28 de marzo de 2024

“¡Oh bellaco villano!”

24 de julio de 2019
Por Víctor Julián Ramírez Betancur
Por Víctor Julián Ramírez Betancur
24 de julio de 2019

Garapullo

“¡Oh bellaco villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido, murmurador y maldiciente! ¿Tales palabras has osado decir en mi presencia y en la de estas ínclitas señoras, y tales deshonestidades y atrevimientos osaste poner en tu confusa imaginación? ¡Vete de mi presencia, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, armario de embustes, silo de bellaquería, inventor de maldades, publicador de sandeces, enemigo del decoro que se debe a las reales personas! ¡Vete, no parezcas delante de mí, so pena de mi ira!”.

Estas palabras tomadas del libro “Don Quijote de la Mancha”, (1a parte, Cap. 46), caen como anillo al dedo para el senador Ernesto Macías, ex presidente del Senado de República con ocasión de la “jugadita” que le hizo a la oposición el pasado 20 de julio en la instalación del Congreso, al sacar, según él, al presidente de la República del salón Elíptico antes de que empezara el discurso de la oposición, para que no escuchara al senador Jorge Enrique Robledo quien era el encargado de pronunciarlo.

El derecho de réplica, en general, consagrado en el artículo 17 del Estatuto de la Oposición (Ley 1909 de 2018) y  el acceso a los medios de comunicación en las instalaciones de Congreso, en particular, consagrado en el artículo 14 de la misma ley, son algunos de los derechos que tienen los partidos políticos que se declaren en oposición al gobierno de turno y que fueron fraglantemente violados por el ignorante predicador de sandeces, Ernesto Macías como presidente del Congreso.

Los hechos ocurridos pueden configurar causal de mala conducta y, en consecuencia, podrían ser sancionables por la Procuraduría General de la Nación. Basta con aplicar el numeral 1 del artículo 35 del Código Disciplinario Único (Ley 734 de 2002), que preceptúa que a todo servidor público le está prohibido incumplir los deberes o abusar de los derechos o extralimitarse en sus funciones. Y la última “jugadita” de Macías fue todo eso y muchas cosas más, pero no quiero “hacer leña del árbol caído”, pues esa no es la discusión que quiero plantear en este escrito.

Lo que sí me parece grave es que desde una importante dignidad, como la presidencia del Congreso de la República, se digan y hagan cosas que, además de ser causal de mala conducta, son enemigas del decoro que deben tener los servidores públicos, sobre todo cuando ejercen altas dignidades.

“Las jugaditas” de Macías como presidente del Senado, -porque no fue solo la de entorpecer el derecho de réplica de la oposición, sino otras muchas durante el año que fue presidente-, no son solo “errores” como los calificó él mismo, sino que detrás de ese actuar está el obrar mezquino, despreciable, vil y abyecto que reprochamos los colombianos de bien y que queremos que sean erradicados de la vida pública del país.

Esa práctica inveterada de no respetar las normas y de restarle importancia a su incumplimiento, es lo que tiene a la sociedad colombiana sumergida en la cultura de que la ley es para los de ruana. 

La legitimidad del Estado empieza por el cumplimiento de las leyes que deben observar los ciudadanos en general y los servidores públicos en particular. “Colombia nunca tendra una democracia consolidada mientas no construya un Estado legítimo y confianza ciudadana”, dice Mauricio García Villegas, en el libro “El orden de la libertad”.

La confianza ciudadana se construye a partir del respeto y el cumplimiento de la ley, pero si quienes hacen las leyes, no las cumplen y las respetan, el ciudadano del común tiende a pensar que no está obligado a cumplirlas y, ese cumplimiento de la ley, es lo que le da legitimidad al Estado y empodera al pueblo; eso es democracia.

En un Estado legítimo en el cual el respeto por la ley es el poder ciudadano, no pueden existir la clase de “jugaditas” como las del senador Macías y quien las hace debe ser considerado como un bellaco villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido, murmurador, maldiciente, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, armario de embustes, silo de bellaquerías, inventor de maldades, publicador de sandeces, enemigo del decoro que no puede ostentar el título de servidor público.

Entre otras razones, porque una democracia que no garantizar los derechos a la oposición política, inexorablemente se convertirá en dictadura.

 

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