29 de marzo de 2024

¡Colombia descuadernada!

5 de junio de 2019
Por Mario Arias Gómez
Por Mario Arias Gómez
5 de junio de 2019

Descorazona el inimaginable, alucinante, inexcusable, irreflexivo e inquietante trasiego del país, capitaneado por el presidente Duque, en quien las defraudadas mayorías, pusieron todas sus complacencias. Rumbo que polariza, subvierte el estado de derecho, el equilibrio de poderes, enturbia la institucionalidad, lo que ha devenido en inseguridad jurídica, inestabilidad, incertidumbre, desconfianza, falta de credibilidad; en sobresalto creciente, peor de lo gente imagina, el cual deja la sensación, irrebatible -para decirlo sin pelos en la lengua- del impensado retorno al del Estado bananero, fruto de un improvisado, errático y extraviado liderazgo, sin brújula.

Realidad que contribuye a expandir, la incapacidad (verificada) del inmaduro, inexperto y liviano gabinete y hornada de asesores, que no miden, ni previenen los efectos y secuelas de sus actos, carentes -en su mayoría- de sentido común, de visión de futuro, que devela los palos de ciego y vaivenes del insufrible Gobierno ‘naranja’, afectado por un adanismo invencible, egolatría enfermiza, inexpugnable megalomanía.

Impopularidad acrecentada por la inobservancia del plan de gobierno, que prometió poner el bien común por encima del interés sectario de camarilla; mermelada cero; acoger la meritocracia; repudiar el amiguismo, el ‘fracking’. Verbosidad reducida al término resiliencia -muletilla convertida en abracadabra del arrinconado programa ofrecido, junto a recrear una supercorte; reducir el Congreso; vigorizar el turismo, rebautizado, ‘nuevo petróleo’.

Creo firmemente en que tenemos que pensar en el futuro; construir sobre lo que nos une, no quedarnos en el torbellino de lo que nos divide. El reto más grande: lograr que nuestro país se levante con ímpetu y asegure de manera categórica, un crecimiento económico que traiga consigo equidad, justicia social, derrote la pobreza, expanda la clase media, dé acceso a los bienes públicos, necesarios para elevar nuestra calidad de vida. El futuro es de todos y juntos lo vamos a construir.”

Catálogo de buenas intenciones, en que lo único que ha crecido es el desempleo, la pobreza, el sistemático y deprimente asesinato de líderes sociales, certificado con estupor, por Human Rights Watch, coadyuvada por Amnistía Internacional.

Catastrófica y contradictoria palabrería, agregada a la ilusoria promesa de no ‘irrespetar’ el Acuerdo de Paz, que no ceja en el empeño de desbaratarlo -por orden suprema-, con las controversiales objeciones a la Justicia Transicional, que, no obstante, la última palabra emitida por la Corte, provocadoramente replicó, en forma desconsiderada, irrespetuosa: “Si las tuviera que volver a presentar lo haría, porque los principios no pueden dejarse de defender«. Audacia de dudosa ortografía jurídica.

Atípica prédica que incita a preguntar: ¿Desde cuándo el desacato judicial, puede convertirse en virtuoso e inmutable principio? ¡Perdónalo Señor porque no sabe lo que dice!, Libertinaje acuciosamente acogido por el rústico, incorregible y montaraz cuasi-bachiller Macías, vergonzosamente condecorado con la ‘Cruz de Boyacá’.

Como patético logro proclama el Presidente, ­con tambores y timbales, haber logrado el reconocimiento de 50 países, como mandatario interino, de Juan Guandió; obtenido la fallida ayuda humanitaria. Show mediático que ignoró la enseña bíblica -capítulo 6, versículo 3, del evangelio de San Mateo-: «No dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha«. Desatinado arúspice que le aseguró al mundo: “A la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas”.

Las consecuencias del altanero, inadecuado, incendiario e inoportuno lenguaje, lo han sufrido, primeramente: La Guajira, Norte de Santander, Arauca, por la falta de combustible que tradicionalmente les llegaba de contrabando. ¿Quién duda del desplome -por imprevisión- de la relación? Que, en muchas décadas, pasa por el peor momento, producto de la impropia, soez e hirsuta jerigonza, que colocó a Duque, “al lado equivocado de la historia”, como insistente le enrostra -a mañana y tarde- al mal vecino, lo que contribuye a avivar, agravar las tensiones, que pueden fácilmente llevar al derrame de sangre hermana.

Oportunista, siniestra y metódica estrategia, falta de olfato político, ejecutada por quien no es un dechado de astucia, que no encubre la censurada intromisión en los asuntos internos venezolanos, interfiere el curso natural de la tragedia humanitaria que corresponde a la ONU remediar, sin que le sea dado a Duque, entrometerse,  suplir la oposición, desatendiendo los intereses patrios.

El derrumbe de las susodichas objeciones; la denuncia de, The New York Times; el novelón Santrich, deshicieron la frágil, efímera serenidad de quien se convirtió en juez y parte. Veamos: “No podemos dejar de llamar las cosas por su nombre. Alias, Jesús Santrich, es un mafioso, las evidencias que conoce el país, son las de un mafioso que negociaba el envío de un cargamento de cocaína«.

Bogotá, D. C. 05 de junio/2019