28 de marzo de 2024

Las violencias ocultas

6 de agosto de 2019
Por Cecilia Cortés
Por Cecilia Cortés
6 de agosto de 2019

La violencia hacia las mujeres es un medio de dominación que requiere de análisis reflexivo que permita superar las consecuencias que de ella se deriva. Cuando se habla de violencia, se piensa en la que se ejerce a través de golpes o abuso sexual. Sin embargo, hay violencias que no se perciben fácilmente, están ocultas en el tejido simbólico, se efectúan silenciosamente y son casi imperceptibles.

Estas violencias, se manifiestan entre otras formas, en el ejercicio de las labores domésticas, culturalmente, realizadas por mujeres como un asunto de su “naturaleza”. A este tipo de violencia se le denomina invisible pues no se evidencia de manera tangible, y no se reconoce ni víctima ni victimario pero está implícita en las relaciones cotidianas que hombres y mujeres establecen en el ámbito privado donde la mujer es cuidadora, esposa, madre y ama de casa. Estos trabajos se hacen bajo la premisa de la gratuidad sin reconocimiento ni valoración, también puede ser empleada asalariada triplicando sus funciones y su capacidad física y emocional.

Esta violencia se asocia con la manera como hombres y mujeres han asumido funciones que se consideran inherentes a su condición humana. Un ejemplo, es la naturalización de las labores domésticas como actividades de responsabilidad femenina que son poco valoradas y se desconoce su aporte al buen funcionamiento de la sociedad. Esas labores son invisibles y aunque requieren de esfuerzo y dedicación permanente, a nadie parece importarle encontrar una casa confortable, la comida caliente y la ropa limpia.

Lo anterior genera entre los esposos, desigualdad en tiempo y en tareas realizadas. Dicha desigualdad va configurando una especie de violencia invisible que se materializa en las relaciones cotidianas, donde la dominación masculina está bien asegurada y se manifiesta en costumbres, acciones y discursos que enuncian una fuerte asimetría en lo que se hace y en lo que se dice.

La violencia simbólica por su parte se legitima en los códigos sociales y culturales al punto que no es motivo de repudio o sanción social, se naturaliza en la cotidianidad de la sociedad y la familia y aunque menos evidente y sutil que la violencia física, perpetúa y refuerza roles y aunque se manifiesta mediante códigos de dominación, cuenta con la aprobación y el consentimiento social. Un ejemplo son los chistes que se hacen con el cuerpo de las mujeres, en apariencia son inofensivos, pero tan nocivos y perversos que refuerzan el machismo y minimizan la condición de mujer.

Aunque la violencia invisible y la simbólica tienen la misma connotación; la diferencia está en que la violencia invisible no requiere persuasión para ser impuesta, la violencia simbólica por su parte, está contenida en códigos sociales, culturales y familiares y se transmite en los procesos de aprendizaje y socialización; la primera puede ser ejercida, por parte del esposo hacia la esposa o de los padres hacia sus hijos; Mientras la violencia simbólica está contenida en códigos sociales, y se transmiten a través de la educación y socialización.

Aunque ambas llevan la impronta de la violencia, no se debería confundir su acepción la invisible está implícita en la interacción cara a cara, la simbólica se asienta en el tejido social con mucha más coacción, está contenida en los códigos de socialización, impone normas y parámetros de comportamiento según género, raza, etnia o clase social.

La violencia invisible se matiza con los afectos, se entreteje en las relaciones cotidianas y se vuelve un elemento de opresión que, aunque con efectos similares a los de la violencia física, aparece como un elemento de las relaciones familiares, la violencia invisible posee una carga de poder y dominación que se naturaliza sin cuestionamientos en la vida familiar se ejerce en nombre del amor y sus manifestaciones pasan desapercibidas.

La violencia invisible y la simbólica, son determinantes en la perpetuación de las labores domésticas como un asunto “natural” de la condición femenina, sus contenidos tácitos intervienen para que en la sociedad, la cultura y la familia se configuren roles adscritos a cada sexo sin la reflexión previa de las implicaciones, ventajas y desventajas que pueda representar para cada uno en su proyecto de vida personal y social.

Ambas violencias, se difunden de manera silenciosa pero determinante, se vuelven realidad y se incorporan en la subjetividad de las personas para convertirlos en acciones casi irrefutables: ser hombre es ser fuerte, ser mujer es ser agradable para tener la aprobación de otro; ser hombre es arriesgar la vida, ser mujer es preservarla gestarla y parirla, ser hombre es ser libre, sin cánones de belleza que  les obligue a exponer su vida para reducir sus medidas y mantenerse como sujeto de deseo, ser mujer implica ser voluptuosa tener medidas perfectas para estar al nivel del licor y la parranda. Para los hombres divirtiesen deben contar con el “kit del placer: ron, playa y mujeres”

Hay un punto de encuentro entre la violencia invisible y la simbólica, ambas pueden desencadenar en violencia física, y los tres tipos de violencia son destructivos afectan la salud mental de las víctimas y pueden desencadenar en la muerte.