28 de marzo de 2024

La ceguera

16 de agosto de 2019
Por Hernando Arango Monedero
Por Hernando Arango Monedero
16 de agosto de 2019

Permanentemente los colombianos observamos que nuestras instituciones tambalean por razón de los comportamientos de quienes las integran, dado que muchos de los que las componen faltan a las más mínimas reglas del buen comportamiento y a la ética.

No se escapa el Congreso dadas las expresiones de los congresistas frente a sus deberes y las prioridades que manejan ante los problemas nacionales en donde, las más de las veces, lo fundamental no es el beneficio de una determinada ley, sino quién lo propone o de donde viene. En ocasiones, la óptica sólo permite ver el impacto mediático de la propuesta, sin mirar la proyección en el largo plazo de lo que se discute o pondrá en operación. Todo, fundamentado en la jaula de vanidades y pequeñeces que suele darse en esa corporación. Es así como nos quejamos de los congresistas en general, sólo porque no alcanzamos a ver a los que sobresalen sin vociferar.

Y si del Ejecutivo se trata, ni qué decir. Allí la vitrina es mayor y más pronunciada. Y es allí en donde las responsabilidades se mueven y se destacan o tapan a cambio de favores. Recordemos de qué manera la llamada mermelada permitió destacar hechos y violaciones al querer popular, sólo a cambio del silencio o de destacar como espléndido lo que, de otra manera podría catalogarse como violación flagrante e infame de los más rectos principios ciudadanos y democráticos.

Y como no podría hacer estos comentarios sin reparar en lo que se han convertido las Altas Cortes y los magistrados que las integran. Estas son una Cueva de Rolando, Así que no es simple distinguir lo honrado y honesto en sus determinaciones.

Estos comentarios, que pueden parecer duros, y desde luego dolorosos, sólo los hago para llamar a la reflexión a los amables lectores, ya que es necesario que todos nos detengamos un instante para buscar las causas de este desgreño generalizado. Esto, porque nada ganamos con sólo hacer el comentario y asignar a otros las responsabilidades de lo que nos sucede y que muchas veces ni siquiera logramos establecer a ciencia cierta. Establecer la razón de todo esto quizás nos lleve a cuestionar nuestro propio comportamiento y responsabilidad en este sucederse las cosas en nuestra sociedad, sociedad que es foco de desgreño y de violaciones al buen comportamiento. Sociedad que nos incluye a todos, a aquellos que conforman los poderes del Estado y a nosotros que somos lo que nos permite ser Nación, valga decir, Población y Territorio.

Es posible que si nos examinamos profundamente, descubramos que no conocemos como funciona lo que nos rodea. Cómo se integran los diferentes estamentos de la sociedad. Cómo podemos influir en las personas que nos rodean. Cómo tenemos que actuar ante lo que se sucede cerca o lejanamente a nosotros.

Ahora bien: ¿Cómo podemos entender, cómo podemos actuar, cómo podemos influir, cómo podemos decidir?  Vaya! Esa si es la pregunta a hacerse. ¿Y cómo responder?  Pues bien, no hay forma diferente que decir que es enterándonos de lo que somos como sociedad. Enterándonos de lo que tenemos como deberes, antes que buscar derechos y exigirlos.  ¿Y cómo lograrlo? Aquí sólo cabe una respuesta: Educando; educándonos. Y hay que educar a los niños, y educar a los mayores. Así y sólo así, podemos enderezar lo que hoy venimos viendo y en lo que gran responsabilidad nos cabe.  Si nos educamos, observaremos en nuestro diario vivir una serie de pequeñas acciones que son el inicio de las muchas grandes cosas de las que nos quejamos. Desde cómo pasar una calle. De cómo comprometernos con nuestros vecinos. De cómo no aceptar, en otros, ni en nosotros mismos, esas quisicosas que en conjunto llevan al desastre. Ocuparnos del ejemplo que damos a otros y del ejemplo que es menester exigir de quienes están en la obligación de prodigarlo.

Y hay que decirlo: Es necesario volver a la enseñanza de la Historia, de la Urbanidad, de la Cívica y ser consientes dar ejemplos de comportamientos éticos. Enseñanza que debe ser para todos, pequeños y grandes. Enseñanza que se debe prodigar desde la casa y alcanzar a los maestros. Enseñanza que debe ser obligatoria a través de la radio y la televisión. Enseñanza que debe darse en pequeños mensajes donde quiera que dos o más se reúnan. El himno nacional y el local, obligatorios hoy, deben repetirse en el mensaje cívico, el de historia, el de urbanidad y el de ética, que también deben estar siempre presentes en toda reunión.

Manizales, agosto 16 de 2.019.