sus ganancias habían sumado cuatro mil millones de dólares. Como respuesta Nixon, y su Secretario de Estado Henry Kissinger, promovieron un boicot negándole créditos al gobierno chileno. En este ambiente se polarizó la sociedad chilena. La Democracia Cristiana se acercó al Partido Nacional, de derecha, y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria inició las tomas de tierras y de fábricas; como respuesta se organizó el grupo ultranacionalista Patria y Libertad que desató acciones de sabotaje y promovió manifestaciones contra el Gobierno. El clima político fue aprovechado por la CIA para crear más inestabilidad y apoyó con dinero a la prensa de oposición: El Mercurio, Tribuna, La Segunda, Las últimas Noticias y otros medios.

El golpe de Estado

Las condiciones se dieron cuando renunció el ministro de Defensa, general Carlos Prats, para que no se dividieran las Fuerzas Armadas y recomendó al general Augusto Pinochet, por considerarlo leal, de bajo perfil y apolítico. Pero todo venía caminando desde hacía tiempo y solo faltaba la oportunidad: el 9 de septiembre Allende le comentó a Pinochet su intención de realizar un plebiscito y el “leal” militar se sumó a los golpistas, cuando vio que el golpe de Estado era inminente.

La sublevación se inició el 11 de septiembre de 1973 a las 6 de la mañana; cuando avanzaba el bombardeo al Palacio de La Moneda el almirante Patricio Carvajal, coordinador de las operaciones, tuvo una conversación con el general Gustavo Leigh, comandante de la Fuerza Aérea, acerca de apresar al presidente Allende, pero Pinochet intervino con tono autoritario: “Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país y el avión se cae, viejo, cuando vaya volando”. Después de varias horas La Moneda fue ocupada por el Ejército; en este punto, y según algunos testigos, Salvador Allende se suicidó con el fusil AK-47 que le había regalado Fidel Castro.

Pinochet se hizo nombrar presidente de la Junta Militar de Gobierno y asumió el poder, disolvió el Congreso, proscribió los partidos políticos, restringió los derechos civiles y ordenó la detención de los líderes de la Unidad Popular; y el 17 de diciembre de 1974 los integrantes de la Junta de Gobierno lo nombraron presidente de la República. Como un paso importante para perpetuarse en el poder, creó la Dirección de Inteligencia Nacional, organismo represivo del Estado que se encargó de limpiar el camino de enemigos políticos; se institucionalizó la detención, tortura, asesinato y desaparición o exilio de quienes hubiesen colaborado con el gobierno socialista. Se creó la red de informantes para detener a comunistas y socialistas y se estableció el “toque de queda”, que se prolongó hasta el 2 de enero de 1987. Silenciada la oposición convirtió a Chile en el laboratorio del neoliberalismo en América Latina.

Pero Pinochet fue derrotado en el plebiscito de octubre de 1988 y la dictadura terminó el 11 de marzo de 1990. Sin embargo cuando se retiró siguió con poder, porque su modelo había quedado garantizado por la Constitución de 1980; por esta razón cuando cambió el régimen y llegó la Concertación de Partidos por la Democracia, el país siguió por la senda del neoliberalismo. Años más tarde el dictador fue detenido en una clínica en Londres, ante una demanda del juez Baltasar Garzón, quien inició el proceso de extradición por genocidio, torturas y desapariciones durante su mandato, entre 1973 y 1990; pero todavía conservaba mucho poder y fue regresado a Chile. Finalmente murió el 10 de diciembre de 2006, sin pagar su deuda con el pueblo chileno.