El escritor José Vélez Sáenz
El 11 de octubre de 1997 falleció en Manizales el escritor José Vélez Saénz, perteneciente a una generación literaria que le dio lustre a Caldas en el contexto nacional. Nacido el 20 de diciembre de 1915, publicó su primer libro, “Vidas de Caín”, en 1947. Desde entonces se perfiló como uno los escritores más connotados del departamento, con una prosa de profundas meditaciones cristianas, con un estilo literario decantado, coronado a veces de un fino humor. Entre sus obras publicadas se destacan “Las llaves falsas” (1959), “Las aventuras del milagro” (1970), “Teoría del punto central y otros ensayos” (1986), “De la tragedia, del humor y del absurdo” (1988) y “El secretario de Honorio V” (1990). “Las llaves falsas” llevaba un subtítulo: confesiones de un fumador de marihuana
En los libros arriba señalados está la personalidad literaria de Vélez Saénz, su formación humanística, su preocupación filosófica. Teólogo de gran profundidad, periodista de estilo transparente, cuentista afortunado, filósofo de hondas meditaciones existenciales, José Vélez Sainz ejerció en el pensamiento caldense una marcada influencia, un verdadero magisterio. Todo por la sapiencia que había en sus artículos, por la profundidad con que escribía, por la solvencia literaria de su pluma. Admirador de Kants. de Engels, de Teilhard de Chardin, de Soren Kikergard, el escritor caldense abrevó en los más elevados manantiales del pensamiento humano. Sin embargo, sus libros fueron de poco tiraje: 500 ejemplares. Por esta razón no se encuentran fácilmente.
El nombre de José Vélez Saénz es parte de la historia literaria de Caldas. Sobre todo porque sus columnas en La Patria fueron lectura obligada de miles de caldenses que encontraron claridad en la exposición de las ideas. Compañero de generación de escritores como Jorge Santander Arias, Adel López Gómez, Néstor Villegas Duque, Danilo Cruz Vélez, Arturo Gómez Jaramillo, Roberto Londoño Villegas, su obra no tuvo proyección nacional debido, en parte, a su amor por Manizales, por su entorno geográfico. Se ha llegado a decir que sí José Vélez Saénz hubiera escrito desde Europa su pensamiento tendría un reconocimiento mayor. Pero el escritor se quedó en su provincia, en su medio cultural, entre su gente. Y esto le impidió proyectarse más allá de las montañas caldenses.
La obra literaria de José Vélez Saénz resiste cualquier análisis por la profundidad conceptual, por el dominio de los temas filosóficos-teológicos, por su inquietud mental. “Las llaves falsas” fue un libro que, en su momento, despertó la curiosidad intelectual de muchos colombianos. Porque allí el autor abordó un tema que hasta entonces era considerado tabú: los alucinógenos. Fue por esta razón un libro inquietante. Narraba sus propias experiencias con las drogas. En Manizales se decía que sus vuelos con el estupefaciente le permitieron a José Vélez Saénz aprehender los sonidos de las orquestaciones de los clásicos. Ello debido a que fue un consumado melómano, un hombre que encontró en esta música una forma de encontrarle sentido a la belleza.
José Vélez Saénz fue un agudo analistas de la realidad del país. No le fue ajeno ningún tema. Con la misma facilidad con que escribía un profundo artículo sobre Platón o Aristóteles escribía una nota ligera sobre un mandatario de turno o sobre un tema de actualidad. En sus notas campeaba a veces un fino humor, una sátira mordaz. Escribía con un trasfondo filosófico sorprendente. Tenía una cosmovisión de la realidad. Así lo dijo alguna vez Jorge Eduardo Vélez Arango: “Penetrar en la cosmovisión de José Vélez es pisar los terrenos del humor sabio, de la filosofía, de la moral, de la estética, de la economía, de la teología”. Cuando José Vélez escribía sobre temas económicos demostraba sus conocimientos sobre la economía de mercado, sobre la oferta y la demanda, sobre la inflación.
Era un economista formado en la escuela keynesiana. Estudiaba con juicio a los mejores analistas económicos. Por esta razón, sus conceptos eran autorizados. Sin embargo, su faceta de escritor es la que más llamaba la atención. La donosura de su estilo, la calidad de su lenguaje, la profundidad de su pensamiento eran una marca de su personalidad. Posiblemente no forjó un estilo literario, como le hicieron varios de sus compañeros de generación. Ello se debe a que en su escritura primo más el filósofo, el teólogo y el pensador antes que el creador de belleza. La defensa de sus convicciones religiosas lo llevaron muchas veces a expresar sin titubeos su creencia en la existencia de Dios. Sus artículos sobre la fe cristiana eran siempre compartidos por los jerarcas de la iglesia en Caldas.