20 de enero de 2025

Sin rebozo ni rodeos

Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
19 de abril de 2019
Por Carlos Alberto Ospina M.
Por Carlos Alberto Ospina M.
Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
19 de abril de 2019

El tergiversado concepto de inclusión, el rasgarse las vestiduras por uno u otro acto humano de rechazo al desconocimiento de los límites de los derechos individuales en relación con los colectivos, la protesta encaminada a la defensa de las normas de convivencia ciudadana en el marco del Código de Policía y el fundado reclamo de un padre a la formación heterosexual de su hijo; termina en la absurda protesta de unos cuantos que se creen con más facultades legales y mayores prerrogativas que los demás mortales.

El soporte ontológico de los derechos fundamentales y el pensamiento científico, por sí mismo, no endosa la destrucción de la base moral de la sociedad so pretexto del matiz de la diversidad de género y la igualdad, debido a que termina relegando, precisamente, la pluralidad de ideas y la distinción cultural. Al respecto, cualquier opinión crítica es calificada de actitud homófoba o persecución de otros.

La mayoría de los medios de comunicación con bajos niveles de sintonía e inexpertos jóvenes delante de una cámara suplen la falta de investigación, la escasa capacidad interpretativa, la pobreza intelectual, el abandono de creatividad y la mínima profundidad periodística, dándole trascendencia a la puesta en escena, el melodrama o la ‘revictimización’ de algunos prójimos que rebuscan 15 minutos de fama, exhibición mediática, amplia divulgación de su doctrina y aparente solidaridad colectiva.

A distancia de lo anterior existe el velado propósito de ideologizar, legitimar, validar y extender aquella preferencia, tipo de propensión sexual y estilo de vida que, por peculiar que sea, no implica que los demás estén en la obligación de asumirla como propia o como visión universal de los valores. ¡Claramente son razonamientos de terceros! Que no deben imbuir ni constreñir a nadie que piense diferente. Cada cual puntualiza qué es lo más deseable y moral para su subsistencia. Es cuestión de punto de vista. Y no “del marica que lleva por dentro”, frase que ha hecho carrera en el intento por menospreciar la ponderación del otro y, a manera de bumerán, descalificar el sentir opuesto a ese enfoque unidireccional del mundo. Sí, parcial e impositivo, puesto que aquel no coincide ni adquiere la cualidad de “naturaleza diversa” es catalogado de retrograda, decadente, maltratador y homofóbico.

A cara descubierta estamos en presencia de signos de fanatismo soterrado e instruido en el manejo de las redes sociales. Son conscientes que el ruido, la representación cotidiana, la oferta mediática y la visibilidad permanente atraviesan la órbita de lo explícito, la narrativa visual y la estructura del lenguaje para incrustarse en el subconsciente de los individuos. La fórmula de la reiteración constante, la sobreexposición, el eco y el escándalo forman parte de la estrategia global. Al parecer algunas minorías, en el fondo, no disfrutan de la inclinación a ser reconocidas y aceptadas en condición de igualdad y respeto por parte de la sociedad en su conjunto; más bien pretenden sacar del paso las versiones humanas ajenas a su libre albedrío.

Sin más acá ni más allá, los límites y la seguridad constitucional del resto de las personas, pasa en silencio por doblegar la cerviz y aplanar el camino de la igualdad para unos a riesgo de perder las garantías propias. Irracional, ridículo, arrogante y absolutista. Esto nada tiene que ver con la equivalencia de género, simple y llanamente, consiste en el adoctrinamiento disfrazado de modernidad e hipocresía.

En aras de la libertad que cada quien haga con su vida lo que le venga en gana, pero que ninguno intente imponer un modelo y una perspectiva de la existencia diferente a la autonomía. No me repugna la denominada “Besatón” o marcha frente a un centro comercial capitalino. Rechazo, sí, la caricatura, la fatalidad vestida de discriminación y la desvergüenza de ciertos personajes que procuran victimizarse; en lugar de respetar el espacio público y el derecho de una familia a elegir el tipo de formación de sus hijos. Nada más inmoral que el disfraz de borrego siendo lobo hambriento.