28 de marzo de 2024

Fernando Botero

26 de abril de 2019
Por Óscar Alarcón
Por Óscar Alarcón
26 de abril de 2019

MACROLINGOTES

Excelente. Quiero emplear este adjetivo para calificar el profesionalismo, la edición, el contenido, la belleza del documental del maestro Fernando Botero que se exhibe por estos días en muchos teatros, en el que participaron sus hijos, en especial Lina. Nos muestra a ese hombre sencillo, pero grandioso, que ha puesto en alto su arte en el mundo. Nació, como millones de colombianos, en una familia de clase media (clasifiquémosla así para darle algo de categoría), de un pueblo de las montañas antioqueñas. A base de esfuerzo y tesón, huérfano de padre desde muy joven, su madre, costurera como muchas madres, lo condujo por los primeros caminos de su vida. Desde muy joven mostró esa vocación y esa inclinación por el arte, pintando esos campos y esas gentes de su tierra. Pero como esos iniciales bocetos no le daban para vivir y para comer, se convirtió en ilustrador del diario “El Colombiano”. Llegó a Bogotá y se casa con Gloria Zea con quien viaja a México, en donde no solo nacen sus hijos, en medio de una pobreza franciscana, sino donde tiene la oportunidad de conocer los museos del Distrito Federal y recibir la influencia de varios maestros. Recibe una primera distinción y gracias a ese premio, en dinero, puede viajar a Europa y llegar a Barcelona, Madrid, París, y en Florencia se acerca a los grandes del Renacimiento.

Así arrancó Fernando Botero, el gran maestro, quien a partir de 1972 se inicia en la escultura para que sus monumentales obras se admiren en los Campos Elíseos, en los museos de Nueva York, Londres y también en la China.

El documental resume la vida de este colombiano, sencillo, quien en su obra ha reflejado la querencia por su país, su deseo para que sus compatriotas vivan en paz, y que los niños no mueran (como su hijo Pedrito). Además, es un hombre desprendido, generoso, que no se cansa de donar para que sus compatriotas tengan el privilegio de acercarse al arte.